Diario de León

Belenes en la catedral

En piedra, en cristal, en plata, en madera, en lienzo... La Pulchra Leonina es un buen destino para contemplar toda la belleza artística sobre la representación religiosa del Nacimiento de Jesús y la Adoración de los Reyes, los momentos culminantes de la Navidad. Una visita con la que la Catedral vuelve a sorprender.

Ponferrada

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La Catedral ofrece mil recorridos. Los que se reparten entre las visitas a su interior, al museo y al claustro, o los que uno se pueda imaginar por este corazón de piedra y alma que corona el Viejo León. Y en estas fechas, qué mejor que caminar por sus Belenes: las representaciones de Jesús, la Virgen, San José, la mula y el buey, o la Adoración de los Reyes Magos. Empecemos.

Nada más atravesar la puerta de entrada, en el Trascoro que sirve como gran telón a la nave central de este gigante gótico, dos de los cuatro relieves de alabastro están dedicados a estas fechas. Enmarcados por columnillas de tercia, representan las escenas del Nacimiento y la Adoración de los Reyes Magos. Fiel reflejo del renacimiento español, el Trascoro comenzó a construirse el año 1577, bajo la dirección de Juan López, sobre planos que había trazado Juan de Badajoz el Mozo. Un imponente muro de arte con el sello también de Juan de Juni. Los cuatro relieves muestran toda la riqueza de los grandes artistas catedralicios. Seguimos.

Al final de esa nave central, en la Cruz procesional destinada a presidir los grandes actos religiosos en la Pulchra Leonina, una de las escenas es también el Nacimiento. Es muy pequeña, pero muy bien hecha. La orfebrería es, sin duda, una de las grandes desconocidas del monumento leonés.

La imagen del Nacimiento de Jesús vuelve a sorprender cuando uno mira al retablo del altar mayor. Obra de grandes artistas también, su calidad es digna de contemplarse sin que la vista se canse.

Pero la visita no se queda ahí. Como no podía ser de otra forma, las vidrieras también representan las imágenes del Nacimiento y la Adoración. Están en una de las capillas, justo de la parte posterior del altar mayor. En la dedicada a la Virgen Blanca. Encima de la escultura más antigua de la Catedral, la verdadera, porque la que está justo en la puerta del templo es una copia de ésta, dos de las vidrieras están dedicadas a este tiempo navideño. La vidriera lleva por nombre la Natividad y como bien explica Gómez Rascón en su hermoso y erudito libro dedicado a la infancia de Jesús en la Catedral de León, «en forma de tríptico abierto acoge, a modo renacentista, todos los pormenores imaginados de la noche de la Navidad».

Las vidrieras son el ‘copyright’ de la Catedral. Su verdadera esencia. La fuerza de la fe. La constatación de que se trata de una obra única. Pero aún queda una última mirada.

Está en la capilla dedicada justo al Nacimiento de Jesús. Un poco más allá del recuerdo a la Virgen Blanca, siguiendo la vuelta por la parte de atrás del altar. El conjunto escultórico reproduce el Portal de Belén y sobre él, un paisaje montañoso, escarpado, con arbustos, ovejas y cabras. Los pastores permanecen atentos a los ángeles que les anuncian la noticia.

Este Belén se hizo cuando los artistas centroeuropeos del siglo XV labraban la sillería del coro. «En esta obra, uno de los mejores logros del hispano-flamenco castellano, se han separado los dos episodios: el de la Natividad, que acontece dentro del portal de Belén, y el de los pastores con sus rebaños, que se mueven nerviosos por el escarpado paisaje. También María y José, ensimismados y con gran recogimiento. Todo es encantador y hermoso», describe Gómez Rascón.

La visita se puede hacer cualquier día en estas vacaciones.

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