Diario de León

Los partidos apelan a la libertad y a la movilización en el cierre de campaña

La crispación y la bronca provocan que la gestión de la pandemia y la crisis desaparezcan del discurso electoral

Errejón y Mónica García, en la Cuesta de Moyano. VÍCTOR LERENA

Errejón y Mónica García, en la Cuesta de Moyano. VÍCTOR LERENA

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Los partidos cerraron ayer la campaña en Madrid con emotivas apelaciones a la movilización en las elecciones de mañana y a la defensa de libertad. Pusieron así el punto final a la campaña mas bronca que se recuerda desde la recuperación de la democracia, con amenazas de muerte, mítines reventados, debates frustrados, lenguaje guerracivilista y denuncias judiciales a mansalva.

Los candidatos escogieron escenarios emblemáticos de la capital para sus cierres de campaña. Isabel Díaz Ayuso eligió Madrid Río, la joya de la corona de la gestión municipal del PP.

El socialista Angel Gabilondo se fue a Entrevías, un barrio de clase trabajadora. Pablo Iglesias también optó por territorio amigo en Vicálvaro. La ultraderechista Rocío Monasterio estuvo en la plaza de Colón. El liberal Edmundo Bal se asentó en la Plaza de la Villa, un centro de «concordia». Y la candidata de Más Madrid, Mónica García, eligió la Cuesta de Moyano, el mercado de libros escenario de los mejores mítines de Manuel Carmena. La presidenta madrileña martilleó con su discurso de que en estas elecciones «está en juego la libertad». La aspirante de Vox insistió en su discurso anticomunista y también pidió que se acuda «en masa a votar para decir basta a los violentos y los totalitarios». Gabilondo reclamó una presencia masiva en las urnas porque «nuestro voto es decisivo. No basta con aplaudir, hay que votar» y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aseguró que un pacto PP-Vox sería «el principio del fin de una democracia fuerte».

El líder de Unidas Podemos quiere ver «colas electorales» que demuestren «el orgullo democrático» de la izquierda. Bal animó a los madrileños a que «vayan a votar naranja» porque Cs es «tolerancia, moderación y futuro». García se reafirmó en su discurso cotidiano, ecologista y feminista para demostrar que «vivir a la madrileña» es algo distinto a lo que dice Ayuso.

Fue un cierre que compendió los argumentos de una campaña en la que la pandemia, su gestión y la multicrisis que lleva aparejada ha quedado eclipsada por el discurso recio de la mayoría de los candidatos. Los mensajes moderados y conciliadores de Más Madrid y Cs merecieron el ninguneo de sus adversarios y se tuvieron que conformar con las migajas mediáticas.

Conceptos históricos como democracia, libertad, fascismo, comunismo o socialismo, que han desatado guerras con millones de muertos, se han convertido en calderilla electoral en boca de los candidatos, que se han arrojado a la cara todo tipo de intenciones totalitarias. Este lenguaje descarnado ha marcado la agenda nacional y ningún debate ha logrado emerger sobre la dialéctica autonómica. «Madrid es España», suele decir Ayuso con otra intención, pero en el ámbito político así ha sido a lo largo de este mes y medio de campaña.

Ha sido una campaña convulsa desde el primer minuto. Convocadas las elecciones por sorpresa con la excusa de una moción de censura en Murcia, la polarización de las posturas ganó en decibelios con la irrupción de Iglesias. Alcanzó cotas imprevistas con un mitin de Vox que acabó en batalla campal, al que siguieron las amenazas de muerte a dos candidatos, dos ministros, un expresidente del Gobierno y a la directora de la Guardia Civil. Siete cartas, quince balas y una navaja enviadas por correo. Una dosis de violencia que desembocó en la suspensión de los debates por la negativa de la ultraderecha a condenarlas al entender que eran un montaje del Gobierno para favorecer a la izquierda.

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