Diario de León
IVÁN LOZANO

IVÁN LOZANO

León

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Se cuela por la ventana  un duelo salvaje advierte lo cerca que ando de entrar. En un mundo descomunal siento mi fragilidad... vaya pesadilla.. . Y resulta que es una canción bella. Se me atascó el diario, porque creo que lo confundí con una agenda electrónica. O con un horario tipo escolar. Que lo miraras por donde lo miraras siempre había matemáticas (están ahora las matemáticas teniendo su reconocimiento hasta como pasatiempo). A los que les va el orden y la limpieza tienen que estar en su salsa. Se han convertido en sus propios servicios esenciales y pueden permitirse el lujo de regodearse y desordenar la habitación. No han suspendido actividad y su decreto es su mandato. Desordenada habitación. Vaya, se cuela otra canción de Antonio Vega. Esto marcha. Aunque el hit de estos tiempos es sin duda un fraseo de una también suya: «Me asomo a la ventana, eres la farola de ayer...» (este gag tiene la ventaja de que como es para viejunos, hemos sido menos sus seguidores y no lo hemos expandido cual... vaya, casi digo el nombre).

Las redes sociales están bien, pero no son para tanto y reconozcámoslo: no son nuestro fuerte. Es más, cuando alguien va elevando la apuesta: no tengo Instagram, no tengo Twitter, no tengo Facebook (que es el escalafón más cool en carencias tecnológicas) y tengo whatsapp de milagro, te dan ganas de darle lo prohibido: ojo, solo era un abrazo. Cuando entro en las redes sociales a media mañana, si hay poco del tema es que la cosa mejora. No hay nada como lo morboso o lo aspirante a serlo. Si la cosa mejora dentro de la gravedad desaparecen hasta los expertos sobrevenidos que, por no perder comba, a lo más que llegan entonces es a un: «No sé yo...». Y sí, la verdad es que la ignorancia es un pegamento social infalible. No hay superficialidad que se le resista. Los primeros días de encierro me dediqué a llamar a los seres queridos a las 9 en punto del confinamiento, a la hora del telediario, cuando ya todo es un recuento del recuento. La única intención: estropeárselo para que no lo vieran. Lo cierto es que nadie dijo: «Llámame luego. Estoy viendo las noticias». Aunque la verdad, se llama, hola, qué tal, y se habla de lo mismo. Sería absurdo aspirar a una abstracción nivel dios que permitiera la evasión. Y mis amigos son buenos en eso, pero no tanto.

Antes, a las 6 de la tarde me conecto con  La Ventana del Diario , un directo en red pero en donde el artista se lanza sin más red que César González. Y ahí el otro día vivimos un entrañable momento cotidiano. Porque esta irrealidad pide a gritos una vuelta a lo de antes aunque sea prosaico. Ocurrió que mientras cantaba Beatriz Larom, dieron unos golpes desde el piso de al lado porque la música molestaba... Emociona comprobar que hay gente de guardia. Ojo, canta muy bien.

Así que quedémonos con los gigantes de esta lucha y presumamos de ellos. Los niños, los mayores y las madres. Y como lo que sí habría que hacer más veces es confinar el sentimiento para alcanzar a los cercanos, para mi los gigantes con caras y nombres son: mi madre; y ella, que es mi primera persona de nuestro plural: nuestros dos hijos. Van para gigantes.

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