Diario de León

De la gloria al infierno en una semana

Confiado aún en el «cambio de ciclo» tras el 13-F, el presunto espionaje a Ayuso acaba por precipitar el abrupto final del liderazgo de Casado

Pablo Casado recibe el aplauso de sus diputados, que horas antes le habían dejado caer. CHEMA MOYA

Pablo Casado recibe el aplauso de sus diputados, que horas antes le habían dejado caer. CHEMA MOYA

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Hace tanto que la política española se mueve a un ritmo tan frenético que cuesta pararse a pensar que Pablo Casado haya descendido de la gloria al infierno en una sola semana.

El miércoles 16 de febrero llegó triunfal al Congreso, jactándose de una nueva victoria electoral del PP que, a su modo de ver y pese a lo ajustado del resultado y el auge de Vox, venía a colocar una baldosa más en su anhelada senda hacia La Moncloa. Siete días más tarde, a la misma hora, el todavía jefe de la oposición abandonaba el hemiciclo por última vez sin mirar atrás, abandonado por su partido y abocado al precipitado fin de su carrera política.

UN CAMBIO DE CICLO PERO NO

EL QUE PABLO CASADO ESPERABA

Si Casado confiaba en que los comicios de Castilla y León dieran paso a un «cambio de ciclo», ha visto cumplida la aspiración, aunque en un sentido diametralmente opuesto al deseado.

La «picadora de carne», tal y como lo describía una diputada de otras siglas, apretó el botón de encendido apenas 72 horas después del cierre de los colegios electorales. Ese mismo 16 de febrero, por la noche, trascendía la presunta trama de espionaje a Isabel Díaz Ayuso orquestada por Génova. En el punto de mira, un contrato de compra de mascarillas adjudicado en pleno confinamiento y que habría beneficiado al hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Los movimientos se suceden de manera acelerada. La dirección nacional del PP lo desmiente al momento y, a la mañana siguiente, el alcalde José Luis Martínez-Almeida niega que la Empresa Municipal de Vivienda (EMV) del Ayuntamiento de Madrid hubiera contratado a una empresa de detectives para investigar a Tomás Díaz Ayuso. Sin embargo, su mano derecha, Ángel Carromero, señalado como supuesto inductor, presenta su dimisión como coordinador de Alcaldía. Con todo, la escandalera mayor aún estaba por llegar.

LA GUERRA TELEVISADA

Dispara primero la principal aludida. En una comparecencia sin preguntas, Ayuso aparca cualquier atisbo de paz: «Nunca pensé que la dirección de mi partido iba a actuar de forma tan cruel contra mí».

La presidenta autonómica señala directamente a Casado en una indisimulada declaración de guerra. Génova tarda unas horas en dar la batalla. El secretario general, Teodoro García Egea, anuncia la apertura de un expediente a la mandataria madrileña y amaga con su expulsión del PP por no haber aclarado las presuntas irregularidades del contrato a instancias del presidente del partido.

El enfrentamiento sube de nivel el viernes con la entrada en escena del propio Casado. «La cuestión es si cuando morían 700 personas al día se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000 euros», lanza en una entrevista en Cope. Ayuso entra en directo a la carrera y por primera vez admite que su hermano cobró en la operación denunciada, pero desestima cualquier implicación personal suya y defiende la legalidad de la operación. En un comunicado, reduce el montante a 55.850 euros más IVA y lo justifica por «gestiones realizadas para conseguir el material de China y su traslado a Madrid».

CARA A CARA DE LOS RIVALES EN

LA SÉPTIMA PLANTA DE GÉNOVA

Ese mismo día por la tarde, en una cita de la que nada se sabría hasta el sábado, Casado y Ayuso se ven las caras en la séptima planta de Génova. El líder del PP es sabedor de que la cuestión se le ha ido de las manos —algunos barones empiezan a pedir ya responsabilidades—, así que decide dar por buenas las explicaciones de la presidenta madrileña y zanjar por la vía rápida el expediente. Pero la crisis se cierra en falso. A mandatarios territoriales y dirigentes históricos no les basta. Y en la calle, 3.000 personas se concentran el domingo por la mañana frente a Génova en apoyo a Ayuso.

El comité de dirección se reúne el lunes a la mañana y es entonces cuando Casado comienza a percibir su soledad. No acude Almeida, que renuncia al día siguiente a su cargo como portavoz nacional. Le dan la espalda algunos de sus colaboradores más estrechos, como Cuca Gamarra, Javier Maroto y Ana Pastor. Y para colmo, la vía de un congreso extraordinario para elegir nuevo líder se abre paso a toda velocidad por las organizaciones territoriales.

Para el martes, el clamor encabezado por Alberto Núñez Feijóo es absoluto. Hasta Fernando López Miras, barón fiel entre los fieles, acaba rindiéndose a la evidencia.

Casado se atrinchera e incluso sacrifica a García Egea, a quien todos apuntan como principal responsable. Pero ni siquiera la dimisión a cámara lenta del secretario general, consumada el martes por la tarde tras horas de rumores, sirve de parche. No hay vuelta atrás y el presidente del PP termina por asumir que caerá irremediablemente. Pero ahí es cuando empieza también su resistencia final. Busca una salida digna y acude a la sesión de control del Congreso para cumplir con su cometido hasta el último minuto.

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