Diario de León

El triunfo de Ayuso recoloca las piezas en el tablero con la vista puesta en las generales

Casado dice que es un «punto de inflexión» en la legislatura, pero el Gobierno avisa de que los planes de Sánchez no cambian

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El incontestable triunfo de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones de Madrid ha recolocado las piezas en el tablero político. Sitúa al PP en posiciones de ataque; pone al PSOE a la defensiva; anima a Más Madrid a soñar con una expansión nacional; Vox recuenta sus fichas y tiene las mismas; Ciudadanos las ha perdido todas; y Podemos está de luto. Nada será igual después de este 4-M.

El día después ha vuelto a ser la hoguera de las vanidades electorales.

Nadie pierde, salvo los morados que, huérfanos de faro, se encerraron en el silencio. Pablo Casado tiene la sensación de ocupar en la ‘pole position’ de la rampa de lanzamiento hacia la Moncloa. La victoria en Madrid, subrayó hoy, es «un punto de inflexión» de la legislatura, es «el kilómetro cero de la alternancia política en España». Tuvo que ser Ayuso la que pusiera al líder del PP con los pies en la tierra al recordarle que sí, que han ganado, pero «con mucho voto prestado».

Dio igual, Casado estaba instalado en una nube 24 horas después y vaticinó que «va a ganar las próximas elecciones generales». El PP, proclamó, está de vuelta y hay «una mayoría social que quiere cambiar de gobierno y vamos a convertirla en una gran mayoría electoral». Una euforia comprensible porque la de Ayuso es la primera victoria electoral que puede reivindicar como propia desde que se hizo con los mandos del partido en julio de 2018. Por el camino ha paladeado la hiel de la derrota en dos elecciones generales, unas europeas, municipales y autonómicas, y sufrió dos batacazos en Cataluña y el País Vasco. Los triunfos en Andalucía y Galicia fueron con candidatos que ya estaban ahí antes de que él llegara.

Y venido arriba, exigió la convocatoria del debate sobre el estado de la nación, no se celebra desde 2015, para medirse con el presidente del Gobierno. Su principal conclusión del 4-M es que «los españoles están hartos» de Pedro Sánchez, y que la victoria de Ayuso es el preludio de la suya.

Un análisis en las antípodas del que hacen los socialistas, cuya primera premisa es que de adelanto de las elecciones generales, nada de nada porque se convocarán dentro de dos años. Están empeñados en minimizar los daños enrocados en la tesis de que «Madrid no extrapolable» a España. Un planteamiento que ya mantenían algunos, no así en la sala de máquinas de la Moncloa, al final de la campaña, cuando se veían venir el varapalo.

El castigo a Sánchez Recuerdan que no sería la primera vez que los populares ganan en Madrid, un territorio con sociología electoral conservadora, y el PSOE se impone después en las generales. Los socialistas citan a modo de ejemplo 2019, cuando el bloque de la derecha aventajó en casi tres puntos a la izquierda en las autonómicas madrileñas, y Sánchez ganó las dos generales de ese año. Claro que en esta ocasión la diferencia a favor de los conservadores ha sido de 16 puntos.

La vicepresidenta Carmen Calvo confesó que «no esperaban» la derrota, pero la atribuyó a que Ayuso llevó el debate a «las cañas, los ex y los berberechos», un terreno, afirmó, en el que el PSOE no sabe desenvolverse. «España no está para eso», pero concedió que van a «reflexionar» sobre las causas del fracaso.

Lo que no puede ser, añaden desde el Gobierno, es que el triunfo de Ayuso se lea como una enmienda a la totalidad de la gestión de Sánchez. Pero no se puede negar que fue el presidente del Gobierno quien aceptó el juego del plebiscito con la presidenta madrileña, aunque al final se retirara del cuerpo a cuerpo.

Para Iñigo Errejón, líder la formación madre Más País, «Madrid no está en Marte, es España» y no se puede despreciar lo que ha pasado porque es evidente su «impacto» más allá de las lindes autonómicas. El partido, que se define como verde y feminista, pretende expandirse más allá de Madrid después del fracaso de la experiencia de 2019 cuando obtuvieron dos escaños en el Congreso y un tercero aliados con Compromís. Vox, entretanto, pasó del apoyo gratuito a la investidura de Ayuso a buscar el ingreso en su futuro gobierno. Santiago Abascal animó a la presidenta a que diga «si quiere contar con Vox de alguna manera»; por su parte están «abiertos a escuchar» lo que tenga que decir. La extrema derecha quiere que sus 13 escaños coticen y no limitarse al papel de meros comparsas.

Ciudadanos tampoco quiere pasar al rincón del olvido. Inés Arrimadas se negó a tirar la toalla. Es más, resaltó, es «el momento de relanzar el centro liberal» porque su existencia es «imprescindible» en el tablero político. La líder de los liberales se resiste a dar por muerto al partido y seguirá peleando por recuperar su espacio, en el que se ha instalado el PP tras absorber de un plumazo a casi todo su electorado. Con esta tesis, ha convocado para el próximo julio una convención política nacional, no un congreso, con el objetivo de escuchar a la militancia y contraponer ideas para tratar de «relanzar» su proyecto de «centro liberal». «Somos más imprescindibles que nunca», justificó ayer ante el comité permanente del partido.

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