Diario de León

El Gobierno ve con inquietud una repetición electoral en Cataluña

El PSC evita ofrecer a Aragonès su apoyo, convencidos de que ERC no se atreverá a negociar

Pere Aragonès (ERC) conversa con la presidenta del Parlament, Laura Borràs (JxCat), en presencia del ex presidente Torrent. QUIQUE GARCÍA

Pere Aragonès (ERC) conversa con la presidenta del Parlament, Laura Borràs (JxCat), en presencia del ex presidente Torrent. QUIQUE GARCÍA

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El Gobierno mira estos días con tanta inquietud como impotencia hacia Cataluña. A pesar de que aún quedan dos semanas, hasta el día 26, para que finalice el plazo del que disponen las fuerzas parlamentarias para alcanzar un acuerdo de investidura, los socialistas asumen ya que la repetición electoral es un escenario probable. No es, desde luego, lo que querría Pedro Sánchez y, por eso mismo, este miércoles aprovechó una pregunta del portavoz en el Congreso de Esquerra, Gabriel Rufián, para pedir a la formación independentista que abra ya la puerta a un Ejecutivo de izquierdas liderado por Salvador Illa.

El jefe del Ejecutivo ni siquiera entró a precisar bajo qué fórmula querría que gobernara su exministro de Sanidad, si un nuevo tripartito, un bipartito con En Comú Podem con el apoyo externo de los republicanos o en solitario, con una «geometría variable»en el Parlament. No lo hizo porque en el PSOE están persuadidos de que Esquerra, atrapado por sus propias promesas electorales y sometido a una enorme presión de los sectores más radicales del independentismo, está dispuesto a volver a las urnas antes de iniciar negociación alguna con el PSC. Y ante esa posibilidad prefieren no quemar ningún cartucho.

En privado, algunos altos cargos del PSOE admiten que si Esquerra tuviera la valentía de romper la dinámica de bloques y les ofreciera la posibilidad de poner en marcha un Ejecutivo conjunto liderado por Pere Aragonès, y no enfocado hacia la consecución de la independencia sino al desarrollo de una agenda social, les pondría en un apuro. Al margen de que insistan en que Illa fue el ganador de las elecciones en votos (en escaños hubo un empate a 33 con ERC) y de que aún perdure el pésimo recuerdo del tripartito encabezado por José Montilla, la oferta sería muy tentadora para el propio Sánchez.

El jefe del Ejecutivo también hizo alusión en el Congreso, de hecho —en una contestación a Pablo Casado— a la necesidad de dejar atrás los procesos electorales, con todo lo que conllevan, para dar paso a un etapa de estabilidad política que permita afrontar sin perturbaciones extra el fin de la pandemia y una recuperación económica, que, adujo, ya está a las puertas.

Pasos en falso

Los socialistas creen que poder trabajar durante dos años sin trincheras electorales sería bueno para España, pero también para sus propios intereses, sobre todo, tras el revés sufrido en las madrileñas del 4 de mayo.

Por si acaso, sin embargo, evitarán dar pasos en falso. Eso significa que lejos de tratar de promover un acuerdo que ven imposible, pondrán el foco en que ERC y Junts abocan a los catalanes a un bucle infinito.

Y frente a las peticiones de En Comú, dejarán claro que en ningún caso contemplan ser ellos quienes den sus votos a Aragonès después de haber logrado situarse, por primera vez desde la época de Pasqual Maragall, como primera fuerza de la cámara autonómica.

Si el PSC logró ese triunfo fue, fundamentalmente, porque logró atraer a buena parte de los votantes de Ciudadanos que, tras el coqueteo de los socialistas con el derecho a decidir, habían saltado de sus filas.

Un votante que asume el mensaje de que es necesario abrir un periodo de reconciliación «de los catalanes entre sí y de Cataluña con España», como insistió ayer Sánchez, pero que recela de cualquier signo de connivencia con el secesionismo.

Por eso y porque creen que Esquerra —que desde que rompió con Junts se está viendo sometido a protestas y gritos de «traidor» delante de su sede— no se moverá, prefieren limitarse a pedir tanto a Aragonès como a la presidenta del Parlament, Laura Borràs (Junts), que permitan a Illa intentar su investidura, y así espantar el recuerdo de la victoria inane de Inés Arrimadas en 2017.

En el Gobierno no descartan, además, que finalmente ERC y JxCat, que este miércoles acordaron desencallar las conversaciones, lleguen a un entendimiento. Sostienen que, en el fondo, a ninguno de los dos les interesa repetir elecciones y que la única beneficiada sería la CUP.

También creen que el PSC podría crecer aún más y reafirmarse como primera fuerza del Parlament no solo en escaños sino en votos. Pero admiten sus dudas de que ese crecimiento pudiera valer para dar pie a un escenario más gobernable.

De nuevo, ven a ERC atado de pies y manos. No en vano, aunque Rufián, visiblemente dolido por los ataques del «independentismo de derechas», utilizó su última intervención en el pleno del Congreso para defender su estrategia de diálogo con el Ejecutivo central también lanzó un mensaje rotundo. «Yo no creo en ustedes, creo en el momento histórico que nos ha tocado vivir. No creo en su voluntad. Creo en su necesidad», dijo en alusión a la debilidad parlamentaria de Sánchez.

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