Diario de León

Un museo estonio al aire libre

Es fácil llegar en autobús desde Tallín, esa ciudad llena de hermosas fantasías y hadas, hasta Rocca al Mare, donde un museo al aire libre preserva la casa campesina de Estonia

Mol?ino, cocina de verano y pozo de agua potable.

Mol?ino, cocina de verano y pozo de agua potable.

Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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El viajero piensa en el autobús, con la cara casi pegada al cristal, y el paisaje parece diluirse, quizá absorbido por la película que le recorre el pensamiento. Es fácil llegar en autobús desde la capital del país, Tallín, esa ciudad llena de hermosas fantasías y hadas, hasta Rocca al Mare, donde un museo al aire libre preserva la casa campesina de Estonia de los últimos tres o cuatro siglos y permite hacernos una idea de cómo vivían sus habitantes en aquellos tiempos. Apenas treinta kilómetros de recorrido. Suficientes para el contraste de lo que uno piensa y siente: conocer las razones por las que algunos tienden a recuperar y valorar y otros a destruir y menospreciar. El viaje se convierte a veces en una pregunta permanente.

Con estos asuntillos dando un poco de guerra, poca, es verdad, estamos en la hacienda, un enorme espacio boscoso, Rocca al Mare, muy cerca del mar que da a la zona industrial del puerto y que suele helarse en invierno. Advierto de antemano que el lugar se presta a un buen paseo —me hablan de setenta y dos hectáreas y setenta casas— mientras se contempla lo que se muestra, prácticamente en vivo. Y para quienes tienen la inquietud del sustento del día, allí mismo puede acercarse tranquilamente a la gastronomía típica estonia. La taberna reproduce un descanso de postas con las cuadras también para los caballos. Hasta puede comprar algunas muestras gastronómicas, y artesanía, por supuesto. El día, la mañana o la tarde, resulta gratificante y merece la pena si se encuentra por aquellas geografías. Tome nota. Anote también, si le interesa, que por estos pagos se reunían con frecuencia componentes de las vanguardias —Ziuru— artísticas y literarias.

Este museo estonio al aire libre se creó en 1957, sobre todo, como queda dicho, con la intención de preservar las casas de campesinos y pescadores y dar así a conocer —y que permanezca en la memoria— las condiciones de vida de Estonia en los tiempos pasados —siglos XVII, XVIII, XIX y primera mitad del XX—, incluso anotando las diferencias entre regiones. Es una buena colección de viviendas y otras dependencias —molinos, granjas, escuela, iglesia, tabernas, pozos, graneros, almacenes, cuadras…—que se va enriqueciendo paulatinamente, en la mayoría de los casos mediante edificios originales, en pocos acudiendo a réplicas. Queda clara la anotación inicial de que, siendo las necesidades iguales o parecidas en todo el mundo, las soluciones no siempre lo son, dadas las lógicas exigencias de adaptación al medio con los recursos de que se dispone. A uno le llamó la atención de manera especial la utilización de la madera, su corte y ensamblaje sin puntas o clavos y su perfecta disposición en el resultado constructivo final. A veces soluciones aparentemente rudimentarias resultan prácticas y útiles para el momento, de estimada precisión y comodidad. No emite juicios el viajero, que no está en condiciones de hacerlo en este y otros muchos asuntos. Pero sí de subrayar la similitud con algunas propuestas históricas cercanas o, siguiendo los datos expuestos en los correspondientes carteles, contrastar la evolución y mejora de las edificaciones o admirar la sutileza de la construcción más antigua, una capilla de 1699. Uno tiene la intensa sensación de estar en el reino de la madera, tan agradable siempre, tan plástica y rotunda.

Aún queda gente —más, por supuesto, cuando se creó— que vivió en estas casas y entorno, lo que facilitó una buena información que hoy ofrece el personal dedicado a tal menester, al margen de quienes siguen mostrando en vivo la tarea de las labores tradicionales, cosiendo, tejiendo cestos, rematando edificaciones, cocinando, envasando diversos productos como la mermelada… El acceso a los diversos interiores complementa fehacientemente cuanto venimos diciendo. Y es que a las dependencias correspondientes —cocina, dormitorios, lugares destinados al secado de cereales, despensa, salas…— se unen el mobiliario, los telares, utensilios de cocina…, pertenecientes igualmente a la época. No puedo por menos que subrayar la presencia de la sauna, que, como en el caso de los baños turcos por ejemplo, forman parte de una tradición y una cultura, tanto física como social, bálticas en este caso.

Regreso a Tallin al atardecer. Reconozco que, especialmente durante los días festivos, la mayor asistencia registrada es de nativos, a los que les gusta pasear este espacio, a lo que hay que añadir el interés por los espectáculos en vivo, juegos, canciones, bailes folkóricos… y una interesante mitología siempre presente, lo que permite la continuidad generacional.

Hecho el regreso y el balance, creo que el día ha merecido la pena.

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