Diario de León

Casa Pepa

Paraíso interior

La Maragatería es reino con acceso directo al paraíso que se confecciona en Casa Pepa; los sentidos del gusto, que satisfacen al paladar con la cocina tradicional; el contenido de un continente que es remanso de tranquilidad

León

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Un momento emocionante en Casa Pepa refleja el encuentro de los comensales con un plato de garbanzos fritos entre gambón, que elabora una cocina tan universal como íntima, tan personal, tan leonesa, tan maragata. Hay emoción en un enclave que es restaurante, hospedería, casa solariega, patio de paz y remanso, en pleno retiro entre, inigualable. Lo puede relatar Josefina Nieto, que emprendió hace dos décadas tras una idea, una corazonada, que hoy tiene continuidad entre el empeño y la dedicación de Laura Alonso, con el mandil y la experiencia de quien aprende de su madre, maestra para emplatar el cocido, el cocido maragato que empieza por la vianda y termina con la cuchara, con el mismo arte y la minucia que requiere el trato con los escabeches; se puede elegir entre el de trucha, de conejo, de liebre o de perdiz. Esa mano, esas manos, encienden el fuego que alimenta la cocción de las legumbres con resplandor que despierta a los huéspedes, un día cualquiera en este albor del otoño, entre el aroma de una composición de Casa Pepa incontenible en cualquier lugar de Santa Colomba de Somoza. Ahí es, donde el bacalao al ajo arriero se deja querer al punto de sal, donde el lomo adobado cambia el significado de textura que conocían los paladares hasta que se encontraron con una guarnición de castañas escabechadas. Resulta que en Casa Pepa se trata a diario con los productos que da la tierra, la tierra maragata a la que honra con sus patios interiores y su cocina de curar, que es una estancia mítica dedicada al jolgorio del puchero que siempre bailó a los sones que le marca la lumbre. Hay una pared envuelta en la hiedra; un proyecto, un concepto. A su impulsora, le cambió el nombre. Josefina es Pepa desde que eligió para el lugar el nombre de su abuela. Señal de que el recorrido de la carta, con su propósito y su causa, no se sale del camino que marca.

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