Diario de León
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Texto Un cambio de rasante

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-Pese al ruido de la política española, la previsible luz verde a los Presupuestos abre una nueva etapa y va a permitir al Gobierno de coalición un parapeto para resistir al serio desgaste que se avecina Madrid, 31 oct. (COLPISA, Alberto Surio) Si resistir es avanzar, la luz verde al estado de alarma en el Congreso ofrece una señal valiosa que empuja la negociación de los Presupuestos Generales del Estado. El Ejecutivo de Pedro Sánchez ha conseguido trenzar un bloque heterogéneo, que va desde Ciudadanos a ERC pasando por el PNV, PDeCAT y otros partidos regionalistas. Se trata de una mayoría más amplia que la que hizo presidente a Sánchez en enero. El pleno sirvió para que hasta sus aliados mostrasen ácidas críticas al presidente. Sobre todo por su ausencia durante el pleno, un error político que Sánchez puso en bandeja a la estrategia de la oposición.

En cualquier caso, el Gobierno afronta la negociación presupuestaria con serias expectativas de sacar adelante el proyecto y se envuelve en un relato: defiende el proyecto «más social» de la historia, en el año más difícil, ante la mayor calamidad en el último siglo, salvo la Guerra Civil. En la noche del lunes, Iván Redondo, director de gabinete de Sánchez, y Juanma del Olmo, asesor de gabinete de Pablo Iglesias, cerraban el acuerdo tras una áspera negociación. A Unidas Podemos le interesaba proyectar la escenografía de un tenso pulso para capitalizar políticamente la orientación social y progresista de la iniciativa. Sobre todo en lo relativo al control de los alquileres o a la implementación del Ingreso Mínimo Vital, que tropieza con una inexplicable lentitud administrativa. Las novedades fiscales, aunque aparcan una reforma tributaria más ambiciosa, responden más a la necesidad de introducir determinados iconos de redistribución de la riqueza y equidad social. Tocar el IRPF a las rentas superiores a 200.000 euros tiene poco efecto cuantitativo pero contribuye a una determinada narrativa en la que el Gobierno de coalición se siente cómodo.

Mientras tanto, una parte de la derecha sigue enrocada en un discurso de estigmatización del Ejecutivo, tildándole de una forma burlona y caricaturesca de ‘socialcomunista’ y bolivariano. Algunos rivales de Sánchez, a pesar de tener un terreno abonado para censurar sus déficits de gestión, se inclinan por una dialéctica tan ideologizada que desfigura la discusión. La puesta en marcha del Ingreso Mínimo Vital o el aumento de la pobreza infantil en el último informe de Unicef en España a partir de la brecha abierta por la pandemia, podrían servir para reforzar una táctica inteligente de presión. Pero se opta por un discurso bronco de brochazo que sirve al Ejecutivo para sellar su unidad con un pegamento poderoso.

Los Presupuestos van a salir previsiblemente adelante y esta luz verde supone una clara señal de que la legislatura tiene recorrido. Incluso puede dar alas a quienes, como Pablo Iglesias, han trazado un proyecto a largo plazo de dos legislaturas de coalición con el PSOE -ocho años- para asentar una dinámica de cambio que no sea meramente cosmética. Los agoreros que pronosticaban que este Gobierno iba a salir carbonizado en los primeros meses por las desavenencias entre sus socios, las mismas que no iban a permitir dormir tranquilo a Sánchez, se han desplomado como un castillo de naipes. Con Presupuestos aprobados, el Ejecutivo en minoría parlamentaria no va a tener enfrente una mayoría que le tumbe en una moción de censura y dispondrá de suficiente margen de maniobra para durar, aunque el desgaste que se avecina vaya a ser muy potente, con el país aún resentido por los efectos de la crisis de la covid. Los incidentes que comienzan a aflorar contra el estado de alarma en algunas ciudades podrían ser la punta del iceberg de un descontento imprevisible contra el sistema. El momento es muy frágil e incierto. Pero tenemos una certeza: la receta de la austeridad de la crisis de 2008 se ha venido abajo y el gasto público se antoja imprescindible. Todos se han hecho socialdemócratas, desde los comunistas nostálgicos hasta los liberales o los conservadores. La intersección entre las tesis del PSOE y las de Unidas Podemos en un relato socialdemócrata de izquierda, fruto de la relación de fuerzas, constituye una experiencia inédita en el espacio progresista de la UE, en donde durante años se construyó el imaginario de que no había margen de maniobra para hacer cosas diferentes a la austeridad. El escenario ha cambiado drásticamente con la llegada de la pandemia y la defensa activa de lo público se convierte en un nuevo paradigma, un cambio de rasante ideológico. Solo falta que el malestar con la política no derive en una curva peligrosa, en una impugnación de la democracia en favor de esos autoritarios y negacionistas, agazapados en la barrera de la historia y que sueñan con un triunfo electoral de Trump el martes.

10/31/17-06/20

NAC

Si resistir es avanzar, la luz verde al estado de alarma en el Congreso ofrece una señal valiosa que empuja la negociación de los Presupuestos Generales del Estado. El Ejecutivo de Pedro Sánchez ha conseguido trenzar un bloque heterogéneo, que va desde Ciudadanos a ERC pasando por el PNV, PDeCAT y otros partidos regionalistas. Se trata de una mayoría más amplia que la que hizo presidente a Sánchez en enero. El pleno sirvió para que hasta sus aliados mostrasen ácidas críticas al presidente. Sobre todo por su ausencia durante el pleno, un error político que Sánchez puso en bandeja a la estrategia de la oposición.

En cualquier caso, el Gobierno afronta la negociación presupuestaria con serias expectativas de sacar adelante el proyecto y se envuelve en un relato: defiende el proyecto «más social» de la historia, en el año más difícil, ante la mayor calamidad en el último siglo, salvo la Guerra Civil. En la noche del lunes, Iván Redondo, director de gabinete de Sánchez, y Juanma del Olmo, asesor de gabinete de Pablo Iglesias, cerraban el acuerdo tras una áspera negociación. A Unidas Podemos le interesaba proyectar la escenografía de un tenso pulso para capitalizar políticamente la orientación social y progresista de la iniciativa. Sobre todo en lo relativo al control de los alquileres o a la implementación del Ingreso Mínimo Vital, que tropieza con una inexplicable lentitud administrativa. Las novedades fiscales, aunque aparcan una reforma tributaria más ambiciosa, responden más a la necesidad de introducir determinados iconos de redistribución de la riqueza y equidad social. Tocar el IRPF a las rentas superiores a 200.000 euros tiene poco efecto cuantitativo pero contribuye a una determinada narrativa en la que el Gobierno de coalición se siente cómodo.

Mientras tanto, una parte de la derecha sigue enrocada en un discurso de estigmatización del Ejecutivo, tildándole de una forma burlona y caricaturesca de ‘socialcomunista’ y bolivariano. Algunos rivales de Sánchez, a pesar de tener un terreno abonado para censurar sus déficits de gestión, se inclinan por una dialéctica tan ideologizada que desfigura la discusión. La puesta en marcha del Ingreso Mínimo Vital o el aumento de la pobreza infantil en el último informe de Unicef en España a partir de la brecha abierta por la pandemia, podrían servir para reforzar una táctica inteligente de presión. Pero se opta por un discurso bronco de brochazo que sirve al Ejecutivo para sellar su unidad con un pegamento poderoso.

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