Diario de León

Las prejubilaciones de la banca se topan con nuevos obstáculos

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Cada vez que se escuchan tambores de una fusión bancaria las plantillas se echan a temblar. No les falta razón. La experiencia les demuestra que cualquier integración se salda, entre otras muchas consecuencias, con ajustes de personal. Desde 2008, las entidades han reducido un 35% sus trabajadores hasta los 176.838 profesionales.

Hasta ahora, los empleados podían salir de sus empresas con unas condiciones que pocos ciudadanos conseguían en sus trabajos. Sobre todo porque las prejubilaciones que podían ofrecer los bancos les permitían un colchón para vivir con cierta comodidad hasta cobrar la pensión.

Pero ya ni siquiera esta opción es tan digerible para unas cuentas de resultados mermadas por el coronavirus y un futuro complejo. «Antes, los despidos se realizaban con prejubilaciones y bajas incentivadas, pero ahora ya no es tan fácil y este sistema habrá que intentar suavizarlo», explica Santiago Simón del Burgo, de Esado. Se refiere al alto coste que tienen que asumir. «Son una forma de solucionarlo muy lenta». Y ello a pesar de que con las integraciones en negociación la banca genera un fondo de comercio negativo: el valor en libros es inferior al de la operación. Así se crea un apunte contable (‘badwill’, en inglés) que les sirve para abonar indemnizaciones posteriores sin efecto real sobre sus resultados anuales.

Así se han materializado muchas fusiones en los últimos años. Aunque la calculadora ya no da para tanto. Cada vez más se eleva la factura y se restringen las posibilidades de ofrecer prejubilaciones ‘doradas’. Y el Gobierno quiere endurecer las anticipadas.

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