Diario de León

Sánchez aguarda a resolver su batalla en Andalucía para cambiar el Gobierno

Los socialistas prevén relevos en el partido y una gran remodelación del Ejecutivo para hacer frente al efecto 4-M

Pedro Sánchez mantiene ayer una reunión online con el secretario general de la Otan, Jens Stoltenberg. FERNANDO CALVO / POOL MONCLOA

Pedro Sánchez mantiene ayer una reunión online con el secretario general de la Otan, Jens Stoltenberg. FERNANDO CALVO / POOL MONCLOA

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Pedro Sánchez tiene en los próximos días otro motivo para contener el aliento y esta vez no obedece a cuestiones exógenas. Las primarias para elegir el candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía han pasado casi inadvertidas en el resto de España pero en el PSOE se contemplan como un hito determinante. Lo que ocurra el domingo 13 de junio entre Susana Díaz y Juan Espadas, el candidato de Ferraz, puede afianzar o, por el contrario, convertirse en la primera señal interna de declive de un liderazgo que el secretario general de los socialistas ha ejercido de manera cesarista desde su victoria frente a la expresidenta de la Junta en 2017.

El presidente del Gobierno decidió avalar la batalla que los eternos detractores de Díaz llevaban tiempo reclamando convencido de que había ya suficiente masa crítica como para descabalgarla del cargo heredado de José Antonio Griñán en 2013 y de que, dicen en la dirección, el partido necesitaba un revulsivo para poder hacer frente en los siguientes comicios al actual presidente autonómico, el popular Juanma Moreno, muy consolidado según las encuestas.

Antes de dar su visto bueno a la ofensiva, sin embargo, el presidente trató de disuadir por las buenas a Susana Díaz para que se echara a un lado. En vano. En el fragor de la campaña, ella ha llegado a insinuar esta semana que era víctima del machismo y que a otros dirigentes hombres se les ha permitido seguir en el cargo aun después de haber perdido los comicios. La acusación suena para sus críticos a movimiento desesperado.

Dan por hecho que el triunfo de su candidato, el alcalde de Sevilla, aunque admiten que quizá no sea tan contundente (más del 50% de los votos) como para evitar una segunda vuelta el 20 de junio.

En la dirección del PSOE creen obvio que el tiempo de Susana Díaz ha acabado pero, no obstante, mantienen cierta cautela. Todos los preparativos para el Congreso federal del próximo otoño y los relevos que se pretendían auspiciar, a continuación, en distintos territorios han quedado «en suspenso» hasta conocer el desenlace andaluz. Dependiendo de lo que pase, Sánchez tendrá más o menos fuerza para imponer sus preferencias, según reconocen.

Esa es otra de las razones por las que el 13-J se prevé clave para ayudar a salir del bache anímico de las elecciones madrileñas.

Los socialistas reconocen que desde la debacle que sufrieron el 4 de mayo frente a Isabel Díaz Ayuso se ha instalado una poderosa sensación de cambio de ciclo, que Sánchez ha perdido la «magia» que le acompañó en el principio de su mandato y que el rechazo que genera supera a las adhesiones.

Las encuestas recientes no ayudan precisamente a ver el vaso medio lleno. No sólo es que ya hayan asumido que el PP absorberá, como ocurrió en Madrid, todo el voto de Ciudadanos, lo que le puede ayudar a sumar en torno a 20 escaños, también temen que sea capaz de hacerse con un 4 o 5% de su propio electorado. Y aún falta por ver el efecto que pueda tener la concesión de los indultos a los condenados del ‘procés’.

En el partido viven convencidos, desde hace meses, de que el presidente tratará de recuperar la iniciativa política perdida no ya con cambios en la ejecutiva federal y en las direcciones de territorios como Madrid y Galicia, por citar los más evidentes, sino en el propio Gobierno. No en vano, cada vez que se ha visto obligado, en lo que va de legislatura, a acometer relevos —por la participación de Salvador Illa en las catalanas de febrero, primero, y por la de Pablo Iglesias en las madrileñas, después— desde la Moncloa se ha alimentado también esa idea de que los cambios de calado vendrán una vez pueda considerarse que ya se ha pagado el precio de las decisiones más gravosas de la legislatura.

La conjunción de varios elementos —las primarias andaluzas, los indultos que se esperan para finales de mes o primeros de julio, la inmunidad de rebaño fruto de la vacunación masiva, prevista para agosto, y la entrega de la primera remesa de los fondos europeos, 9.100 millones de euros en la segunda mitad de julio— han acrecentado en las últimas horas los rumores de que la remodelación está más cerca de lo inicialmente previsto (que era a la vuelta del verano) y de que ha llegado el momento de darle la vuelta a un equipo que, ‘grosso modo’, se mantiene invariable desde junio de 2018, cuando se ganó la moción de censura a Mariano Rajoy.

El presidente del Gobierno, que siempre ha hecho ver a sus colaboradores su baja tolerancia con las filtraciones incontroladas, lanzó en todo caso un aviso a través de la Secretaría de Estado de Comunicación a última hora del jueves, en el que si bien no negó la mayor, recordó que solo él tiene autoridad para hablar de una crisis en el Gobierno, y para ejecutarla.

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