Diario de León

El drama de los migrantes se encarna ahora en la muerte de la niña de 2 años

En 2020, 1.717 personas perdieron la vida cuando intentaban alcanzar las costas españolas

Imagen de los sanitarios de Cruz Roja con la pequeña fallecida. ÁNGEL MEDINA

Imagen de los sanitarios de Cruz Roja con la pequeña fallecida. ÁNGEL MEDINA

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No hubo milagro. Tras casi una semana luchando por su vida, las autoridades sanitarias de las Islas Canarias informaron del fallecimiento de la pequeña de dos años que fue reanimada ‘in extremis’ sobre el suelo del muelle de Arguineguín (Gran Canaria). La menor, procedente de Malí, llegó a tierra en parada cardiorrespiratoria tras cinco jornadas de travesía por las aguas del Atlántico en busca de un futuro que se ha visto truncado de raíz. Voluntarios de la Cruz Roja lograron devolverle el aliento, al menos por unas jornadas más.

El grito de «está viva» abrió el hilo de una esperanza que este domingo se desvaneció por completo para la pequeña, que desde su rescate permanecía hospitalizada en estado crítico. Junto a esta niña viajaban otros ocho menores de edades comprendidas entre uno y trece años. También 29 mujeres, una de ellas embarazada, y 14 hombres. Cinco de los tripulantes fallecieron durante aquellos interminables días y sus cuerpos fueron arrojados al mar por sus compañeros.

La única buena noticia, señalaron fuentes sanitarias del archipiélago, es que el resto de menores se encuentran fuera de peligro y podrían recibir el alta a lo largo de esta semana. Una de ellas es Nabody. En un principio se identificó a esta otra niña con la fallecida, pero fue un error. Y es que, resaltan los sanitarios, es casi imposible identificar a los menores de edad cuando no se encuentran junto a sus familiares. Debido al fallo, las autoridades tardaron en encontrar a la madre de la fallecida, quien finalmente sí pudo despedirse de su hija antes de certificarse su muerte.

El impacto de esta nueva muerte pone de relieve la presión a la que las mafias de tráfico de personas están sometiendo a las Islas Canarias. Si se refuerza la vigilancia, se hace partir a las pateras desde puntos más lejanos, lo que alarga la travesía durante jornadas. Es entonces cuando se acaban los alimentos y el agua dulce, y, cuando este punto se alcanza, son muchos los migrantes que ante la desesperación optan por beber directamente del mar, lo que acelera el proceso de deshidratación. Luego está la exposición al Sol durante el día y a la hipotermia por el frío durante la noche, unas condiciones especialmente extremas para los más pequeños, algunos de los cuales viajan sin la protección de sus progenitores, a los que los traficantes en muchas ocasiones separan en los puertos de emisión de las embarcaciones.

Las autoridades políticas lamentaron de forma unánime la muerte de la niña. «No hay palabras para describir tanto dolor. Gracias, de corazón, a quienes han luchado hasta el final por salvar su vida», señaló el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Para Pablo Casado, se trata de una muerte «desgarradora». Pero, mientras los políticos se lamentan, las aguas del Atlántico, de forma inmisericorde, se siguen cobrando vidas y sueños. Temor a otro 2006 El ritmo de llegadas de pateras y cayucos a Canarias durante las últimas semanas no solo muestra una reactivación de esta ruta clandestina a Europa, sino que además hace temer que se repitan las cifras de un 2006 en el que más de 31.000 migrantes llegaron a las islas. De momento, los servicios de acogida ya se encuentran desbordados y el Gobierno insular pide un día sí y al otro también el traslado de rescatados a la Península.

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