Diario de León

El Gobierno ningunea la amenaza de ERC y las divergencias con UP

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Para el Gobierno el voto contrario en el Parlamento Europeo de Unidas Podemos a despojar de la inmunidad a Carles Puigdemont y la amenaza de Esquerra de revisar la alianza con los socialistas por su apoyo al suplicatorio son incidentes menores. Nada que ponga en peligro la coalición ni debilita la relación con los socios de la investidura. La portavoz gubernamental recurrió a todos los trucos dialécticos para relativizar el enésimo encontronazo con el partido de Pablo Iglesias y para situar en el marco de los gajes de las relaciones políticas el aviso republicano.

María Jesús Montero defendió hoy que la estabilidad del Gobierno está por encima de los avatares del día a día y no iba a bajar al barro para defender ante Esquerra el apoyo de los socialistas a levantar la inmunidad de Puigdemont. Unas horas antes, el portavoz republicano en el Congreso había avisado: «Si siguen así lo acabarán celebrando en sus casas, y no en Moncloa». Se refería a «la celebración» del Gobierno por la aprobación del suplicatorio para que el expresidente catalán sea juzgado en España por el referéndum del 1-O. Gabriel Rufián acompañó el aviso con una advertencia: «Tanto va el cántaro a la fuente...»

Sonó a lo que sonó, pero Montero lo encajó con una sonrisa. «No me lo tomo como una amenaza» porque, razonó la portavoz, solo es la «expresión de un lógico malestar» de Esquerra con la postura de los socialistas. «No va a afectar para nada a las relaciones», apostilló Montero. Unas relaciones que desde las elecciones catalanas no han hecho más que enfriarse, en buena medida por la presión que ejercen Junts y la CUP sobre Pere Aragonès para que Esquerra rompa con los socialistas en el Congreso. La contrapartida sería el apoyo a su investidura como presidente de la Generalitat. Una situación que debería de preocupar al Gobierno porque el de Esquerra, con sus 13 diputados, es un apoyo capital para su estabilidad. Una ruptura, además, arrastraría a otras fuerzas y dejaría a Sánchez a la intemperie parlamentaria. Pero la Moncloa no aprecia razones para intranquilizarse.

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