Diario de León

20 años de amor al vino

El amor a la viña y al vino, la pasión con la que se vive, la generosidad en el esfuerzo y el criterio en la bodega no se aprenden, se heredan. Y en el caso de Peique ese. legado familiar es defendido con orgullo y responsabilidad.

Publicado por
B. Fernández
León

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En 1999 se elaboraron en instalaciones prestadas las 10.000 primeras botellas —un tinto joven, de Mencía, por supuesto— con la etiqueta que hace bandera del apellido familiar. Veinte años después la bodega cuenta con medios técnicos de vanguardia y una gama de ocho vinos a los que de inmediato se van a sumar dos más de elaboraciones especiales, acogidas ya a la mención de «vino de paraje» que tipifica la nueva normativa de la Denominación de Origen Bierzo relativa a la zonificación y cuyo objetivo es explorar —y explotar— la singularidad, diversidad y riqueza del viñedo comarcal y la enorme sabiduría enológica acumulada a partir de la tradición.

A este punto llegó Peique sin olvidar nunca los orígenes y una primera referencia histórica relacionada con la viticultura que remite a 1912, cuando Ramón Peique Fuente, tío carnal de Luis Peique López, ahora patriarca del clan, inició la elaboración —a partir de Mencía, Alicante y otras variedades comunes de la zona— en una bodega de 32 metros cuadrados en los bajos de su casa, donde vinificaba 7.000 kilos de uva y almacenaba 63 hectolitros en seis cubas, toneles y bocoyes.

No es la única referencia familiar relacionada con la actividad, porque por la otra rama, la materna, Ramón Valle Lago, abuelo de la saga, construyó en 1954 su propia bodega de 47 metros cuadrados, también bajo su vivienda y con capacidad para 189 hectolitros en tres depósitos de hormigón y cuatro de madera en los que guardaba el mosto de más de 20.000 kilos de uva de las mismas variedades.

A partir de ahí, el propio Ramón Valle primero y, ya después, Luis Peique, padre de los tres hermanos —Luis, Mar y Jorge, el enólogo de la sin duda más prodigiosa promoción que ha dado el Bierzo— que ahora sustentan el proyecto, escribieron el guión de una obra de arte hecha vino. Muy buen vino, grandes vinos, tanto que se han hecho merecedores de llevar como marca sus propios nombres y apellidos. Y todo ello con infinita humildad, con la idea clara de que la distinción hay que buscarla en la íntima relación con la viña y el mejor criterio enológico en la bodega, razón por la que la experimentación, la investigación y el aprendizaje son razones fundamentales en la definición de cada producto.

Esos dos vinos de paraje — El Olivar y Cova de la Raposa —, elaborados a partir de la vinificación de uva seleccionada de dos referencias clásicas e imprescindibles del viñedo en el corazón vitivinícola del Bierzo, abren ahora un tiempo nuevo y un nuevo horizonte para Peique en la búsqueda del origen y la identidad. Y, por supuesto, de la más alta calidad, una exigencia inevitablemente vinculada a la labor en la bodega que abre la entrada a quien llega al Valtuille de Abajo más genuino.

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