Diario de León

De viaje a

Villazala

La Presa Cerrajera que recorre estas tierras fue la base de los molinos que funcionaban aquí hace años y que son protagonistas indiscutibles de su historia y testigos del paso del tiempo La Presa Cerrajera y los antiguos molinos son dos de los grandes protagonistas de este municipio del Páramo leonés que combina la agricultura como motor económico con la tranquilidad que desprende un paisaje que también dominan las aguas del río Órbigo

Algunos rincones del municipio de Villazala, en el Páramo leonés. Como la mayoría del mundo rural, sufre de primera mano los estragos de la despoblación.

Algunos rincones del municipio de Villazala, en el Páramo leonés. Como la mayoría del mundo rural, sufre de primera mano los estragos de la despoblación.

Publicado por
A. GIL
León

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A lgo más de 700 habitantes dan vida al municipio leonés de Villazala, un rincón del Páramo leonés al que pertenecen los pueblos de Castrillo de San Pelayo, Huerga de Frailes, San Pelayo, Santa Marinica, Valdesandinas y Villazala.

Su extensión abarca alrededor de 15 kilómetros donde el paisaje paramés hace gala de su nombre y el silencio y la paz son dos de las notas dominantes.

A su vera corre el río Órbigo que es también su gran patrimonio y que supone una fuente de riqueza pues a él le deben que la pesca haya encontrado aquí un buen lugar para ofrecer a los amantes de esta práctica. Son doce kilómetros por los que transcurren aquí las aguas del Órbigo, aunque no hay ningún puente para cruzarlo, lo que se ha convertido en una reivindicación vecinal desde hace tiempo.

Esta paradoja de estar entre el Páramo y el río Órbigo otorga cierta magia a Villazala, que vive eminentemente de la agricultura. El trabajo en la tierra es el motor de su economía y algçun establecimiento que da algo más de vida a este territorio como el restaurante de Castrillo de San Pelayo, donde degustar uno de los platos por excelencia de la gastronomía leonesa como las sopas de truchas, una panadería donde hacerse con unas magdalenas del guerrero o un taller que fabrica maquinaria agrícola, además de algún bar. Todos ellos testigos de la despoblación que sigue minando al mundo rural. Cuando el alcalde se hizo con el mando de este municipio, hace 36 años, aquí vivían alrededor de 1.300 personas y Villazala ha ido perdiendo población hasta quedarse en los 700 vecinos de ahora. «Entonces había doce escuelas y ahora, ninguna», recuerda el primer edil, José Antonio Guerrero.

Una de las señas de identidad de Villazala es su Presa Cerrajera que recorre estas tierras y que fue la base de los molinos que trabajaban aquí hace años y que son protagonistas indiscutibles de su historia. La Presa Cerrajera tiene en este municipio buena parte de su recorrido, lo mismo que ocurre con el río Órbigo. No en vano, la presa cerrajera de Viallaza, que data del siglo XIV y que atraviesa todos los núcleos de población del municipio, ha sido incluida en la red de lugares de interés local de la provincia. Junto al canal de Castañón, es la responsable de que sus terrenos hayan estado regados a lo largo de los dos últimos siglos.

Fueron famosos los molinos que se asentaron a lo largo de la Presa Cerrajera, de los que el ayuntamiento tiene datados y documentados una docena de esta industria artesanal. Muchos de estos molinos estaban preparados exclusivamente para la molinera de linaza y la extracción de aceite.

Los amantes del arte también tienen aquí un lugar para deleitarse. Destacar los retablos de la iglesia de Valdesandinas, del estilo del taller de Gaspar Becerra, y los lienzos de varios santos y patrimonio imaginero, en el templo de Villazala.

Es este un lugar que visitar alguna de las tradiciones más típicas de la provincia, pero también para disfrutar de su paz y de la calma que caracteriza

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