Diario de León

El Rey reclama diálogo y acuerdo porque España no puede ser «de unos contra otros»

Batet pide abandonar la crispación para construir consensos e insta a «respetar» y «escuchar» al discrepante

El rey agradece a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, y la del Senado, Pilar Llop, los aplausos a su discurso durante la apertura solemne de la XIV legislatura.

El rey agradece a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, y la del Senado, Pilar Llop, los aplausos a su discurso durante la apertura solemne de la XIV legislatura.

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«España no puede ser de unos contra otros. España debe ser de todos y para todos. Así lo ha querido la sociedad española desde hace más de 40 años. Así lo sigue queriendo y, sobre todo, así lo merece». Felipe VI apeló ayer al espíritu constitucional y a los buenos sentimientos de los parlamentarios en la apertura de la XIV Legislatura, que se perfila como una de las más crispadas desde la Transición. Los antecedentes abonan esa impresión.

En medio de un sepulcral silencio de diputados y senadores apretujados en el hemiciclo del Congreso y sin que nadie se distrajera con el móvil, la tableta o algún libro, el rey instó a los legisladores a bajar el diapasón de la bronca que se avecina. El cruce de declaraciones de los últimos días, pero sobre todo el tono áspero y cerril del debate de investidura, hacen prever que el Congreso se va a convertir en un escenario con poco espacio para la armonía y mucho terreno para los enfrentamientos poco edificantes.

El jefe del Estado instó a los parlamentarios a evitarlos y a recuperar la cultura del diálogo y el pacto, «no solo por un ejercicio de responsabilidad, sino también por un deber moral con nuestros ciudadanos». Recordó a sus señorías que el abecé del parlamentarismo «es el acuerdo», una especie en peligro de extinción con el Parlamento que alumbraron las urnas el 10 de noviembre.

La división del Congreso en dos bloques irreconciliables y los sentimientos a flor de piel por el proceso independentista en Cataluña no son, sin embargo, el mejor marco para una pacificación de la vida política. El rey, pese a todo, instó a sus señorías a que recuperen el clima político de la Transición para que palabras como «concordia, reconciliación, entendimiento, respeto y libertad» vuelvan a «prevalecer en toda su plenitud».

Una idea en la que también incidió la presidenta del Congreso, que precedió al Rey en el uso de la palabra. «En el Parlamento no existe el enemigo», proclamó la socialista Meritxell Batet. Nadie se remeció en el asiento ni hubo sonrisas sardónicas que hubieran sido más propias ante un aserto de semejante calibre. La presidenta del Congreso instó a los parlamentarios a «respetar» y «escuchar» al discrepante. En definitiva, a cumplir con uno de los mandatos fundamentales de la democracia: «La consideración del otro», que, reconoció, «no se ha cumplido siempre», en una indisimulada referencia a los insultos que se escucharon durante el debate de investidura de Pedro Sánchez.

Felipe VI también dejó traslucir en su discurso la preocupación por el alejamiento de la ciudadanía de la política y el desdoro de las instituciones, incluida la Corona. Un desencanto, dijo, al que es necesario dar la vuelta. Por eso pidió que la legislatura, además de ser fértil en su cometido, «sirva también para recuperar y fortalecer la confianza de los ciudadanos en las instituciones».

Desde hace cinco años no hay estudios oficiales sobre la valoración ciudadana de las instituciones. Pero el último barómetro del CIS reveló la semana pasada que el 54% de los consultados considera que la política y sus protagonistas son el principal problema de este país. El centro demoscópico no pregunta desde abril de 2015 por la valoración de la Monarquía, y entonces suspendió con una nota de 4,3 por detrás de la Guardia Civil, Policía y Fuerzas Armadas, pero por delante de los partidos (2,2), el Parlamento (2,3) y el Poder Judicial (3,5).

SIN ALUSIÓN A CATALUÑA

Felipe VI no habló de una crisis del sistema, pero casi. Su discurso se centró en resaltar valores democráticos y evitó las alusiones a los problemas concretos que están sobre la mesa política. No mencionó, por ejemplo, el debate territorial ni el proceso soberanista catalán. La única alusión, y bastante elíptica, fue que «la Constitución es el lugar de encuentro, de los diferentes modos de sentir España, respetuosa con la pluralidad». No hubo más.

CASI CUATRO MINUTOS DE OVACIÓN

Las palabras del rey debieron gustar a todos, o a la gran mayoría, porque los legisladores premiaron su alocución con tres minutos y 50 segundos de cerrada ovación y con los gritos de rigor, ¡Viva el Rey, viva España y viva la Constitución!. Se quedaron sin aplaudir los diputados de Unidas Podemos y del PNV, los nacionalistas representados solo por sus portavoces en el Congreso y el Senado. Los cuatro ministros de la formación morada, con el vicepresidente Pablo Iglesias a la cabeza, se sumaron a los aplausos del resto del Gobierno, aunque su entusiasmo no pasará a los anales. Los que ni siquiera escucharon a Felipe VI fueron los 29 diputados de Esquerra, JxCat, EH Bildu, la CUP y el BNG que no acudieron a la cemremonia. «No nos representa» porque es el exponente de una institución «anacrónica», subrayó el portavoz de ERC, Gabriel Rufián.

Felipe VI acudió al palacio de la carrera de San Jerónimo con la reina Letizia y sus hijas, la princesa de Asturias y la infanta Sofía. La Familia Real entró en el salón de plenos a los sones del himno nacional con todos los parlamentario en pie, y tras la ceremonia, el Rey presidió un desfile de cuatro compañías del Ejército de Tierra, del Aire, de la Armada y de la Guardia Civil que recorrió la carrera de San Jerónimo, casi huérfana de espectadores por las medidas de seguridad.

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