Diario de León
MIGUEL PAQUET

MIGUEL PAQUET

León

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Este coronavirus nos va a enseñar mucho, digo yo. Por ejemplo, antes me pillaba una cosa entre angustia y cabreo, como con el Virus, que no veas porque oye, me pasaba siempre lo mismo. Me cogía un bolso que a su vez tuviera otro más pequeño dentro, lo que viene siendo un bolsillo, para meter las llaves y encontrarlas a la primera, que bueno, que luego te conformas con que sea a la segunda, o a la tercera, y ya al final hasta te llega con encontrarlas y nada, que terminas tirando todo en la acera, a veces de noche y bueno, pero cuando es de día qué, todo el mundo mirando, como si a ellos no les pasara, y que nada, que no aparecen, y con todo y todos en la calle pues ahí estaban las llaves, en el bolsillo. En el del pantalón. Qué me decís, eh, que es para preguntarse cuándo hicieron el traslado las llaves, porque tú ahí no las habías metido, eso seguro.

Y luego viene lo de las tijeras. Nunca están donde las dejas. Tienen la costumbre de pulular por toda la casa, que te las tropiezas siempre menos cuando las necesitas, que ya de la misma desesperación te encuentras atando un cordón a la pata de la cama y recitando lo de san Cutufato los coj… te ato y hasta que no las encuentres no te los desato, que a mi no me ha funcionado nunca, la verdad, lo de que me las busque el buen hombre ese, que también os digo que solo me faltaba encontrármelo por la casa, tijeras en mano, pero es eso o ponerte como una mona y tirarte del pelo hasta que te crezca melena. Que por eso la tenía yo tan larga.

Yo antes de todo esto, me enfadaba con el mando a distancia, con el mundo y con todos los que estuvieran en casa si no aparecía pronto para apagar la televisión, que esa es otra, que se enciende ella sola y se apaga también cuando quiere, justo cuando van a descubrir quién es el asesino, que dime tú, toda la peli aguantando, haciendo como que te interesa porque claro, estás así en familia y eso, y lo más interesante pues te lo pierdes, como casi siempre. Y ya hasta te planteas si habrá sido Cutufato, porque como lo habías invocado por la mañana pues yo que sé.

Y está lo de las llaves del coche en la playa, que eso ya no es ni para contar, con la sombrilla, las toallas llenas de arena que son como un bloque de hormigón de los del puerto, la Nivea pringosa, las palas, que para qué si a mi lo único me gusta es estar tumbada vuelta y vuelta y luego el chiringuito, claro. Pero nada de todo esto es comparable al teléfono móvil. Tú hablando con él entre oreja y hombro y buscándolo por todas partes, palpando los pantalones, la chaqueta, los últimos abrigos que te has puesto y ya desesperada preguntas, ¿alguien ha visto mi teléfono móvil?, que se hace un silencio… un enmudecimiento como el que hay en las escaleras de mi casa desde que estalló esto del Virus.

Con esto del coronavirus he descubierto otra cosa de mi. Que es ponerme los guantes, la mascarilla y el gel ese de alcohol que se me sube a la cabeza y que me pase lo que no me tiene que pasar, que me pica la cara. En varios puntos, todos a la vez. Unas ganas de rascarme… Que por qué de las tres mil y pico veces que dicen que nos tocamos la cara al día, una vez cada 30 segundos, te tiene que pasar justo cuando estás con tu traje epi de andar por casa. Intento domesticarme, de verdad, pero no sé por qué, no puedo.

Ahora, que yo ya todo lo que me pasa me lo tomo con mucha calma. He aprendido, otra vez, que hay cosas que no están en mi mano. El Virus sí, ya ves. La amenaza cada medio minuto. Como todo esto que nos pasa. Como todo lo que nos va a pasar. Que va a durar más de 30 segundos. Hasta mañana. Cuidaos mucho.

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