Diario de León

Sánchez se niega a hablar con Torra hasta que no repudie la violencia en Cataluña

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ramón gorriarán | madrid

Pedro Sánchez ya ni coge el teléfono cuando llama Quim Torra. El presidente de la Generalitat reclamó ayer «día y hora» para hablar con el presidente del Gobierno, no ya de la escalada de violencia, sino del conflicto político en Cataluña. La respuesta de la Moncloa fue un frío y escueto comunicado. El desplante irritó a Torra, que horas más tarde envió una carta a Sánchez (la vía espistolar es una de sus favoritas) en la que se quejó de que se negara a «hablar con el representante de los catalanes». También reprochó a Sánchez sus exigencias de condenas a la violencia porque «no me tiene que dar lecciones a mí de condenar y luchar contra la violencia». Negarse a dialogar, prosiguió, es «una irresponsabilidad absoluta» y demuestra que «no tiene ningún relato político ni ninguna propuesta para Catalunya».

Un poco antes, por la mañana, desde el gabinete del presidente catalán llamaron a sus homólogos en Madrid. La respuesta fue que Sánchez estaba reunido y no podía ponerse, pero que a lo largo de la tarde devolvería la llamada. Después, la Moncloa emitió una nota en la que se insta al jefe de la Generalitat a «condenar rotundamente la violencia, cuestión que no ha hecho hasta el momento». Las palabras de Torra de repudio al vandalismo son insuficientes a ojos del Gobierno. «La violencia nunca será nuestra bandera. Hacemos una llamada a la responsabilidad conjunta. Ninguna forma de violencia nos representa», dijo el presidente catalán en una declaración institucional.

Eso, a ojos de la Moncloa, no es una condena «rotunda» de los disturbios que asolan cada noche el centro de la capital catalana y otras localidades. Pero Torra no da ese paso porque cada día está más solo en el Gobierno y necesita, al menos, mantener los puentes con los sectores más radicales del independentismo, incluidos los CDR, a los que nunca ha desautorizado, es más, ha tenido palabras de ánimo. El presidente catalán no cuenta desde hace tiempo con el respaldo de Esquerra, que no quiere participar, en palabras de un influyente republicano, de sus «ensoñaciones». La última, anunciar por su cuenta y riesgo un nuevo referéndum de autodeterminación antes de que en 2021 acabe la legislatura. Pero tampoco disfruta del apoyo de los diputados del PDeCAT. Quedan a su lado los fieles a Puigdemont y poco más.

Pese a todo, Torra quiere verse con Sánchez para hablar del conflicto catalán. Ese encuentro, señaló ayer, es «más urgente que nunca» y el presidente del Gobierno, por «responsabilidad y obligación», debería concertarlo. Por eso, emplazó a Sánchez «a fijar día y hora para abrir una mesa de negociación sin condiciones para dialogar». Amortizado Para la Moncloa, Torra es un personaje amortizado, aunque su presencia en la Generalitat es «el problema». Descartada la convocatoria de elecciones anticipadas, alternativa a la que el presidente catalán ha dado carpetazo pese a la insistencia de Esquerra, su salida tiene dos vías: Una condena a inhabilitación del Tribunal Superior de Catalunya por desobediencia en la retirada de lazos amarillos o que ERC finiquite su colaboración en el Ejecutivo y liquide la mayoría independentista del Parlamento de Cataluña. La primera no es fácil porque si es condenado podría recurrir ante el Supremo y seguiría en el cargo. La segunda tampoco es sencilla porque Esquerra, como nadie en la política catalana, quiere quedar como el traidor al soberanismo.

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