Diario de León

Sánchez se compromete a que «nunca» habrá referéndum pero ni el PP ni ERC le creen

El presidente del Gobierno se debate entre la crítica de la oposición por los indultos y los reproches de los soberanistas

Pedro Sánchez ayer, en el debate en el Congreso sobre los indultos al ‘procés’. EMILIO NARANJO

Pedro Sánchez ayer, en el debate en el Congreso sobre los indultos al ‘procés’. EMILIO NARANJO

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No es que la oposición no crea en las palabras de Pedro Sánchez, es que sus aliados tampoco. «El PSOE nunca jamás aceptará un referéndum de autodeterminación», proclamó solemne ayer ante el pleno del Congreso. «¿Pretende que le creamos? O es usted un mentiroso o nos toma por tontos», respondió Pablo Casado. «También dijo que nunca habría indultos, así que denos tiempo», aportó el portavoz de Esquerra, Gabriel Rufián. «Nunca diga nunca», aconsejó Aitor Esteban, desde el PNV.

Con la digestión por los indultos aún a medias, el debate parlamentario pasó a la siguiente pantalla, la del referéndum. Un tránsito que da idea de la velocidad a la que se monta y desmonta el escenario político. A todo esto, el de ayer era un pleno del Congreso sobre las últimas reuniones del Consejo Europeo, pero apenas hubo alusiones a ello en las siete horas y veinte minutos de debate descarnado y trufado de epítetos, lo normal en esta legislatura.

Sánchez defendió «la oportunidad y utilidad» política del perdón a los condenados del ‘procés’, reclamó «valentía» a los independentistas y «comprensión» a la oposición. Pero recibió fuego graneado de ambas trincheras. No encontró consuelo ni a un lado ni al otro. Si acaso arrancó tibias palabras de agradecimiento de los soberanista acompañadas de exigencia de más pasos.

«Es el tiempo de la política», repitió en varias ocasiones, pero se topó con un muro de incredulidad. Casi todos los portavoces pusieron en duda su palabra, sobre todo cuando se comprometió a que no habrá referéndum de autodeterminación en Cataluña mientras gobierne el PSOE.

Casado, que comenzó con el ‘unamuniano’ «me duele España», despreció de la cruz a la raya su «buenismo» argumentario porque esconde el único objetivo de seguir en la Moncloa y otras razones más prosaicas, como «venderse por unplato de lentejas para tener un verano más en Doñana» o «seguir en el Falcon». También le acusó de ser «el copiloto», «el hombre de paja» de los independentistas, además de haber despenalizado «el golpismo».

Sánchez no escondió su hastío ante el discurso del jefe de la oposición y le retó, ya que «siempre tiene la razón», a que presente la moción de censura a la que le empujan Vox y Ciudadanos. Casado no se dio por aludido.

El líder del PP, que anunció en el debate que su partido había presentado el recurso ante el Supremo contra las medidas de gracia, se metió en terreno pantanoso cuando, en el fragor de la contienda, situó la Guerra Civil en «el enfrentamiento entre quienes querían democracia sin ley y quienes querían ley sin democracia». Un comentario que desató un chaparrón de críticas de varios portavoces que defendieron la legalidad republicana frente al golpe de Estado franquista. Casado plegó velas y volvió a la falta de credibilidad de Sánchez y sus pretendidas intenciones escondidas de un referéndum. «Usted miente a todo el mundo. No le creen ni sus socios, es patético. Usted ha bajado la cabeza ante su jefe», en alusión a Rufián.

Y es que el portavoz de Esquerra también había puesto en duda la fiabilidad del presidente al descartar para siempre el referéndum de autodeterminación. «También dijo que no habría indultos», ironizó ante la cara de sorpresa que se adivinaba tras la mascarilla de Sánchez. El perdón, prosiguió el republicano, es «bueno pero insuficiente» porque, afirmó, en Cataluña «se persigue a la gente por sus ideas» y «la represión» no afloja.

El presidente del Gobierno hizo como que no iban con él las muestras de escepticismo de su aliado y en tono templado, muy distinto al empleado con Casado, advirtió a Rufián que si el camino que escoge Esquerra es el de la amnistía y la autodeterminación «el recorrido es el que es».

«Hay que arriesgarse, aunque te llamen traidor», animó a su interlocutor a sabiendas que tocaba el flanco más sensible para Esquerra, el de las acusaciones de deslealtad que le enrostran desde Junts y la CUP.

Los duelos con Casado y Rufián fueron los momentos cumbre de un debate que dejó al desnudo la difícil posición del Gobierno. Con una oposición que le niega el pan y la sal, y unos aliados que no le dispensan el menor gesto amistoso, al menos en público, aunque reconozcan que los indultos son un paso. Sánchez comprobó que Ciudadanos ya es una pieza perdida para su causa y con el líder de Vox mantuvo el habitual duelo con ribetes de opereta tragicómica.

No le fue mejor con la portavoz de Junts, que exigió formalizar «el divorcio entre España y Cataluña» y tachó de «cuento» la mesa de diálogo.

Ni la zanahoria de la reforma del delito de sedición, que podría mejorar la situación de Carles Puigdemont, atemperaron los ánimos de los posconvergentes. Con la representante de la CUP, cuya única disyuntiva es «referéndum o referéndum», no hubo nada de qué hablar. Entre los nacionalistas, solo con el PNV encontró cierta comprensión. «Dejemos el ruido a un lado» y busque «un diálogo fructífero», le animó Esteban.

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