Diario de León

El Gobierno llega al 8-M sin cerrar la pugna por la ley de libertad sexual

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La herida entre el PSOE y Podemos a cuenta del contenido y la redacción de la ley de libertad sexual sigue abierta, y la proximidad del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, no parece ser argumento suficiente para tratar de cerrarla con premura. Al contrario. Un día después de que el Consejo de Ministros aprobara el discutido anteproyecto elaborado por el Ministerio de Igualdad y de que la portavoz gubernamental tratara de dar por zanjada la disputa interna con el argumento de que no hay leyes de unos u otros sino de todo el Ejecutivo, los dardos entre miembros de la coalición siguieron volando.

No es ya que en el PSOE no quisieran dejar sin contestación el ataque explícito de Iglesias al ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, el responsable de un largo y prolijo informe, publicado por la Cadena Ser, en el que se enumeraban todas las deficiencias contenidas en el borrador original de la iniciativa presentada por Irene Montero. Es que ayer el portavoz parlamentario de Podemos, Pablo Echenique, prosiguió con los reproches. Si su jefe de filas había argumentado que «en las excusas técnicas hay mucho machismo frustrado», él añadió que «cuando las mujeres redactan una ley (en clara alusión a su compañera Montero) parece que hace falta que venga un machote y te diga: ven que ya te la arreglo yo y te explico cómo hay que hacer las cosas».

El aludido aprovechó su presencia en un desayuno informativo del líder de los socialistas gallegos, Gonzalo Caballero, para replicar que lo que ha ocurrido con este texto normativo no tiene nada de excepcional y que todas las iniciativas del Gobierno que afectan a varios ministerios son sometidas a supervisión y retocadas para pulir errores. «Lo que ha habido -dijo quitando hierro al asunto-son los procesos ordinarios de mejora».

Sobre el papel, efectivamente, todos los Ejecutivos funcionan así y, como subrayó el ministro, casi siempre es a Hacienda y a Justicia a quienes les corresponde desempeñar el papel de «antipáticos». La diferencia, en este caso, está en que la norma partía de un socio de la coalición y las correcciones de otro. Y, sobre todo, en que una parte decidió hacer público lo que podía haberse quedado en un cabreo sordo.

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