Diario de León

La agenda feminista se le atraganta al Gobierno por disputas internas, los tribunales y la calle

El cierre de filas con Montero tras el insulto de Vox no frena la bronca política ni la división por la ley trans y el ‘solo sí es sí’

Irene Montero, en el acto ‘Con todas, por todas’ contra la violencia machista en el Círculo de Bellas Artes en Madrid. BORJA SÁNCHEZ TRILLO

Irene Montero, en el acto ‘Con todas, por todas’ contra la violencia machista en el Círculo de Bellas Artes en Madrid. BORJA SÁNCHEZ TRILLO

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Cuentan que Irene Montero «está rota». Que la ministra de Igualdad y, con ella, todo su equipo atraviesan lo que salta a la vista —un trance político «muy complicado», sazonado además por el insulto proferido en su contra por la diputada de Vox Carla Toscano— y ello sobre el afilado camino de espinas por el que viene transitando Unidas Podemos al frente de un departamento de acusado simbolismo en el Gobierno con el PSOE. Sus defensores ven en «la cacería» por la convulsa aplicación de la ley del ‘solo sí es sí’ el remate a tres años de legislatura en los que la derecha, pero también sectores del progresismo han intentado erosionar a Montero presentándola como una sectaria y una incapaz. Al otro lado, quienes la cuestionan observan en su gestión una proyección de los males que aquejan a Unidas Podemos: radicalidad ideológica, altanería y adanismo.

El hecho es que la agenda feminista, proclamada como uno de los hitos de su mandato, se le está atragantando al Ejecutivo de Pedro Sánchez con epicentro en un desafío tan hiriente para las víctimas y socialmente muy sensible como la rebaja de penas a los delincuentes sexuales ya condenados. Desde hace trece días, cuando estallaron informativamente las primeras atenuaciones de sentencia, el presidente se ha centrado en contener la implosión en su Consejo de Ministros por la vía de defender la pertinencia de la ley —y con ella a Montero— y derivando a una cuestión jurídica en manos de la Fiscalía y del Supremo lo que la oposición, pero también socios como el PNV, interpretan como una clara falla política en la elaboración de una norma estelar de Igualdad.

Sánchez ha logrado que las posibles diferencias sobre las previsiones del ‘solo sí es sí’ —ya escenificadas en su gestación, exacerbadas en la regulación de los derechos de las personas LGTBI y afloradas también en los cambios normativos vinculados al aborto— no revienten, por ahora, la campana de cristal de la Moncloa. El ala socialista del Ejecutivo, que no ha cerrado la puerta a tener que reformar la ley sobre la garantía de la libertad sexual —enmienda que Igualdad ni contempla—, cerró filas el viernes, día internacional contra la violencia machista, con una Montero vilipendiada por la ultraderecha.

Pero ese arropamiento apenas enjugó la cadena de pronunciamientos de audiencias provinciales desmarcándose de los criterios con que Igualdad y la Fiscalía pretenden impedir la rebaja de penas.

Si la decantación de los jueces ya emborronaba para el Gobierno la emblemática conmemoración del 25-N, la división escenificada después en las calles por el movimiento feminista y sus figuras institucionales evidenció que Sánchez tiene una puntiaguda piedra en el zapato.

Tres ministras —Nadia Calviño, Isabel Rodríguez y Reyes Maroto— macharon tras la pancarta del PSOE mientras históricas del partido alentaban la exigencia de dimisión de Montero por la autodeterminación de género de la ley trans, todo bajo la perturbación por la rebaja de penas del ‘solo sí es sí’. La titular de Igualdad estaba en otra manifestación.

El ataque machista de Vox ayuda a enladrillar las paredes defensivas con las que Igualdad, muy a la contra ante las críticas en aluvión, y el resto del Gobierno intentan aplacar el escándalo en torno al ‘solo sí es sí’. Pero son más difíciles de afrontar y encauzar las disensiones que provienen del propio progresismo feminista, que han provocado una quiebra sin precedentes en el PSOE sobre la ley trans —dilatada en el Congreso por los de Sánchez para dotarla de mayor seguridad jurídica— y tras las que se atisban, también, las distintas tonalidades del violeta con que argumentan y actúan las mujeres socialistas del Consejo de Ministras y las de Unidas Podemos.

En las filas de estas últimas cunde la convicción de que un sector representativo e influyente del PSOE —la figura a la que se apunta, invariablemente, es la exvicepresidenta Carmen Calvo— no ha podido tragar en toda la legislatura con que Sánchez cediera las políticas de Igualdad al partido de Pablo Iglesias y hoy de Ione Belarra. Pero esta pugna, que «está resquebrajando» la hoja de ruta compartida del feminismo y en la que laten sus dilemas contemporáneos, también salpica internamente a los morados, señalados por el machismo que se achaca a Iglesias por sus arremetidas contra la vicepresidenta Yolanda Díaz y su intervencionismo en una dirección comandada por mujeres.

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