Diario de León

El pirata, el pie y el número áureo

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Cada elemento, cada columna, cada espacio de la Catedral tiene una medida que no es casual. Se corresponde con el número áureo, un número infinito que fue descubierto en la antigüedad como la proporción perfecta entre dos rectas. Está en los ‘milagros’ de la naturaleza: en el caparazón de un caracol, en los paneles de las abejas. En el templo gótico es una proporción mística, destinada sólo a los edificios simbólicos.

En su construcción se utilizó el pie carolingio, de 32,16 centímetros, frente al menos estilizado castellano, de 27,86 centímetros, que se usó en la catedral de Burgos.

En el crucero se pueden trazar todas las formas geométricas relacionadas con la divinidad, incluido el círculo perfecto, que se relaciona con el Cielo y la eternidad. O los cuadrados perfectos, unidos a lo terrenal. Y las estrellas de cinco puntas, el pentagrama de la sabiduría y la verdad.

Cielo e infierno en el mismo espacio. Santificado con agua bendita y aires de incienso y purificado con el mismo fuego, que a punto estuvo de hacer arder el templo entero. En plena tormenta, el 27 de mayo de 1966, como si la chispa de un rayo divino cayera sobre el gran emblema de la ciudad para redimir el pecado de soberbia, León de espaldas a la belleza de su gótico. En peligro los casi 1.800 metros de vidrieras, pagadas por reyes y nobles, santos y comerciantes, que llevan la marca de las familias leonesas. Incluida la calavera que dicen que pagó un pirata del XIX en busca de indulgencias plenas. A la izquierda del crucero, en el segundo vano de la segunda arcada. Al gran cronista de León, Luis Pastrana, no le dio tiempo el tiempo a contarlo. Pero allí está la vidriera del pirata, donde él la mostraba. Basta con alzar, ay, la vista al cielo.

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