Diario de León

El tamaño de las huevas convierte a la trucha en una ‘rara avis’ entre los peces de río

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La trucha es uno de los peces de río menos prolíficos, debido en parte al tamaño de sus huevas, mucho mayor que las de los ciprínidos. La cantidad de huevas va en relación directa con el peso del pez, entre 1000 y 2000 huevas por kilo. Alcanza la madurez sexual entre dos y tres años, pero curiosamente lo hace antes en los ríos y regatos de montaña donde también alcanza menor tamaño.

Esto se debe a que sacrifica las proteínas de crecimiento a favor de las huevas, muy ricas desde el punto de vista proteico. Así se da la circunstancia de que una hembra de 24 centímetros en el río Esla carezca de huevas mientras que ya las tenga una de 18 centímetros en el río Eria. Tampoco son muy longevas con relación a las carpas o las tencas, que pueden vivir hasta 40 años. Una trucha vive de media entre 5 y 6 años, si bien de forma excepcional puede superar los 10 en el caso de grandes ejemplares.

Pero no son los estiajes el único problema para las frezas. El hongo de la saprolegnia puede contagiar y de hecho contagia muchos huevos que no llegan a eclosionar cuando los caudales son bajos y los fondos están sucios. Otra parte de la puesta puede sucumbir a causa de los depredadores al igual que los alevines. También estos pueden morir al consumir la vesícula vitelina y ser incapaces de alimentarse. Pero tampoco conviene olvidar a los cormoranes que llegan a destruir frezaderos completos como ya ha sucedido esta temporada en el Bierzo, y mas concretamente en el río Valcarce. Con todos estos problemas se comprende que tan solo un pequeño porcentaje alcance la madurez. En cautividad o de forma artificial desovando y fecundando en un recipiente la efectividad es mucho mayor, pero la trucha repoblada pierde calidad con respecto a la nacida de forma natural.

Pueden conseguirse magníficos resultados repoblando con huevas embrionadas conseguidas «in situ» o alevines desvesiculados, pues apenas diferirán de las totalmente autóctonas, pero para ello hay que «meter los cables» en el río y capturar a los reproductores, por lo que el remedio puede ser peor que la enfermedad, además de la alarma social que se genera entre los ribereños, que piensan (a veces con razón) que les llevan las truchas. La mayor eficacia se consigue con un alevín de un año una vez finalizada la temporada de pesca en el otoño. En todo caso las repoblaciones son remedios extraordinarios a grandes males, que nunca pueden ni deben sustituir a la reproducción natural.

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