Diario de León

Vídeo | La montaña en plural

La vida se ha visto alterada y hay que redescubrir cómo ocupar el tiempo de ocio con distancia social. La vertiente leonesa de la Cordillera Cantábrica tiene respuestas. En concreto, su punto más oriental preserva el singular legado de la ancestral convivencia entre hombre y piedra. Bosques mágicos, geología única en el mundo y casi toda la fauna ibérica. Riaño y Mampodre, en las estribaciones de Picos de Europa, son en este flamante otoño nuestros aliados.

León

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Respirar. Sentir el pálpito de la naturaleza. Escuchar la caída de las hojas que empiezan a dejar a los árboles desnudos. La paleta es deslumbrante en la Montaña de Riaño y Mampodre. Son recuerdos que evoca la visita realizada hace pocos días al bosque de Hormas, restringido desde el miércoles a ajenos hasta que pasen las nieves. Allí se juntan fauna y leyenda.

Y hay un momento para parar de verdad. Pero aunque Hormas y el Pinar de Lillo tienen la fama, excepcionales hayedos, acebos, tejos, castaños, robles, orquídeas y abedules se extienden por kilómetros y kilómetros de estos valles que aguardan historias milenarias de sus pobladores, como las que cuenta la guía Inés, de Liegos, en un paseo de cuatro horas. Pero hay muchas opciones más para el tiempo que viene.

Desde Lillo, pasando por Reyero, Prioro, Boca de Huérgano, Riaño, Burón, Boñar, Crémenes, Acebedo o Maraña, las posibilidades de vivir un otoño verde son inmensas porque aquí se dan singularidades únicas en el mundo. Principalmente es zona osera.

Hay un plan de recuperación del oso cantábrico y otro para el urogallo. Además de diez Puntos de Interés Geológico, estas montañas albergan cinco zonas de reserva integral, que son, además de Lillo y Hormas, el complejo glaciar de Mampodre, el sabinar de Crémenes y el bosque de Pardomino, áreas de protección también de aves y Lugar de Interés Comunitario bajo designación europea.

Esa protección excesiva ha penetrado ya en los residentes que quedan de generaciones y ha sabido convivir con el turismo cinegético que ha caracterizado durante décadas a Riaño y Mampodre como reservas de caza. Pero hoy ya hay miradas en otro sentido y el turismo de naturaleza, bien concebido, se está instalando con acierto en esta zona. Digamos que se empieza a notar como economía propia en los valles.

De hecho, ya hay una oferta consolidada que mueve a cientos de personas cada año a través de las Casas del Parque promovidas por la Fundación Patrimonio Natural de Castilla y León. «Si nos lo creemos, será una industria nueva y sostenible».

La frase de Ernesto Díaz, de La Jurbial Servicios Ambientales, gestor entre otras muchas Casas del Parque de la de Valdeburón, reafirma la sensación de futuro que tiene esta vertiente turística en proceso de crecimiento. Desde este punto concreto se va a intentar retomar parte de la programación que tuvo que ser suspendida por el estado de alarma.

En principio ya hay un otoño preparado para las jornadas de setas: hostelería de la zona hará tapas de un euro con hongos coincidiendo con el programa previsto entre el 10 y el 12 de octubre, con salidas y exhibición de setas.

En el futuro quedan una cata de mieles, representaciones de teatro del Grupo de Teatro de Riaño, los paseos geológicos o el taller nocturno para el reconocimiento de especies de polillas, uno de los inesperados éxitos de la programación de la Casa del Parque de Valdeburón.

Como movimiento global, el ecoturismo ofrece un futuro parece que prometedor en esta zona para romper la estacionalidad de las salidas. El impulso ahora ha de ser en plural.

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