Diario de León

‘Paracaidistas’ y cuneros en la lista

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El término se ha hecho tan popular que incluso la RAE ya lo recoge. «Cunero: es el extraño al distrito dicho de un candidato o diputado a Cortes». Otros los denominan ‘paracaidistas’. El empadronamiento de Macarena Olona en el municipio granadino de Salobreña y la polvareda política y jurídica levantada por este asunto ha vuelto a reabrir un debate casi tan viejo como la democracia española: ¿Es lícito que un candidato sin ningún arraigo en el territorio pueda concurrir a las elecciones en esa circunscripción?

La Ley Orgánica del Régimen Electoral General no exige a los elegibles vinculación alguna con el territorio. En las elecciones locales, generales o europeas basta que el elegible presente en tiempo y forma su candidatura. No ocurre lo mismo en los comicios autonómicos. Las legislaciones de las comunidades, con diferentes formulaciones, sí que obligan a que el candidato tenga relación de vecindad o vinculación con la autonomía. Un nexo que, en la práctica, se traduce exclusivamente en el empadronamiento en algún municipio de la región.

Lo ocurrido con Olona Olona se empadronó el pasado 5 de noviembre en una vivienda en Salobreña propiedad del líder de Vox en Granada, Manuel Martín Montero. Después de que el propio Martín reconociera que la diputada no residía habitualmente en la población de la Costa Tropical granadina, la pasada semana el Ayuntamiento suspendió su inscripción tras una investigación exprés en la que se estableció que la política alicantina, efectivamente, no vivía en ese pueblo del litoral granadino. La candidatura Andaluces Levantaos denunció lo que considera una trampa ante la Junta Electoral Provincial que el pasado 23 de mayo determinó que el empadronamiento de Macarena «es un acto administrativo firme, como también lo es su inclusión en las listas del censo electoral vigente» y que a la política de Vox no se le podía privar de forma «retroactiva» del derecho de sufragio pasivo y activo.

Ha habido decenas de diputados cuneros y representantes ‘paracaidistas’, pero hay dos antecedentes muy polémicos. Toni Cantó, tras su paso por UPyD y Ciudadanos, pasó a formar parte de la lista de Isabel Díaz Ayuso para las autonómicas de 2021. Pero el actor se quedó fuera de los comicios porque se empadronó a finales de marzo en Madrid y la ley exige que para formar parte de las listas de la Comunidad hay que estar empadronado antes del 1 de enero del año electoral.

Javier Maroto (PP), al no conseguir un escaño por Álava en las generales de 2019, se empadronó en el pueblo segoviano de Sotosalbos, con el que no tenía absolutamente ningún vínculo, para poder ser nombrado senador por designación por Castilla y León, comunidad con la que tampoco tenía ninguna relación. El único requisito para ser representante en la Cámara alta es estar empadronado en la comunidad.

Ninguno de los expertos consultados cree imperativa una reforma legal para acabar con los cuneros. Hay unanimidad: «Si un partido opta por una candidatura no local, ajena a la circunscripción, serán los y las votantes quienes decidan, con su voto, si esa persona representa o no sus intereses», apunta la profesora de Ciencia Política de Deusto María Silvestre. De opinión muy similar es Juan Montabes, catedrático de la Universidad de Granada. «En las generales, cuando un diputado es elegido por una circunscripción, pasa a representar a toda España y no a su territorio, con lo que ‘desaparece’ el cunero», remarca el también miembro de la Junta Electoral Central.

«El asunto de los cuneros, en realidad, es fruto de nuestro sistema electoral proporcional, que fija una posición prevalente del partido frente al representante de los ciudadanos. Acabar con este fenómeno llevaría emparejada una reforma tremendamente difícil por la actual polarización», añade el catedrático de la Universidad de Málaga Ángel Valencia.

«En el sistema español el territorio pierde relevancia a favor de la ideología y eso permite la cabida de los ‘paracaidistas’. Pero en sistemas como el británico de representación territorial también hay cuneros», zanja el politólogo Lluis Orriols.

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