Diario de León

Sánchez y Feijóo testan en Andalucía la profundidad del cambio de ciclo electoral

La Moncloa se apresta a pasar página para encapsular un previsible mal resultado y el PP espera gobernar sin Vox

Juan Manuel Moreno pasea con su mujer por Málaga en la jornada de reflexión. ÁLVARO CABRERA

Juan Manuel Moreno pasea con su mujer por Málaga en la jornada de reflexión. ÁLVARO CABRERA

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Más de 6,6 millones de andaluces están llamados a votar este domingo en las elecciones a la Junta. Es una cifra demasiado elevada para que los grandes partidos desdeñen su impacto nacional. Andalucía es la comunidad que más diputados aporta al Congreso de los Diputados, 61, un 17,4%. El recuento de que arrojen las urnas no permitirá prejuzgar el resultado de las próximas generales pero sí puede dar pistas sobre cuán profundo es el clima de cambio de ciclo a seis meses de un nuevo año electoral. E incluso acrecentarlo.

Alberto Núñez Feijóo tiene una oportunidad para afianzar la sensación de que su llegada al frente del PP mejora considerablemente las expectativas de su partido.

Las elecciones del pasado febrero, en Castilla y León, se celebraron todavía con Pablo Casado como presidente de la formación y, pese a la victoria de Alfonso Fernández Mañueco, constituyeron un fiasco para las ambiciones de los populares. En el momento del adelanto electoral, la idea era terminar de enterrar a Ciudadanos como socio de coalición y alcanzar la mayoría absoluta. Lo primero sucedió, pero los populares acabaron teniendo que compartir Gobierno con Vox, un aliado mucho menos cómodo.

En Andalucía las cosas tienen otro cariz. La fragmentación del voto y las dudas sobre la participación, en plena ola de calor, con provincias como Sevilla y Granada de puente por el Corpus, pueden producir oscilaciones notables, pero todos los sondeos apuntan a una victoria clara de Juanma Moreno. Tanto que en los últimos días de campaña los populares se han visto sacudidos por el temor a un exceso de confianza que deje a su gente en casa.

La posibilidad de verse abocados a un pacto con Vox sigue existiendo. Santiago Abascal y su candidata, Macarena Olona, han dejado claro que aunque el PP solo necesite un escaño suyo para superar la investidura exigirán entrar en el Ejecutivo. Pero los populares confían en quedar tan cerca de la mayoría absoluta, situada en 55 parlamentarios, que a la hora de la verdad no puedan cumplir esa amenaza so pena de ser percibidos como una fuerza obstruccionista. La cifra anhelada por Moreno son los 50 escaños. Si la alcanza, o se queda cerca, será también un triunfo para Feijóo porque en esta campaña ha sido visible su modelo de partido. El presidente del PP ha evitado interferencias, a pesar de haber estado seis días en Andalucía: solo ha coincidido con Juanma Moreno en un acto. No estuvo el viernes en el cierre y, además, la apuesta ha sido por un discurso menos ideologizado, más transversal y centrista que, según los sondeos, ha permitido a los populares crecer a izquierda y derecha e incluso sacar votos de la abstención. Derrota descontada

En el PSOE no se llaman a engaño y dan por descontada la derrota de su candidato, Juan Espadas. Desde el Gobierno se han lanzado en los últimos días mensajes que tratan de minimizar la importancia del traspié. Pero que el PP arrebate al socialismo la hegemonía que durante casi 37 años ha mantenido en Andalucía y que esta comunidad haya perdido, aparentemente, el miedo a la derecha, pone las cosas muy cuesta arriba a Sánchez para un triunfo en las generales. Antes de que acabara la campaña ya sonaban voces reclamando un revulsivo para cobrar impulso. Pese a los rumores de una nueva remodelación gubernamental, en lo inmediato la vista del presidente está puesta en la cumbre de la OTAN que España acoge en diez días. Y sus esperanzas futuras, en la moderación de la inflación en 2023. Pase lo que pase, tanto si la debacle supera lo esperado como si Espadas aguanta el tipo mejor de lo que apuntan los sondeos, la decisión del jefe del Ejecutivo es, según aseveran fuentes cercanas, mantenerlo en el cargo e intentar contener cualquier amago de revuelta interna. «La decisión -aseveran- está tomada». En la dirección del partido defienden que la apuesta por el exalcalde de Sevilla siempre fue a «seis años vista» y que lo último sería abrir una nueva batalla orgánica.

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