Diario de León
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Las reglas del Tratado de Maastricht fijaban una deuda máxima del 60% del PIB. España superó esa barrera en la anterior crisis. Se aproximó al 100% hasta el año pasado, con altibajos. Y ya mira a otra barrera, la del 120%. Cambios, pero sin estridencias Esa nueva mentalidad con respecto a la anterior recesión no tiene por qué derivar en la condonación de deuda que pedía el artículo de numerosos economistas y conocidos políticos hace unos días. Alcalá sostiene que si bien «la cancelación de la deuda que mantiene el BCE no es una buena solución, no podemos permitirnos, ni ahora ni en los próximos años, un recorte de gasto social o de las inversiones necesarias para adaptarnos a las grandes disrupciones tecnológicas y medioambientales que se van a materializar» en el futuro.

Sería recomendable una política fiscal para que el BCE «actúe contra los paraísos fiscales» a través de su supervisión bancaria. «Tendría un impacto positivo para que los Estados pudieran invertir» a medio plazo. Sin embargo, aplicar una quita ya serían palabras mayores, y los propios responsables comunitarios así como del BCE. Esa solución implicaría que el banco central tendría que apuntarse una pérdida; lo que en términos bancarios se denomina un crédito ‘fallido’. Disminuiría el propio capital del BCE, que tendría que ser repuesto a la vez por los Estados —a los que les acaba de perdonar— para recapitalizarse.

Un círculo vicioso que nadie contempla, a la espera de que remita la crisis y la deuda pueda comenzar a caer mientras las futuras generaciones se preparen para recibir esta herencia.

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