Arrimadas descarta dimisiones y culpa a Rivera

Las costuras de Ciudadanos han vuelto a saltar por los aires. El descalabro en las elecciones catalanas, donde los liberales se dejaron treinta escaños y casi un millón de papeletas, ha desatado todas las tensiones larvadas desde hace meses y ha puesto a Inés Arrimadas contra las cuerdas. Un sector crítico dentro de la formación y varios cargos públicos exigen depurar responsabilidades políticas y reclaman las dimisiones del vicesecretario general, Carlos Cuadrado, y de su adjunto, José María Espejo. Culpan a ambos dirigentes tanto de la deriva de Ciudadanos en su aproximación al Gobierno, que no siempre se ha entendido en las filas liberales, como de la «nefasta» campaña que ha contribuido a que la formación se desengrase a izquierda y a derecha, con un amplio trasvase de votos hacia el PSC y Vox.

Sin embargo, Arrimadas no está por la labor de prescindir ni de Cuadrado ni de Espejo, sus dos hombres de máxima confianza, y hoy buscaba culpables en otro lugar para justificar el desastre. La baja participación, solo el 53,42% de los electores acudieron a las urnas, y la herencia recibida de su mentor, Albert Rivera, es el clavo ardiendo al que se agarra la líder de Ciudadanos para intentar frenar las presiones internas.

Arrimadas ha hecho a su partido, a todos los sectores, una llamada a la calma, o a la disciplina, según se vea.