Diario de León

Sánchez y Costa exigen que los ‘halcones’ de la UE no pongan condiciones a los fondos

El presidente comienza en Lisboa su ofensiva para llegar a un pacto en Europa sobre el dinero contra la crisis

Pedro Sánchez y el presidente del Gobierno portugués, Antonio Costa ayer, en Lisboa ANTONIO COTRIM

Pedro Sánchez y el presidente del Gobierno portugués, Antonio Costa ayer, en Lisboa ANTONIO COTRIM

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Pedro Sánchez está obsesionado con el acuerdo del Consejo Europeo para el reparto del multimillonario fondo de recuperación. De esos recursos dependen los Presupuestos del próximo año y la respuesta a la crisis económica y social derivada de la pandemia. Con esa idea entre ceja y ceja viajó ayer a Lisboa para reunirse con su homólogo António Costa. Después será el turno del italiano Giuseppe Conte, el primer ministro de los Países Bajos, Mark Rutte, el sueco Stefan Löfven, y, si es posible, la canciller Angela Merkel.

«Julio es el mes para el acuerdo europeo», proclamó en los jardines del palacio de Sao Bento. A su lado, Costa ratificó que es ahora o nunca.

Sánchez pretende que España tenga un papel protagonista entre los países del sur de la Unión Europea para vencer las resistencias del cuarteto del norte, Países Bajos, Austria, Dinamarca y Suecia, el llamado club de los frugales, y que quiere establecer condiciones a los principales beneficiarios de ese potente manguerazo de dinero financiado con deuda de la Unión Europea. La tarta es de 750.000 millones de euros que se desembolsarían a partir de enero de 2021, de los que España calcula que le podrían corresponder 140.000 millones, el 18% del total, como país, junto a Italia, más golpeado por la Covid-19.

Pero la batalla no está tanto en las cifras como en las cláusulas. «No aceptaremos nuevas condiciones», advirtieron Sánchez y Costa. No se trata, apuntan fuentes gubernamentales, de llevarse un cheque en blanco, pero tampoco que los desembolsos se conviertan en un instrumento para condicionar las políticas económicas de los receptores, como ocurrió con la estrategia de austeridad y supervisión de la troika de la crisis de 2009. Sánchez, por si acaso, recordó que España está «comprometida con el plan de estabilidad presupuestaria», y las alegrías en el gasto serán las justas.

El presidente del Gobierno es consciente de que si los Presupuestos del próximo año son la clave de la legislatura, antes hay que tener los recursos suficientes para expandir el gasto, Y eso pasa por un acuerdo en el fondo de recuperación europeo. Sin ese entendimiento el futuro de las cuentas públicas y la respuesta a la crisis son muy oscuras.

En busca de complicidades Sánchez fía por tanto a la carta de Bruselas el porvenir de España. No lo hace en solitario. La semana pasada tejió complicidades con el presidente francés Emmanuel Macron durante una cumbre en Mauritania sobre el Sahel. Francia también es una de las principales víctimas de la pandemia. El miércoles se reunirá en la Moncloa con el primer ministro de Italia. La próxima semana se verá con los primeros ministros de Países Bajos y Suecia. Asimismo pretende, aunque no está cerrada la cita, reunirse con Merkel. Todo para llegar a la cumbre del 17 y 18 de julio en Bruselas con una posición de fortaleza.

El presidente del Gobierno reconoció ayer que la negociación está «difícil» porque, si bien el bloque sureño cuenta con Francia y Alemania, a diferencia de lo ocurrido en la anterior crisis, las exigencias del cuarteto norteño, dos gobernantes socialdemócratas, un conservador y un liberal, no menguan.

A los condicionantes de temporalidad y fiscalización se ha sumado la demanda de unanimidad de los 27 planteada por el holandés Rutte, que otorgaría la facultad de veto a los discordantes con el reparto. España, y también Italia, pretende que la mayor parte de los recursos se canalicen a través de transferencias y no de créditos, una modalidad que tampoco satisface al club de los frugales, que quieren supervisar en qué y cómo se gasta el dinero de la recuperación. Demasiadas diferencias para ser sorteadas en una cumbre y que hace prever que será necesaria una segunda a finales de mes para dejar resuelta la mayor inyección económica en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

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