Diario de León
CARLOS ORTEGA

CARLOS ORTEGA

León

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Tenemos 13 grados en el exterior de nuestros estudios. Dice la radio. Y casi la miras fijamente, no sea que añada: pero tú sigues ahí dentro... No. No entra en detalles. Y es un alivio. Sonreí. Porque levantarse estos días a veces es un acto de suspicacia. Y una noticia así es una invitación a saltar de la cama. Me encontré lo que pensaba: un día soleado, aire fresco, ruido de pájaros. Es inevitable no caer en la tentación de preguntarse: ¿y si se desatan las buenas noticias? Las tenemos que perseguir. Sin olvidar lo que pasa. Vivimos un momento en el que las dichosas malas noticias imperan pero de vez en cuando aparece alguna buena. Para muchos no las habrá y eso hay que recordarlo. Esa nube de contradicciones seguidas caben en un café matinal. El primer café en casa es un acto mecánico, hogareño. Pero cuando se toma fuera, ya es arrebatador. Se añora. Un café, con leche, en taza grande, no muy cargado, no muy caliente, tampoco frío, sin churros... Este periódico. Solo. Sin gente. Lo echo de menos... Lo recuerdo así porque lo escribí una vez. Es decir, que no quedo para desayunar. Aviso. En esta situación se permite alguna bordería. Ahora, lo normal es desayunar solo. Solo con los pájaros. Pero con los pájaros de fuera. Porque el lugar correcto para llevar los pájaros es en la cabeza. Tienes pájaros en la cabeza debería de encajarse como un piropo. La segunda sonrisa del día me llegó cuando una tertuliana dijo: «Es que los pájaros en Madrid están muy venidos arriba. El otro día se me metieron en el salón». Pero Chabela Riera, una mujer rodeada de matemáticas (por parte de marido, Pepe Pérez Gómez, que fuera un imprescindible e innovador en décadas de la enseñanza total en León; y también por parte de sus tres hijos: profesores del tema), ha descubierto dos nidos desde su balcón, en el centro de la ciudad, en la terraza de al lado. Se lo ha contado a mi madre. Oyéndolas hablar de pájaros pensé que estábamos peor. Pero no, era que hablaban de lo que pasaba. A ella le pegan más los pájaros de la cabeza, porque es literaria, rápida, humorística, ingeniosa... Pero si, siendo así, se ha pasado toda la vida entre números, tampoco ocurre nada porque ahora se pase a la ciencia. Eso sí, al estilo de lo que se demanda estos días: investigación a distancia. Y su responsabilidad encima termina desde el momento en que están muy cerca de ella, pero no en su terraza. Como son días de apropiarse de lo que uno quiera, he oído cómo hablaban de ellos. Deben de ser dos nidos de pichones. La ficha científica contiene datos que corroboran su existencia. y la necesaria implicación. «Están vivos. Volvió la paloma y los he visto asomar la cabeza y moverse». Yo empecé a preocuparme hasta por los bichos. «Y este otro con los dos pichones a punto de echar a volar. No quiero ni pensar en el día que se me vayan...». «!Pero si los he criado yo!» O «estoy con la misma zozobra. Como con la otra nidada, no sé si están vivos o muertos. Vigilaré para ver si vuelven los padres. Con la otra, creí que estaban muertos pero no fue asi. La que me espera...». Está claro que sin humor no hay amor. Mañana, de la mano, volarán otros pájaros necesitados de las dos cosas.

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