Diario de León

Cuatro grandes lagunas del 17-A persisten cinco años después

La sentencia no aclaró la relación del imán con el CNI ni los objetivos originales de la célula

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El 27 de mayo de 2021 la Audiencia Nacional hizo pública su sentencia sobre los atentados de Cataluña de agosto de 2017. El extenso fallo que firmó Félix Alfonso Guevara zanjó que aquellos ataques que sesgaron la vida de 16 personas y dejaron no menos de 300 heridos fueron obra exclusivamente de un comando yihadista cuyos integrantes murieron en la explosión de la casa de Alcanar, en el tiroteo con los Mossos en Cambrils y en el enfrentamiento con los policías autonómicos en Subirats, donde fue abatido Younes Abouyaaqoub, el conductor de la furgoneta de las Ramblas. El pasado 13 de julio la Sala de Apelación de la Audiencia Nacional, más allá de alterar levemente las penas de dos de los tres condenados en el juicio certificó el carácter exclusivamente yihadista de aquellos ataques e insistió en que los responsables directos de los atentados están todos muertos.

El imán y el CNI

Nunca se ha sabido cómo acabó la relación La sentencia no hizo una sola mención al hecho de que el imán de Ripoll y líder de la célula, Abdelbaki es Satty, fuera confidente del CNI, que lo captó mientras estuvo preso por tráfico de drogas entre 2010 y 2014. Ese hecho, unido a la circunstancia de que Guevara impidió en el juicio que se introdujera en la sala esa relación, han seguido avivando en los últimos tiempos las teorías ‘alternativas’. Los servicios secretos reconocieron desde el principio estos contactos. Incluso, el exdirector del CNI, el general Félix Sanz Roldán, lo admitió sin tapujos cuando compareció en la Comisión de Secretos Oficiales en marzo de 2018 para hablar sobre los atentados. Pero ni el CNI ni la policía catalana, tampoco la Policía Nacional ni la Guardia Civil, tenían bajo seguimiento u observación telefónica al imán o al resto de la célula de Ripoll.

Los objetivos

La muerte de los terroristas impidió conocer los planes No hay discusión en que los atropellos de las Ramblas fueron un atentado improvisado tras la explosión de Alcanar y que ese no era el objetivo primigenio de los terroristas. La célula fabricó entre 200 y 500 kilos de «madre de Satán», el explosivo casero más potente que se conoce. También había confeccionado 19 granadas de mano, trabajaba en la fabricación de fajas bombas para suicidas, había alquilado cuatro vehículos para posibles atropellos y había adquirido numerosas armas blancas. Sin embargo, se desconoce exactamente dónde los yihadistas querían atentar con ese formidable arsenal.

Descontrol

Los terroristas compraron 480 litros de peróxido de hidrógeno y 500 de acetona, además de 25 litros de ácido sulfúrico y 20 bombonas de gas GLP en una decena de localidades catalanas y en Vinaroz. Fueron compras repetitivas de precursores de explosivos entre el 27 de junio y el 14 de julio de 2017, que ya por entonces estaban sometidas a restricciones. Los compradores fueron, al menos, cinco de los propios terroristas, jóvenes magrebíes, sin ninguna actividad profesional que justificara la adquisición de esos productos. Sin embargo, nadie avisó a las autoridades sobre estas adquisiciones pese a que desde 2013 existía una regulación de la Unión Europea que obligaba a ello y restringía la venta de estas sustancias. Ni la sentencia ni la instrucción entraron en ese descontrol de los precursores.

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