Diario de León

El cordón sanitario del secesionismo contra el PSC eleva la tensión de la campaña

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El cordón sanitario que el secesionismo ha levantado contra el PSC, en el que todas las fuerzas independentistas se comprometen a no pactar con los socialistas tras el 14-F, retrotrae a la política catalana de inicios de siglo y apunta a que la dinámica de bloques puede mantenerse después de los comicios del domingo. En 2006, Artur Mas firmó ante notario que no pactaría con el PP. Dos legislaturas después, si te he visto no me acuerdo. Es más, en 2012 puso en marcha el proceso secesionistas mientras gobernaba de la mano de la entonces líder PP catalán, Alicia Sánchez Camacho.

El independentismo vuelve a apostar por el cordón sanitario como golpe de efecto al final de la campaña. Pero el día después de que JxCat, ERC, PDeCAT, la CUP y Primaries hicieran público un manifiesto en el que prometen por escrito que «sea cual sea la correlación de fuerzas surgida de las urnas, en ningún caso se pactará la formación de Govern con el PSC», dirigentes de distintos colores, como Pablo Iglesias, Carlos Carrizosa o Alejandro Fernández, advirtieron de que después del 14 de febrero será «papel mojado». Entre otras cosas, porque esos pactos entre independentistas y socialistas ya existen, como el de ERC y el PSOE en el Congreso o Junts y el PSC en la Diputación de Barcelona.

Está por ver qué efectos tiene el manifiesto y si le servirá incluso a Illa para movilizar a la parroquia no soberanista, que según las encuestas es la más perezosa para ir a votar. De momento, ha animado la recta final de la campaña, no ha rebajado los recelos entre JxCat y ERC, y deja entrever nervios en las filas independentistas ante el triple empate que reflejan los sondeos entre socialistas, republicanos y posconvergentes.

La campaña empezó como un ‘todos contra Illa’ y acaba igual, pero con aún más intensidad contra el candidato socialista, que aprovechó para apelar al voto útil no secesionista y para presentarse como la única alternativa al proyecto soberanista, que a su juicio es de «bronca» y «confrontación», y del que es necesario pasar página cuanto antes.

El exministro, en el centro de la polémica también por no haberse hecho una prueba de antígenos antes del debate de TV3, calificó el manifiesto secesionista de «foto de Colón» de los independentistas», en referencia a la imagen que PP, Ciudadanos y Vox exhibieron en una manifestación celebrada en Madrid contra el Gobierno por sus cesiones al independentismo. Un pacto «anti-Illa», dijo, que representa la «perpetuación del odio, de la confrontación y de la decadencia». «Quieren más de lo mismo», remató.

En la órbita de Esquerra fruncían ayer el ceño con el manifiesto, pues veían la sombra alargada de Carles Puigdemont. Aunque ERC insistió en que su posición y su negativa a pactar con los socialistas es definitiva. Y que si ha firmado el documento es porque el partido «tiene palabra» y esta es la estrategia que ha defendido durante la campaña.

JxCat duda JxCat, no obstante, volvió a dejar caer que los republicanos tienen segundas intenciones. El argumento que puso sobre la mesa Laura Borràs fue que el firmante republicano del documento no fue Pere Aragonès, como es el caso de los otros cuatro, que sí son los cabezas de cartel. El que estampó su rúbrica fue Sergi Sabrià, director de la campaña. La explicación que dieron en ERC fue que los impulsores de la iniciativa, un pequeño y desconocido colectivo llamado Catalanes por la Independencia, creado por exdirigentes de la ANC críticos con la dirección, se presentaron en la sede de ERC para pedirles que firmaran el manifiesto. Y como Aragonès estaba en un mitin, tuvo que firmar Sabrià.

No se trata en esta caso de un documento suscrito en un acto solemne por las cinco formaciones, como sí fue el veto de Mas a pactar con el PP o el mismo Pacto del Tinell, de 2003, escenificado con toda la pompa.

El manifiesto es una hoja sin más con unas casillas para las firmas. Aragonès, en cualquier caso, y para los que aún tienen dudas de qué hará ERC si gana los comicios y necesita los votos de los socialistas, dio una vuelta de tuerca y aseguró hoy que «no aceptará los votos del PSC para su investidura». Esquerra se cierra puertas en vísperas de las elecciones, entre el temor a que JxCat consume un adelantamiento final como el de 2017, y por las dudas que tienen en torno a 300.000 votantes indecisos del mundo soberanista a tres días de los comicios. Laura Borràs añadió presión sobre Esquerra y le exigió que amplíe el cordón sanitario y lo haga extensivo al Congreso para que los republicanos dejen de apoyar al Gobierno de Pedro Sánchez.

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