Diario de León

Una vida plagada de anécdotas

Fraga protagonizó desde aquel «La calle es mía» hasta el famoso baño de Palomares o las visitas a Cuba.

Felipe González, Carrillo, Zapatero, don Juan Carlos, Bono, Landelino Lavilla, Miquel Roca, Rojas Marcos y Manuel Fraga, en el aniversario del 23-F del 2011, una de sus últimas apariciones.

Felipe González, Carrillo, Zapatero, don Juan Carlos, Bono, Landelino Lavilla, Miquel Roca, Rojas Marcos y Manuel Fraga, en el aniversario del 23-F del 2011, una de sus últimas apariciones.

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El presidente fundador del PP, Manuel Fraga atesoró una personalidad única, que le hizo protagonizar anécdotas inolvidables y celebras frases por las que será recordado. A él se le atribuye la famosa «!!! la calle es mía ??¡» cuando era ministro de la Gobernación, aunque él negó reiteradamente haberla pronunciado.

La imagen más famosa y que aún tienen en la retina muchos mayores es indudablemente el chapuzón que se dio en Palomares, cuando, en 1966, siendo ministro de Información y Turismo quiso demostrar a la población, junto con el entonces embajador de Estados Unidos, que las aguas de esta localidad almeriense no estaban contaminadas.

Una imagen que dio la vuelta al mundo y que se produjo días después de que un bombardero estadounidense, cargado con armas nucleares, chocara con el avión que le suministraba combustible cuando sobrevolaba Palomares y cuyos restos cayeron al mar.

También generó anécdotas graciosas cuando, en medio del frenesí electoral y con su afán de saludar a todo el mundo -siempre fue partidario de conseguir votos puerta por puerta, llegó a saludar efusivamente a un maniquí en unos grandes almacenes ante la sorpresa de todos los presentes.

La misma perplejidad que, a buen seguro, mostraron muchos al enterarse de que, en sus tiempos mozos, dejó plantada a la mismísima Ava Gardner, una de las actrices más bellas de Hollywood, cuando ella le invitó a tomar unas copas y éste las rechazó, para su sorpresa, alegando que estaba muy ocupado.

El susodicho era así... capaz de eso y de mucho más, que se deshacía en elogios hacia las mujeres, pero que evitaba las tentaciones, porque era, sobre todo, un hombre fiel a sus principios conservadores y anteponía su conciencia a cualquier otra cosa.

Fallecida su mujer, el hombre de hierro no podía evitar llorar en cualquier acto público, sin importarle la audiencia, cada vez que algo le recordaba a ella y, si alguien le preguntaba por asuntos de mujeres, respondía que su única novia era Galicia. Célebre fue también cuando confesó que si se hubiera quedado en Cuba, adonde emigraron sus padres, «probablemente hoy sería Fidel Castro» sin importarle que éste sea de izquierdas y él muy de derechas.

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