Diario de León

Vino, pasión y sabiduría

Hay personajes irrepetibles en el vino berciano. Y los hay que además son imprescindibles. Pedro Merayo, uno de ellos, encarna sabiduría, transmite sosiego y representa una manera de entender el vino y el Bierzo..

MIL OJOS PRODUCEN

MIL OJOS PRODUCEN

Publicado por
B. FERNÁNDEZ
León

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D icen de él que «en la viña es el hombre más feliz del mundo». Y nadie podría ponerlo en duda a la vista del brillo de sus ojos cuando habla de ella. Es su guión vital, su manera de entender la relación del hombre con la naturaleza. A sus 65 años, acumula más de cincuenta de actividad en torno al vino. Medio siglo de dedicación y pasión desde que a los 14 años empezó a trabajar con su padre en aquella popular bodega de Flores del Sil —Los Merayos— en la que se llegaban a trasegar centenares de miles de litros de vino que se distribuía directamente en barricas a los puntos de venta.

Aunque por un tiempo dirigió la mirada a la fruticultura, llegando a ser el mayor productor de la comarca, nunca perdió de vista la viña y el vino. A partir del cepaje heredado y armado de una paciencia infinita, durante muchos años, cuando la idea generalizada en el Bierzo era otra, buscó, compró, ordenó y transformó —es difícil cuantificar los miles de injertos realizados— algunas de las mejores viñas del Bierzo, las que más le gustaron —Las Tres Filas, El Llano, El Músico, El Pozo, El Olivo, La Galbana, El Millaradero, La Cogolla...— hasta componer un envidiable puzle de 42 hectáreas, más que suficiente para desarrollar un proyecto larga y pacientemente cincelado en su cabeza y concretado cuando en 2010 marcó sus tiempos en la viña y en la bodega para afrontar la primera elaboración en Miralmonte. Desde entonces, ese proyecto, que toma como nombre su apellido y que tampoco sería entendible sin la contribución de Amparo, su esposa, no ha parado de creer... en volumen, sí, pero sobre todo en calidad y diferenciación de sus vinos.

Visionario inquieto y observador sosegado, es un infatigable buscador de la perfección en la viña, que conoce como la palma de la mano. Merayo no sería lo que hoy es Merayo, ni lo que será en el futuro, sin sus conocimientos, sus puntos de vista, su capacidad de organizar el trabajo y de motivar e implicar a la gente. Y sin su tenacidad. Dicen también de él que «no se concede un respiro» pese a su pasmosa quietud, en evidente contraste con su extraordinaria inquietud. La posibilidad siempre impagable de trabajar en la bodega exclusivamente con recursos propios y la permanente disposición para explorar nuevos horizontes enológicos le permiten ahora afrontar otros retos a partir de microelaboraciones, vinificaciones especiales y ediciones limitadas para buscar la mejor y más personal expresión del mencía y el godello.

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