Diario de León
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León

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El sábado que no parecía sábado se convirtió en sábado. Eso pasa porque todo es susceptibilidad. El calendario no engaña. Miré el día que era, y ponía que había tormenta a las 7, cuando mi única certeza era que a las 8 se aplaudía. Empezó a correr un reguero de propuestas que decían que no, que a las 8, silencio. Dejo en el aire qué hice o qué haré. Creo que se había convertido en un mensaje de solidaridad general, abstracto. Los mismos vecinos junto a los mismos vecinos. Algunos de ellos, tan de toda la vida que no nos habíamos visto jamás. Ni saludado. Una mañana pasada me crucé con uno y nos dijimos hola. Un hola cerrado. Sin réplica ni contrarréplica. En parte se nos escapó a los dos. Muy en plan: aunque nos saludemos, no nos conocemos. Pero de toda la vida. Estaba claro: no nos conocemos, de toda la vida, pero ahí estamos... Es más, ayer por la tarde hablé con Italia, por temas de trabajo (en las páginas del final está), y noté más cercanía en esa rápida conversación, que en el saludo que encierra la frialdad que nos une lo de estar juntos en una misión que ni nos esperábamos y la que ni nos habíamos apuntado: salir de esta. El tiempo pasará como salvoconducto. Y ahí estamos, cada uno con su ventana. Saldremos. Será con menos ropa y más mascarilla. Vamos hacia algo así. Puede ser un diagnóstico inicial. Así que con buen tiempo y la cara tapada me acaloraré. La ventana ofrece una seguridad que antes era impensable. Porque asomarse a la ventana es mirar a la calle dispuesto a asaltarla. Saber algo y decir: ahora bajo. Era una zona de paso, que no de salto. Y poco a poco puede empezar a ser un palco, un púlpito, la barandilla de un barco varado y, si hay buenas vistas, un faro que no guía, solo una luz que indica que todo sigue. Puede que ayer fuera el día que menos gente pasó por la calle. Y en ese vacío, al oscurecer, un cigarrillo que se enciende es como un faro que da señales de vida y de tierra. Pero no vienen barcos. Cuando se ve que pasa alguien se trata en plan acontecimiento. Ayer vi a un amigo que se ha echado un perro. En estos tiempos. Pero si ahora el salvoconducto dicen que es un niño. Espera, 15, 13, 14... Yo no sé si suena más frívolo leer el manual de instrucciones de cómo sacar a un niño en estos tiempos, que todos los chistes que han surgido y surgirán. ¿Cómo se va a sacar a un niño? Pues, como siempre: bien amarrao. Y eso quiere decir como lo hacen la mayoría de los padres: sin quitarle ojo. Y sabiendo lo que pasa, con la suma de precauciones que hay que tomar ahora, la mayoría no estamos para bromas. Los que siempre nos hemos tomado muy en serio lo de salir, sabemos de lo que hablamos. Buscamos salvoconductos a la libertad, pero la libertad no es una vuelta a la manzana o ponerle un tacómetro al niño. Un salvoconducto de verdad es el que le dio Humphrey Bogart a Ingrid Bergman. Va Casablanca al canto. Buena elección. Piensas: que me envíen a Humphrey Bogart.

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