Diario de León

Pogacar se queda en cabeza

El nuevo líder firma un gesta histórica en la primera etapa alpina con un ataque lejano que tritura a Carapaz, Mas, Van Aert y Van der Poel Una maniobra maestra

Pogacar no esperó más para vertirse de amarillo. CHRISTOPHE PETIT-TESSON

Pogacar no esperó más para vertirse de amarillo. CHRISTOPHE PETIT-TESSON

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Cantando bajo la lluvia. La banda sonora que prefiere Tadej Pogacar. El mal tiempo le alimenta. Le hace feliz ver cómo corren las gotas por el cristal de sus gafas. El frío le calienta. Es esloveno. Su clima. La carrera subía el penúltimo puerto, la Romme. Duro. Oscuro. Invernal.

Pogacar no esperó más. Le pidió a su fiel Formolo un relevo más. «Vamos a romper». Y el italiano obedeció. Gesticulante. Agranda la boca, enarca las cejas, cierra y abre los ojos cuando el esfuerzo es total. A su rueda, Pogacar rodaba impasible. Con máscara. Como si nada. Todos los demás ya sabían lo que iba a pasar. Pasó. A 3,5 kilómetros de la cima y a 32 de la meta en Le Grand Bornard, se levantó sobre el manillar para destrozar la Grande Boucle en la primera etapa de montaña. Impaciente. Carapaz fue el único que intentó seguirle. Pronto desistió. Pogacar se quedó a solas con el que parece su segundo Tour.

A partir de ese destello la historia de la mejor carrera del mundo abrió su libro de oro. Eco en las paredes de los Alpes. Estas piedras recuerdan a Bartali, Bahamontes, Gaul, Merckx, Ocaña... Y no olvidarán a Pogacar, que cuando saltó iba a más de cuatro minutos de la fuga de Teuns, Izagirre, Castroviejo, Woods, Quintana... En lo que quedaba del puerto de la Romme y la subida a La Colombier, Pogacar sacó el martillo. Pedaleando sobre el plato grande, como si fuera en llano, atrapó uno a uno a todos. Quintana. Pum. Clavo. Lo dejó allí. Woods. Clavo. Izagirre.

Sólo se le escapó, y por un puñado de segundos, el belga Dylan Teuns, que se llevó la etapa que anuncia en voz alta la segunda victoria en París de un chaval esloveno que disfruta chapoteando en los charcos. La historia del Tour siguió tomando nota. A toda prisa. Detrás de Pogacar, el abrumado Carapaz asumía su inferioridad.

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