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Bruselas se alía con el BCE y urge a Alemania más gasto público

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salvador arroyo | bruselas

«Es hora de que la política fiscal se haga cargo». Este mensaje que Mario Draghi lanzó el jueves desde Francfort, justo tras anunciar su último arsenal de medidas anticrisis, tenía a Berlín como principal destinatario. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), volvía así a pedir a Alemania -aunque sin cita expresa- que aparque la austeridad e inyecte dinero público a su economía para ayudarse a si misma y, por ende, a toda la zona euro. La tesis es que el país con una deuda pública del 60% y superávit presupuestario desde hace cinco años, tiene margen suficiente para realizar más inversiones en infraestructuras o tecnología, por ejemplo. Y si gasta más se revitalizará, al tiempo que fortalece el músculo de una Europa en la que el crecimiento se está achicando a la misma velocidad que se intensifican las tensiones comerciales o la incertidumbre del ‘brexit’.

La estrategia forma parte del manual keynesiano, esto es, incrementar el gasto público genera demanda y estimula la inversión. Y se ve como la más acertada para complementar unos estímulos monetarios que pueden ya no ser suficientes para salir del actual atasco. Más aún si se tiene en cuenta que el motor alemán lleva tiempo gripado por la caída de sus exportaciones, y las proyecciones económicas le vaticinan una recesión técnica inminente. Pero ni era la primera vez que Draghi lanzaba ese mensaje, ni tampoco ha sido el único en hacerlo. Su sucesora Christine Lagarde, apenas dos semanas antes en la Eurocámara, emplazó a «algunos países a usar parte de su margen presupuestario para desplegar gasto público que ayude a combatir la recesión».

Y ayer viernes tanto la Comisión Europea como parte del Eurogrupo (la institución que reúne a los diecinueve países que comparten moneda) se plegaron a la misma estrategia. Desde el Ejecutivo comunitario fue Valdis Dombrovskis, vicepresidente y comisario del euro —este político letón repetirá en el cargo con Ursula Von der Leyen a partir del 1 de noviembre— quien subrayó que la política monetaria «no va a poder conseguir por si sola» dar un nuevo brío a la economía, así que pidió más estímulos a los países «que tienen espacio fiscal suficiente». Mientras, aquellos en los que éste no existe, donde la productividad resulta menor, «deben acelerar las reformas estructurales» para ser más competitivos y reducir su endeudamiento.

Por parte del Eurogrupo, fue su presidente, Mario Centeno, el que verbalizó el cierre de filas con el BCE. «Mi mensaje es bastante claro. Los países con espacio fiscal lo deberían usar para contrarrestar la desaceleración económica. Y no por solidaridad, sino por su propio interés». Ministros como el francés Bruno Le Maire calificaban de «insuficiente» el crecimiento en la zona euro (1,1% este año y 1,2% y 1,4% en 2020 y 2021, según el propio BCE) y pedía al resto de colegas que no se «den por satisfechos». Francia, apuntando a Alemania, pero también a Países Bajos, propuso un pacto de crecimiento para realizar más inversiones y lograr una mayor prosperidad, respaldado también por la ministra española de Economía en funciones, Nadia Calviño.

Los ‘halcones’ cierran filas

¿Y qué dice Alemania? Su ministro de Finanzas, Olaf Scholz, no quiso pronunciarse antes de participar en las reuniones del Eurogrupo y Ecofin en Helsinki. Aunque solo un mes antes deslizó que el Gobierno estaba preparado para inyectar «miles de millones» (en torno a 50.000) para dar respuesta a una recesión. Pero, a priori, sólo lo haría cuando ésta ya sea un hecho. El Bundesbank, el banco central germano, no descarta ese escenario, aunque su presidente, Jens Weidmann, líder de los ‘halcones’ del BCE dijo en las últimas horas que «un paquete de tanto alcance» como el acordado el jueves por el supervisor «no era necesario».

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