Diario de León

Ermua revive su espíritu en el homenaje de Estado a Miguel Ángel Blanco

Los vivas al rey y los abucheos a Sánchez marcan los actos

Blanco y detrás las manos blancas, símbolo contra ETA. JAVIER ETXEZARRETA

Blanco y detrás las manos blancas, símbolo contra ETA. JAVIER ETXEZARRETA

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La construcción de un polideportivo municipal en Ermua fue uno de los deseos que motivó la forzosamente breve carrera política de Miguel Ángel Blanco. Un cuarto de siglo después, ese centro con el que tanto soñó lleva su nombre y dispone de unas modernas instalaciones que lo mismo pueden albergar clases de ‘spinning’ que todo un homenaje de Estado al joven edil del PP asesinado por ETA. Por un día, la cancha habilitada para partidos de baloncesto y balonmano se convirtió en un escenario de respetuosa solemnidad y unidad política frente a la barbarie de la violencia. Una muestra de que, pese a las divisiones y las ausencias, la localidad vizcaína conserva aquel espíritu que acabó torciendo el brazo al terrorismo.

Los balcones de la calle San Pelayo, enfrente del polideportivo y de la escultura de homenaje a las víctimas, anticipaban desde horas antes la celebración de algo importante. Los vecinos se asomaban para aguardar la llegada de las autoridades entre banderas de España —una de ellas, republicana— y alguna ikurriña.

La expectación era máxima en un municipio tomado por un gran despliegue policial y extraordinarias medidas de seguridad desde primera hora de la mañana. La espera se hizo larga y predominó un silencio sólo interrumpido por un espontáneo al grito de «¡Sánchez, ¿a qué vienes?!». Al presidente del Gobierno aún le restaba media hora de autopista para llegar al lugar.

La representación política desembarcó con cuentagotas y con las declaraciones preparadas. Andoni Ortuzar (PNV) avisó de que no era el día «para buscar las discrepancias», Eneko Andueza (PSE-EE) celebró la «oportunidad para reforzar nuestra convivencia» y Pilar Garrido (Podemos) reivindicó «una sociedad con memoria como garantía de no repetición». Más críticos fueron Carlos Iturgaiz (PP), que advirtió a Sánchez de que «acudir a Ermua con las víctimas y pactar con los verdugos no cabe en democracia», e Inés Arrimadas (Cs), quien le acusó de tener «pocos escrúpulos» por «pactar la desmemoria» con la izquierda abertzale. Ni EH Bildu ni Vox estuvieron presentes en un acto al que tampoco acudieron la AVT ni Dignidad y Justicia.

Uno de los grandes protagonistas de la jornada fue Alberto Núñez Feijóo, que fue recibido por Iturgaiz y Marimar Blanco. «¿Por aquí vivías?», se interesó el jefe de la oposición. «Al otro lado», señalaba la hermana del edil asesinado. «En lo alto», concretaba el líder de los populares vascos. El presidente nacional del PP estrechó después la mano de los representantes del Gobierno vasco, a los que no parecía identificar bien. «Ésta es la vicelehendakari Idoia Mendia», le presentó Josu Erkoreka. «¡Ah! Encantado», respondió con gesto de sorpresa.

A quien sí conocía bien el exmandatario gallego era a Iñigo Urkullu, con el que mantuvo una larga y amistosa charla. Situados al lado en el comité de bienvenida a Sánchez y don Felipe, el lehendakari y Feijóo no se separaron y exhibieron una gran complicidad que desde luego no reeditaron a la llegada del presidente del Gobierno. El mandatario socialista tuvo un recibimiento gélido en el que nadie aplaudió ni abucheó. Esa reacción no se repitió cuando volvió a salir para la ofrenda floral. Entonces sí hubo pitos y se escucharon gritos de «¡fuera, fuera!».

Completamente distinta fue la recepción al Rey, del todo calurosa, y no sólo por los más de 30 grados que registraban los termómetros en Ermua bajo un sol de justicia. Decenas de vecinos que esperaban tras las vallas con una pancarta en la que se leía ‘Felipe VI une. La Corona une’, algunos megáfono en mano, no pararon de lanzar vivas. Al rey, pero también al ‘espíritu de Ermua’, a la libertad, al País Vasco y a la Ertzaintza. Los gritos de apoyo y muestras de cariño no se detuvieron ni siquiera durante el aurresku de honor, tras el cual el Rey Felipe bromeó brevemente con el dantzari.

El acto en sí, que se prolongó durante una hora, fue una sucesión de declaraciones de las autoridades, testimonios de víctimas y una entrega de insignias a la Corporación de Ermua en 1997. La de Miguel Ángel Blanco la recibió su hermana, visiblemente emocionada. Arriba, en una sala con cintas de correr y bicicletas estáticas precintadas, más de 120 periodistas acreditados siguiendo cada detalle.

El homenaje terminó donde había empezado, en la escultura de Agustín Ibarrola, con una ofrenda en la que las autoridades depositaron rosas rojas junto a un pebetero.

Ha pasado un cuarto de siglo y desde entonces se han celebrado innumerables homenajes con sus consiguientes discursos en recuerdo de Miguel Ángel Blanco. Todo parece estar ya dicho, pero en estos 25 años han nacido miles de jóvenes que no padecieron aquellos luctuosos días de 1997. «Hoy crece una generación que no ha vivido en una España cercada por el terrorismo y esa es una inmensa alegría», dijo Pedro Sánchez, «pero hay que seguir contando esta historia y que la sociedad no olvide».

En su discurso, el presidente del Gobierno insistió en la necesidad de mantener viva la memoria de las víctimas del terrorismo. Su intervención fue una oda al ‘espíritu de Ermua’. «Algo cambió para siempre. Desde entonces fuimos un país distinto que nunca más se doblegaría ante el terror», evocó. «Todos recordamos dónde estábamos aquel día».

Sánchez evitó entrar en polémicas tras una semana en la que el PP había redoblado su presión para que zanje sus pactos con EH Bildu. No contestó a Marimar Blanco, que la víspera se lo había pedido expresamente y ayer lo repitió. «No podemos permitir que se borre a los culpables», dijo Blanco, que pidió «unidad política y social» y que «no se olvide tanto dolor ni se silencie nuestra voz».

Durante su discurso, Marimar Blanco evitó un choque directo con el presidente del Gobierno. Blanco terminó su intervención alzando la voz en favor del recuerdo de todas las víctimas y recordando que «los fines que perseguían los crímenes siguen más vivos que nunca».

«No podemos permitir que se olvide tanto dolor, que se borre a los culpables y que se silencie nuestra voz, porque importa. Pedimos que se haga justicia con arreglo a las leyes, las que no cumplieron los terroristas», zanjó la hermana del concejal ejecutado por ETA ayer hacía 25 años.

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