Diario de León

Sánchez apuesta por Yolanda Díaz y deja a Podemos como socio para frenar a Feijóo

El presidente del Gobierno aleja un adelanto electoral en pleno auge del PP en las encuestas con su nuevo líder al frente

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Aunque todos los sondeos coinciden en ello, el Gobierno desdeña el repunte en intención de voto que ha experimentado el PP desde la llegada de Alberto Núñez Feijóo. Pero, por si acaso, Pedro Sánchez ya ha comenzado a diseñar el marco de las próximas elecciones generales con la ventaja de ser el que las debe convocar. En los planes del presidente no entra ahora un adelanto de los comicios, sino apurar los límites de la legislatura, hasta finales de 2023 o comienzos de 2024, para rentabilizar la esperada recuperación económica —amenazada por los efectos de la guerra— y la dependencia de Vox que tendrán los populares si quieren recobrar poder.

Porque ésa es precisamente la dicotomía que el mandatario socialista plantea para la siguiente cita con las urnas. Asume que la fragmentación vino para quedarse y que ha sustituido el bipartidismo por una especie de bibloquismo que fuerza a conformar gobiernos de coalición. Y ahí las alternativas son dos: o una alianza del PP con «la ultraderecha» de Vox o una reedición del actual Ejecutivo entre el PSOE y «lo que representa Yolanda Díaz».

Hasta en dos ocasiones lo repitióayer, dando por amortizada la fórmula de Unidas Podemos, donde dicen ver «bien» que el presidente sustituya sus siglas por su «candidata», extremo que la vicepresidenta se resiste a confirmar.

Sánchez confía en que el «frente amplio» con el que coquetea la ministra de Trabajo sirva para dar la vuelta a la imparable sangría de Podemos y movilizar al espacio a la izquierda del PSOE, de manera que ambas candidaturas sumen más que un binomio PP-Vox. Hasta que ese momento llegue en más de año y medio, con la plataforma que le proporcionará la presidencia rotatoria de la Unión Europea durante el segundo semestre de 2023, el líder socialista tratará de identificar a Feijóo con la extrema derecha y azuzar el miedo a una posible entrada de los de Santiago Abascal en el Gobierno.

El primer eslabón de la cadena pasa por Andalucía, donde Juanma Moreno podría pulsar este martes el botón electoral y convocar comicios autonómicos para el 12 de junio. Sin la confirmación del adelanto, Sánchez ya comenzaba ayer a advertir sobre la llegada de Vox a la Junta, al igual que ocurrirá también hoy en Castilla y León con la toma de posesión del nuevo Ejecutivo autonómico. «Si yo veo un Gobierno hipotético de Moreno Bonilla con Macarena Olona (posible candidata de la formación de extrema derecha) o de Feijóo con Abascal, me queda claro que quien va a marcar el rumbo es Olona o Abascal», expuso en una entrevista en Antena 3.

El diagnóstico electoral formulado por Sánchez, de paso, aleja posibles fórmulas de entendimiento entre PSOE y PP, alentadas incluso por el PNV al calor del crecimiento de Vox. A corto plazo, cada vez parece más complicado ese «acuerdo de país» que pretendía Moncloa para paliar el impacto económico de la guerra. La brecha en el terreno fiscal se hace más profunda por momentos.

Si el presidente insistía ayer en que la propuesta de Feijóo de bajar impuestos «no es creíble» por el precedente de la gestión de Mariano Rajoy en la anterior crisis, el jefe de la oposición replicaba acusándole de «no tener corazón» por descartar esa vía en el momento de mayor inflación de las últimas décadas.

Pero, más allá de las urgencias, tampoco hay visos de pactos a medio o largo plazo. Aún menos en esa oferta que Feijóo ha trasladado a Sánchez para aislar a Podemos y Vox haciendo que gobierne la primera fuerza en votos. Una fórmula que en su día Rajoy ya se planteó introducir por ley para anticiparse a los efectos de la fragmentación política. «Es lo de siempre. El PP siempre quiere que gobierne la lista más votada, cuando son ellos la lista más votada», señaló el líder socialista, quien recordó que, de haber aplicado esa regla, los conservadores no habrían logrado presidir Andalucía, Madrid, Castilla y León y Murcia en el anterior ciclo electoral.

Por lo pronto, con el horizonte de las generales aún lejano, los sondeos ya alimentan la opción de que el PP se convierta en la principal fuerza política del país. Sánchez, en cambio, minimiza el llamado ‘efecto Feijóo’ y sugiere que son «los mismos datos» que las empresas demoscópicas vaticinaban para Pablo Casado antes de su reemplazo. El CIS de febrero, previo a la crisis interna en Génova, situaba en 7,3 puntos porcentuales la diferencia en intención de voto entre socialistas y populares. El barómetro de abril, el primero tras la proclamación del todavía presidente de Galicia, redujo la brecha a sólo 3,1. Además, en el apartado de valoración, los encuestados daban un 3,2 sobre 10 a Casado frente al 5,2 obtenido por Feijóo.

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