Diario de León

PSOE y Unidas Podemos superan dos años de tensiones sin visos de ruptura

El nuevo ciclo electoral situará a la coalición ante otro test de estrés pero ambos prevén agotar la legislatura

Imagen de Belarra con parte del Gobierno socialista. JAVIER LIZÓN

Imagen de Belarra con parte del Gobierno socialista. JAVIER LIZÓN

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No han sido dos años fáciles. La coalición de Gobierno formada por el PSOE y Unidas Podemos ha atravesado numerosos altibajos desde su nacimiento, en noviembre de 2019. En el ecuador de la legislatura, sin embargo, ambos partidos han logrado un equilibrio que pocos auguraban y han cosechado importantes victorias parlamentarias, aunque a menudo reciban la crítica de sus propios aliados por el permanente recurso a los reales decretos leyes (70 en dos años por 76 aprobados por el Ejecutivo de Mariano Rajoy entre 2011 y 2016).

La relación de los socios se enfrenta ahora, en 2022, a una nueva prueba de fuego con la apertura de un ciclo electoral que se inaugurará el 13 de febrero con los comicios convocados por el popular Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León y continuará con las elecciones andaluzas en junio u octubre. Los socialistas ya han comenzado a dar muestras de nerviosismo ante la creciente popularidad de Yolanda Díaz, la dirigente política mejor valorada, según el CIS, que en enero tiene intención de abrir su «proceso de escucha» para articular un «proyecto de país» con el que presentarse a las generales de 2023.

En su balance de fin de año, unos días después de que el PSOE evitara personalizar en la vicepresidenta segunda el éxito del pacto alcanzado con los agentes sociales para la reforma laboral y se lo adjudicara, fundamentalmente, a Nadia Calviño, el propio presidente del Gobierno se negó a cantar las excelencias de la ministra de Trabajo y diluyó su labor en la de todo el Consejo de Ministros. «El Gobierno es un órgano colegiado y desde luego yo estoy muy satisfecho y agradecido del trabajo que se está haciendo», dijo. Las direcciones de ambos partidos insisten, aun así, en que agotarán juntos la legislatura. Y de momento, nada hace pensar que no vaya a ser así. Desde que Díaz sustituyó a Pablo Iglesias en la vicepresidencia del Gobierno y este abandonó la política, los continuos rifirrafes se han reducido de manera considerable.

Asuntos que hace diez meses habrían hecho saltar chispas, como el retraso en la tramitación de leyes de las que Unidas Podemos hace bandera se gestionan ahora sin apenas ruido. La ley de la vivienda, que debía haber sido enviada al Congreso antes de fin de año no ha llegado porque el Ministerio de Transportes, de la socialista Raquel Sánchez, se ha retrasado en la petición del informe preceptivo al Consejo General del Poder Judicial; la ‘ley trans’, que en junio pasó su primera vuelta como anteproyecto tras una ardua polémica, aún no ha vuelto a la mesa del Consejo de Ministros como proyecto, y el anteproyecto de ley de bienestar animal lleva esperando la luz verde del Gobierno para ser tramitado desde primeros de octubre.

Lo único que se ha oído al socio minoritario de la coalición es una serena petición. «Se tienen que acelerar y si hay bloqueos en el seno del Gobierno tienen que desaparecer», dijo el pasado lunes su portavoz, Pablo Echenique. El último encontronazo de relieve en los pasados seis meses ha sido el suscitado en torno a la reforma laboral por la decisión de Sánchez de situar bajo la batuta de Calviño unas negociaciones que desde marzo llevaba pilotando la vicepresidenta segunda, un propósito del que acabó desistiendo.

Y aunque el año empezó con la amenaza de una guerra sin cuartel en asuntos como la reforma de las pensiones del ministro José Luis Escrivá, no ha sido así. Unidas Podemos se ha plegado con cierta mansedumbre a la estrategia pacífica de su principal referente política (que no solo no milita en el partido sino que ha llegado a ningunearlo) como antes puso en práctica la teoría del conflicto de su anterior líder.

La crisis de Gobierno llevada a cabo por el jefe del Ejecutivo en julio sacó del Gobierno a algunos de quienes habían protagonizado los más sonoros choques con los morados , como la vicepresidenta Carmen Calvo o el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, pero mantuvo a otros.

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