Diario de León

Sin prisas, sin pausas

«Buena uva, buena elaboración y vino sin prisas». En esa «idea primigenia» busca la diferencia ‘Viña de los Pasaderos’. Sin prisa, sin pausas y sin ninguna concesión que merme la calidad..

La viña El Pasadero, un paraje privilegiado de Banazolve, da nombre al proyecto e identidad y personalidad a los vinos. FLL/DL

La viña El Pasadero, un paraje privilegiado de Banazolve, da nombre al proyecto e identidad y personalidad a los vinos. FLL/DL

Publicado por
RAFAEL BLANCO
León

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Es un «proyecto vital» y, como consecuencia, sin plazos, libre de ataduras y al margen de condicionantes que no sean las propias y muy argumentadas convicciones sobre viticultura y enología. Julián Llamazares —y Rocío Blanco, su esposa, que lo secunda, y su padre, de quien heredó el gusto por la viña— siempre tuvo el vino entre ceja y ceja. Y tuvo también la suerte hace dos decenios de poder reinterpretar y reorientar la actividad familiar en ese campo en un momento en el que lo que se imponía era el abandono y, aún peor, el descepe. Benazolve fue históricamente tierra de buenas viñas y muy apreciados claretes y, aunque hoy la dedicación es marginal y limitada a sólo algunas familias, hay ese romántico y elogiable empeño por evitar que el vino sea sólo memoria.

Seis hectáreas plantadas hace diecinueve y veinte años y una de reciente adquisición sustentan el sueño de los Llamazares. En sus viñas hay Prieto Picudo, Verdejo... y Merlot, una variedad que apasiona a quien lidera el empeño y escribe el pliego de convicciones: «En la viticultura está la diferencia del vino y no todos somos iguales, evitar el uso de herbicidas supone más trabajo pero genera menos problemas y es necesario buscar un equilibrio en la cantidad de producción y una gestión integrada desde la viña hasta la venta del vino. Buena uva, buena elaboración, buena imagen, vino sin prisas y con el mínimo de sulfuroso, porque machaca los aromas y el sabor. Y a mi me preocupa proteger una cosa y otra... y la salud de mis clientes».

Pero, más que un reto, preservar esa identidad del vino a partir de su riqueza aromática y gustativa es una obsesión para Julián Llamazares, convencido de que cada vez en mayor medida el consumidor, también cada día más informado, aprecia y distingue «lo que es natural de lo que no lo es ni se parece», y para conseguirlo es necesario «tener buena uva, sana y madura, y luego hacer mucho trabajo en bodega, explorar la diversidad de posibilidades de la fermentación». «Esa idea —afirma— es lo que te hace diferente, porque con todos los vinos iguales no llegamos a ninguna parte. Es arriesgado, por supuesto, pero compensa».

Aromas, intensidad en boca preservando el carbónico natural y una punta de acidez que compense la astringencia que aporta la pepita. En definitiva, vinos de calidad a un precio razonable como «idea primigenia» de la bodega, que aunque elabora un tinto joven en el que mezcla mayoritariamente Merlot con un aporte de Prieto Picudo, está «en la idea» de explorar la crianza en barrica y, aunque sin prisas, porque la idea es «vivir el día a día», también lo hace sin pausas. «Es un proyecto vital», pero también pleno de vitalidad, buen criterio y mucha responsabilidad.

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