La única prueba que desmontaría la versión de Rajoy son los audios de Bárcenas
El juicio por la presunta ‘caja B’ del Partido Popular concluyó la semana pasada la prueba testifical de la plana mayor de la formación durante las presidencias de José María Aznar y Mariano Rajoy. Ante el tribunal de la Audiencia Nacional desfilaron los principales dirigentes de los últimos 30 años. Y, como era de esperar, todos los políticos importantes desmintieron la versión de Luis Bárcenas sobre la existencia de una contabilidad paralela y el cobro de sobresueldos en dinero negro.
En suma, no reconocieron los registros realizados por el extesorero en su agenda manuscrita. O, como cuantificó Rajoy, «más del 95% de las personas» señaladas por el acusado han dicho que su anotación «es falsa».
Esta versión de los testigos, que tienen el deber de decir verdad, y el argumento compartido de que los asuntos contables eran exclusivos de Tesorería y Gerencia se han erigido en una suerte de armazón impenetrable para las acusaciones populares personadas en la causa. Por este motivo, el único elemento desestabilizador para elevar la responsabilidad política por el funcionamiento de esta supuesta contabilidad opaca no se encuentra en este procedimiento, sino en uno paralelo que se investiga en otro juzgado de la Audiencia: la llamada operación Kitchen, una de las piezas separadas del caso Villarejo.
La única prueba que desmontaría la versión de Rajoy, son los audios que Bárcenas dijo poseer y que le «sustrajeron» los policías. Bárenas aportó nuevos elementos sobre la hipótesis del robo. Señaló al comisario Gómez Gordo, próximo a Dolores de Cospedal, como la persona que se los llevó. «O los ha destruido o debería aportarlos», reclamó. Lo que calla por ahora Bárcenas es si se trataba de los audios originales o de una copia. Si la prueba incriminatoria sigue en su poder o estamos ante una nueva bomba de humo.