Diario de León

Sánchez e Iglesias insisten en mantener la coalición pese a la creciente hostilidad

Los socialistas evitan aplaudir al líder de Podemos en el pleno y el socio minoritario del Gobierno les acusa de deslealtad

Pedro Sánchez y Carmen Calvo conversan ayer con el portavoz de ERC Gabriel Rufián. JUAN CARLOS HIDALGO

Pedro Sánchez y Carmen Calvo conversan ayer con el portavoz de ERC Gabriel Rufián. JUAN CARLOS HIDALGO

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La guerra abierta entre el PSOE y Unidas Podemos arrecia día a día. De nada ha servido el fin de la campaña electoral. La disputa entre los dos socios tiene raíces mucho más profundas que lo escenificado al calor de los comicios catalanes y cada vez hacen menos por disimularlo. Pero aun así, ambas partes se ratificaron ayer en su alianza imperfecta durante una sesión de control que la oposición dedicó de manera casi monográfica a las disruptivas declaraciones de Pablo Iglesias sobre la ausencia de normalidad democrática en España.

Pedro Sánchez, que hasta ahora no se había pronunciado sobre la cuestión, no buscó justificación a las palabras del vicepresidente y, como la semana pasada varios de sus ministros, defendió que España es una de las 23 democracias plenas del mundo, conforme al ránking de ‘The Economist’, pero desdeñó abiertamente los ceses o dimisiones que le planteó el líder de la oposición, Pablo Casado.

El jefe del Ejecutivo ni siquiera deslizó reproche alguno hacia su vicepresidente segundo y líder de Podemos, como hizo a finales de enero en la reunión del Comité Federal del PSOE a cuenta de la comparación de Carles Puigdemont, prófugo de la justicia, con los exiliados de la guerra civil y el franquismo. «Mi tarea —dijo por toda respuesta antes de salir al ataque del PP—es garantizar la estabilidad».

«Este es un Gobierno de dos partidos explícitamente diferentes. Nuestra unidad de acción consiste en tener unos Presupuestos, en sacar adelante una legislación en esta Cámara fragmentada, casi siempre bien —dijo también, introduciendo ese matiz, la vicepresidenta Calvo al portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros— y en tomar medidas que han sido útiles frente a la pandemia sin su ayuda». El propio Iglesias dejó claro que no piensa dar por concluida la coalición al dirigirse al número dos del PP, Teodoro García-Egea, con esta frase: «Ustedes vienen al Parlamento a patalear, van a seguir haciéndolo durante mucho tiempo, y mientras tanto, nosotros —alardeó— seguiremos gobernando».

Pero que la relación entre los dos socios ha entrado en una dinámica perversa es algo que nadie niega. Enfado explícito La hostilidad ha alcanzado tal punto que hoy los socialistas optaron por hacerla explícita al permanecer sin aplaudir y en muchos casos cruzados de brazos tras la intervención de Iglesias en el pleno.

En el ambiente se palpaba aún el enfado por que Unidas Podemos no solo evitara respaldar el martes, por primera vez, una iniciativa legislativa del PSOE, sino que buscara en vano que aliados como ERC, Bildu o Más País le ayudaran a tumbar a la ley de igualdad de trato. Podemos, a su vez, no perdona que sus socios registraran esa propuesta, que afecta a una de sus pocas competencias en el Ejectutivo, Igualdad, mientras mantienen bloqueada la ‘ley trans’ diseñada por Irene Montero y acusan al PSOE de haber cruzado «líneas rojas» en su «deslealtad».

Para rizar el rizo, Calvo, encargada de ordenar el tráfico de leyes en el Consejo de Ministros y principal ariete contra la autodeterminación de género, dejó caer que no prevé que la norma vea la luz por lo menos este año. A esta batalla se suman las de la ley de vivienda, la reforma del Código Penal sobre los delitos de libertad de expresión o la de las pensiones. En el PSOE y el Gobierno algunos apuntan a que será necesaria una conversación entre Sánchez e Iglesias. En la Moncloa, sin embargo, admiten que están abocados a una pelea permanente.

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