Diario de León

Sánchez e Iglesias buscan un ‘armisticio’ para la crisis en el Gobierno de coalición

Aprobar los Presupuestos es la prioridad pero en la Moncloa han tomado nota de cómo se las gasta el líder de Podemos

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en la XXXI Cumbre Ibérica celebrada en octubre en Guarda. JUANJO MARTÍN

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en la XXXI Cumbre Ibérica celebrada en octubre en Guarda. JUANJO MARTÍN

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Pedro Sánchez y Pablo Iglesias pretenden limitar los encontronazos de los últimos días a incidentes de recorrido propios de un Gobierno de coalición. Tocan con las yemas de los dedos el objetivo superior de aprobar los Presupuestos que dejarán encarrilada la legislatura. La sangre, por tanto, no va a llegar al río, y van a tratar de rebajar la presión para que el ambiente sea más respirable. «No hay que dramatizar», coinciden en las dos orillas del Consejo de Ministros. Pero en la Moncloa han tomado nota de cómo se las gasta Iglesias cuando no ve colmadas sus pretensiones.

El líder socialista y el de Unidas Podemos se reúnen en la Moncloa a solas una vez a la semana por lo menos y hablan por teléfono casi todos los días. En esas conversaciones han encontrado soluciones a problemas que parecían irresolubles en reuniones gubernamentales. También han limado rencillas entre ministros y dirigentes de sus respectivos partidos. Y así lo van a volver a hacer, pronostican fuentes de las dos partes, ante la tormenta desatada por la enmienda de los morados, en comandita con ERC y Bildu, a los Presupuestos, leída como una «deslealtad» por buena parte del Ejecutivo, y como una «traición» por el siempre más descarnado grupo parlamentario socialista. La relación entre Sánchez e Iglesias es todo lo buena que puede ser entre aliados que se detestan pero están obligados a entenderse.

Cuentan en Podemos que hace un año, cuando se hacían las primeras especulaciones sobre el Gobierno de coalición, Iglesias aspiraba a ser vicepresidente primero y que Iván Redondo, el influyente jefe de gabinete de Sánchez, no lo veía con malos ojos. Pero Carmen Calvo se plantó y disuadió al líder socialista de proporcionarle semejante protagonismo. De haber triunfado esa opción, afirman dirigentes socialistas que conocen algunos entresijos de aquellos días, las escaramuzas de los últimos días habrían tomado un cariz diferente y más serio.

Todo se resume, dicen en el PSOE y lo comparten algunos ministros, en que Iglesias no está dispuesto a dejarse atrapar en el abrazo del oso de una coalición, en la que el grande se come al chico, como se ha demostrado en casi todas las experiencias de ese tipo.

Lo comprobó en las elecciones en Galicia y País Vasco. En el primer caso, Podemos desapareció. En el segundo, sufrió un batacazo notable.

El vicepresidente quiere que se aprecie la «huella» de Unidas Podemos en la acción del Gobierno, que se visualice su presencia. Una pretensión que le ha llevado a tener tensos enfrentamientos con la vicepresidenta Nadia Calviño, y con el ministro José Luis Escrivá, porque los dos dirigen áreas muy sensibles para el vicepresidente segundo.

Ha habido choques con otros miembros del Consejo, pero los de Calviño y Escrivá han sobresalido, apuntan fuentes conocedoras de esas discusiones.

Los Presupuestos podrían haber sido una buena piedra de toque para marcar la «impronta» morada, pero la crisis deshilachó los planes, sobre todo los fiscales. Aunque el vicepresidente no se resignó a dejar el terreno sin marcar. En puertas de presentar las Cuentas, y mientras la ministra María Jesús Montero decía que la larga negociación con Podemos estaba casi cerrada, desde el entorno de Iglesias se trasladaba que había escollos serios y amagaba con no cerrar el acuerdo. El motivo era también la vivienda, en concreto la regulación de los alquileres.

El tira y afloja duró hasta el último momento de la víspera de aprobar el proyecto en el Consejo de Ministros y consiguió que la reforma se incluya en la ley de vivienda que prepara el Ministerio de José Luis Ábalos.

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