Diario de León

Gobierno y PP van al choque ante un otoño preelectoral con la inflación como ariete

Sánchez y Feijóo difieren hoy en las medidas para combatir la crisis y en quién defiende mejor a las clases medias

El presidente nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, en una imagen de esta semana. ANDREU DALMAU

El presidente nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, en una imagen de esta semana. ANDREU DALMAU

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En este verano abrasador y ambiguo, entre el ‘carpe diem’ pospandemia y las apreturas provocadas por la inflación, el Gobierno insiste en que continúa esperando al PP para explorar consensos y el primer partido de la oposición incide en que mantiene la mano tendida en busca de ese mismo entendimiento en los asuntos con relevancia de Estado. Pero los apenas 4,4 kilómetros que separan el Palacio de la Moncloa de Génova 13, el cuartel general de los populares, están adoptando los perfiles escarpados de un abismo político. De una honda división en torno a la inquietud prioritaria de este trance histórico que no solo alcanza a la retórica partidaria, casi siempre encendida, sino a algo más profundo: el diagnóstico de la crisis y la estrategia para combatirla.

A horas de sumergirse en el agosto veraniego, España es hoy un país que recupera cifras turísticas de antaño, al compás del crecimiento económico tras lo peor de la covid-19, mientras padece al llenar la cesta de la compra y el depósito de gasolina una inflación situada en el 10,8%, el listón más gravoso en 38 años. Es decir, un país que parece decidido a disfrutar de su pimer estío normalizado desde que el coronavirus secuestró la vida de todos en 2020, al tiempo que coge fuerzas para un otoño que se prevé gélido por la amenaza de la continuidad de la guerra y el ‘chantaje’ energético de Vladímir Putin; y muy caliente políticamente, con todos los partidos en modo preelectoral y con desafíos ante sí como la negociación de los últimos Presupuestos de la legislatura.

Es en ese terreno complejo y embarrado entre la expectativa, la incertidumbre y la inquietud en el que el Gobierno de Sánchez y el PP de Núñez Feijóo libran su pulso. Un duelo que termina acerado el curso y que no tiene visos de aflojar cuando ambos líderes encaran el decisivo ciclo electoral que se abrirá en mayo con las elecciones municipales y autonómicas y rematarán las generales de finales de 2023 si no media un adelanto presidencial. «La situación está jodida», describe con franqueza, ‘sotto voce’, un dirigente socialista buen conocedor de cómo respira la militancia en las distintas federaciones y consciente del esfuerzo que habrán de hacer el Gobierno y el partido para revertir las encuestas adversas y persuadir a los ciudadanos desafectos de que la «protección social» del Ejecutivo ante una inflación desbocada acabará embridándola.

Con el espaldarazo andaluz en la mochila y los sondeos de cara, el reto del PP es otro: que la política propia al margen de la agenda de Sánchez de la que se jactan en Génova no derive en la impresión —la que le achaca la izquierda— de que solo buscan beneficiarse del cuanto peor, mejor.

Los socialistas han ido apuntalando su táctica para intentar desmontar la imagen de moderación y sentido de Estado de Feijóo, al que acusan de mantener el mismo fondo pese a alejarse en las formas de las estridencias del ‘casadismo’. En su balance del curso, Sánchez dio un paso más allá al cargar contra sus oponentes por pasar de «bloqueo y el negacionismo» al «catastrofismo» sobre la evolución económica.

Persuadidos de que cada día que pasa el contexto se le hace más cuesta arriba al presidente, los populares han intentado rebatir el discurso de que están en el ‘no por el no’ apoyando al Gobierno en materia de seguridad y defensa y absteniéndose en el segundo decreto anticrisis, tras un debate sobre el estado de la nación del que Sánchez salió mejor parado de lo esperado.

Socialistas y populares, que han ensanchado más si cabe su brecha sobre la renovación pendiente del CGPJ a raíz de la contrarreforma del Gobierno para forzar la cobertura de las vacantes en el Constitucional, afrontan el otoño distanciados en casi todo. En el diagnóstico de la crisis, en las medidas de respuesta -los populares exigen deflactar el IRPF, algo que los socialistas han aceptado en Euskadi, y recalcan que si se abstuvieron en el segundo decreto es porque Sánchez «solo acierta cuando rectifica»-; y ahora también en un relato que se disputa al español de a pie y anticipa por dónde discurrirá la pugna preelectoral. Sánchez hace bandera de su Gobierno como el baluarte de las «clases medias trabajadoras» frente a un PP al que identifica con «los poderosos».

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