Diario de León

Los españoles tendrán 17.000 M€ menos para gastar por la inflación

El poder adquisitivo se reduce por la escalada de precios, que frena la reactivación del consumo

Un hombre se dispone a echar gasolina a su vehículo en una estación de servicio. NACHO GALLEGO

Un hombre se dispone a echar gasolina a su vehículo en una estación de servicio. NACHO GALLEGO

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Los precios no paran de subir, pero a los españoles les entra el mismo dinero a final de mes en su cuenta bancaria. Esto está mermando mucho la capacidad de compra de los hogares, que se enfrentan a una situación en la que se encarece la cesta de la compra, los sueldos no suben a la misma velocidad —ni mucho menos— e incluso se empiezan a usar los ahorros en productos de primera necesidad.

«Hay toda una generación que solo ha vivido en tiempos de gozar de derechos. Nunca han tenido que sacrificarse y, por primera vez, habrá gente que vaya a una tienda y no podrá obtener lo que quiere». Con estas palabras, Robert Kapito, presidente del gigante estadounidense BlackRock, resumía esta semana a la perfección el inevitable ajuste de cinturón ante la espiral inflacionista que, en el caso español, ha provocado que el IPC se desboque hasta el 9,8% en marzo.

No se veían estos niveles desde los años 80, cuando, precisamente, la crisis energética y del petróleo dispararon los precios. Pero entonces España pudo contener la inflación a base de devaluar su moneda, la peseta, una situación que hoy en día con el euro es inconcebible.

Los productos que más se han encarecido en el último año son los energéticos. La luz y los carburantes están marcando récords a la espera de que las medidas adoptadas por el Gobierno atenúen los precios en las próximas semanas. Pero también artículos básicos de la cesta de la compra como el aceite, la harina, el arroz o los huevos, que se han encarecido entre un 10% y un 30% en los últimos dos meses, según datos de Gelt.

La advertencia es firme: los españoles somos más pobres ante una subida generalizada de los precios que este año recortará en 16.700 millones de euros la renta disponible de los hogares. Según los cálculos de Funcas, las familias disponían de 767.300 millones de euros en 2022, antes del shock energético, pero esta circunstancia ha hecho caer la renta hasta los 750.600 millones. Son estimaciones sin incorporar el plan de choque del Gobierno, pero si la guerra se extiende más allá de este segundo trimestre, «las consecuencias se agravarán», reconoce Raymond Torres, director de Coyuntura Económica de Funcas.

Los ahorradores también sufrirán el silencioso castigo de la inflación. A cierre de febrero, los españoles atesoraban 964.600 millones de euros en depósitos bancarios, según datos del Banco de España. Y en un entorno de tipos de interés en mínimos, ese dinero no ofrece rentabilidad que ayude a compensar el ‘efecto carcoma’ de la inflación, que con el dato de marzo habría restado 94.530 millones de poder adquisitivo a esos ahorros. Para un ciudadano con 10.000 euros en el banco, el tijeretazo sobre su poder de compra rondaría los 980 euros. Es decir, con el mismo dinero podrá comprar menos cosas.

Con este telón de fondo, y teniendo en cuenta que la subida salarial de los trabajadores se quedará muy por debajo de la de los precios, los pensionistas serán los únicos que se libren del hachazo, tras la aprobación del nuevo mecanismo de revalorización que liga las pensiones al IPC.

Efecto cascada

El impacto se acelera en forma de cascada. A menor renta disponible, más se tira de ahorros para lo básico. En concreto, la tasa de ahorro de los hogares españoles cayó al 9,6% de su renta en el último trimestre de 2021, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) publicados esta semana, lo que supone 2,8 puntos menos que en el tercero. La cifra indica que parte del ahorro embalsado durante la pandemia ha comenzado a gastarse. Pero ni mucho menos con la intensidad esperada. De hecho, el dato supera todavía en una décima el registrado en 2009, en pleno derrumbe económico. El problema, además, es que todo apunta a que ese ahorro no se está transmitiendo hacia decisiones de compra o inversión que puedan animar la actividad, sino que se usa para pagar básicos. Facturas. Sobre todo entre los más vulnerables.

El Banco de España señala que el 20% de los hogares más pobres gasta una cuarta parte de sus ingresos en energía y alimentación, con lo que el impacto inflacionista es mucho mayor para ellos. Dificultades para ahorrar Los datos indican que los hogares que tienen dificultades para ahorrar subieron seis puntos durante 2021, hasta situarse en el 66% del total. Y el 8% de las familias reconoce que sufren «graves dificultades económicas» para llegar a fin de mes, dos puntos más que el año anterior.

Según un informe de la OCU, para el 43% de los hogares es difícil afrontar el pago de suministros básicos como el gas, la luz o el agua; y para un 30% la compra de alimentos básicos como la carne o el pescado.

Es evidente que el estallido de la guerra ha truncado la esperada ‘fiesta del consumo’ tras la pandemia y las familias siguen siendo muy conservadoras. Se gasta menos en el súper o se apuesta por productos más baratos. Y en el ocio, solo las rentas altas pueden aguantar el ritmo.

Este panorama implica un serio riesgo para una economía como la española, en la que el consumo pesa más del 60% del PIB. Es decir, es uno de los pilares para sostener la recuperación, junto a la inversión y a las exportaciones, dañadas también por el diferencial inflacionista con el resto de la eurozona.

El Gobierno confiaba en que el consumo repuntase este año un 6,9%, tras crecer ya un 8% en 2021. Pero todo hace prever que habrá que rebajar esa estimación en el nuevo cuadro macroeconómico y, por tanto, también la del crecimiento del PIB al 7% en 2022.

«Los hogares y las empresas experimentarán dificultades para anticipar los desarrollos económicos futuros, en particular sobre sus rentas», indican desde el Banco de España. Eso, a su vez, «pesará sobre las decisiones de consumo e inversión», insisten. Y esa incertidumbre de los distintos agentes y la desconfianza sobre el futuro inmediato es, en realidad, el auténtico lastre para reactivar el crecimiento.

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