Diario de León

Las Artes Plásticas durante 2009 (1)

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MARCELINO CUEVAS

D ecíamos entonces: «Y no estaba Crémer, los años le tienen secuestrado en el Palomar del Sordo. La Sala Provincia, del Instituto Leonés de Cultura, recibió con entusiasmo los silencios plásticos del poeta. Porque dice Crémer que estos Garabatos son la mejor muestra de la pausa inevitable entre cada poema. Pero Victoriano no pudo estar presente en la presentación de este estallido de color, de la plasmación afortunada del gesto del centenario artista. «Son trazos que han tardado cien años en llegar», explicó en su momento. Porque hay que señalar que las obras presentes en la exposición, comisariada por el también poeta Adolfo Alonso Ares, y realizada bajo las auspicios del Instituto de la Lengua y la Junta de Castilla y León, están realizadas en los últimos tiempos, después de que el poeta pasara la frontera de los cien años. Para Gonzalo Santonja en Manuscritos y Garabatos, Crémer «mostró su plano más hondo, diseños que con frecuencia dibujan espacios cerrados, aunque rotos y combatidos por trazos en movimiento y ráfagas de color, ámbito de rebeldías, como si un desgarramiento cargado de violencia volcánica se revolviera contra las sombras». Después vendrían el silencio eterno del artista y los sentidos homenajes de los que le admiraban.

Uno de los recordatorios más importantes lo realizó la galería Arte Lancia. Victoriano Crémer fue durante muchos años crítico de arte desde las páginas de Diario de León. Quizá de aquella labor le venía su profunda amistad con Mari Pepa, la directora de esta galería. Por eso, coincidiendo por el veinticinco aniversario de la sala, un pintor, Manuel Alcorlo, quiso realizar un sentido homenaje al gran escritor. Para ello, pintó doce cuadros basados en poemas de Crémer. Esta serie fue la protagonista de la exposición que cerró el año de Arte Lancia, y se convirtió en un libro que rememora el realizado por los dos artistas en el décimo aniversario de esta misma galería. Victoriano Crémer, que conocía la intención de Alcorlo, no llegó a ver la empresa concluida pero, sin duda, desde donde esté, contemplará con satisfacción este recordatorio de su obra y su persona.

La gran noticia del año y otros eventos memorables

La gran noticia del año en cuanto a exposiciones fue la realizada por José de León en el ILC. Nunca un pintor leonés ha realizado una muestra tan prolífica, y tan importante. Una vez pasado el momento de gloria el pintor clama porque ninguna institución y prácticamente ningún particular, ha adquirido ninguna de sus grandes obras. «Ya tengo decidido mi próximo destino, tengo que pintar en tierras muy lejanas, en China, allí me está esperando la inspiración, y si alguien no lo arregla, se pasará el momento y no podré ir a buscarla».

José de León ya ha demostrado a todos que es un enorme pintor, pero además es un ser original e inaprensible. «Ahora me véis -dijo- y dentro de poco no me veréis, pero con el tiempo volveré porque soy un artista cósmico que aún tiene muchas cosas que transmitiros». José de León es un peculiar profeta que se ha impuesto la misión de contar al mundo su pintura, de explicar a los cuatro puntos cardinales las verdades de un barquero de Carbajal de Fuentes (pequeño pueblo leonés que se asoma tímidamente a la Tierra de Campos), las diez mil historias inventadas mientras navega por las procelosas aguas de la Laguna Estigia cual moderno Caronte, transportando almas errantes. El artista desembarcó con el complicado bagaje de sus filosofías en las salas del Instituto Leonés de Cultura, y en cada una de ellas mostró una singladura de sus viajes por el ancho mundo. José de León llevó en este caso al espectador a los mundos mágicos que le inspiraron Madrid, París y Berlín.

«Un día dije que quería ir a París y fumar un cigarro en una esquina, donde también lo habían hecho Picasso o Toulouse-Lautrec-¦ nadie me hizo caso, así que cogí mi alfombra de no más de veinte metros y me fui volando». Y el vuelo le llevó también a la India, y a Alemania-¦y ahora espera que los hados le reciclen su misteriosa alfombra para esa cita ineludible que tiene en la emergente China. Que todo le salga bien.

Estaba a punto de terminarse la confección del libro Velasco y el Emperador, 50 años de murales de cine, en el que se recoge una amplia selección de su labor a lo largo de más de medio siglo. Pero el corazón de Velasco no aguantó la carga de problemas que acosaban al artista. Murió en soledad y, desgraciadamente, sin llegar a ver el colofón, importantísimo para él, que era ese libro en el que quedará constancia de una labor que se ha llevado el viento. Velasco se fue, pero el libro, junto a una gran exposición de sus obras en el Auditorio, traerán su recuerdo a los leoneses el próximo día 15 de abril.

Pero hay más recuerdos negros en torno a este libro, recordemos que su edición fue una iniciativa de Juanjo Rodríguez, otro valioso artista que nos ha dejado en este maldito 2009. Los dos lo pergeñaron juntos y los dos lo verán con alborozo desde donde quieran que estén.

Monseñor era hombre de corta estatura, pero de enérgico y emprendedor carácter, lo que explica lo magnífico de su obra. Nacido en el pueblo leonés de Onzonilla, y a resguardado del ajetreo capitalino en su retiro de Villar de Mazarife desde hace quince años. El artista del románico y la abstracción simbólica se ha marchado en busca de su tiempo. Sí, porque Luis López Casado no pertenecía al siglo XX, ni al XXI, Monseñor debió nacer mil años antes, y ser pintor de cámara de algún conde o duque de posibles o, vaya usted a saber, del mismísimo soberano reinante. Monseñor pintaba sus obras, sus tablas, decía él, con paciencia y obstinación, luchando a brazo partido con las técnicas de los viejos maestros. Aún le veo trabajar sin pausa en su taller de la calle de San Pedro, a la sombra de la Catedral. En el pequeño local del Barrio Húmedo, o en su majestuoso estudio de la calle Fernández Cadórniga, casi doscientos metros de palacio en los que su colección de viejos cachivaches creció y creció, a la vez que sus pinturas y sus cerámicas se hacían famosas en el mundo entero.

Por fin la Fundación Cerezales entró el pasado año en el circuito de exposiciones de la Provincia. Una gran noticia. Para la inauguración se escogió la presencia de la obra del singular Eduardo Arroyo, que estuvo presente en la inauguración y explicó: «Esta es una exposición de tipo medio, de las que a mí me gustan. Tiene una cosa muy interesante, que las obras que hemos escogido son mayoritariamente de los años setenta, aunque algunas esculturas pertenecen a mi última producción. Proceden todas ellas de mi colección personal. Hemos intentado sobre todo que la exposición tenga una coherencia, la diseñamos sobre los planos de la sala de la Fundación y estoy muy contento con el resultado final. También me siento muy satisfecho por haber podido participar en el nacimiento de una Fundación de estas características que, sin duda, es una apuesta importante para la cultura descentralizada, para que la cultura llegue a las zonas rurales».

La siguiente exposición, para continuar en una línea ascendente fue del escultor Chillida. Se pudieron contemplar en la muestra varias de las técnicas que utilizó el artista en su producción, como aguafuerte, aguatinta, punta seca, xilografía, serigrafía y gofrado. Al mismo tiempo, se exhibieron algunas obras que muestran las investigaciones formales y técnicas de experimentación realizadas por el artista nacido en San Sebastián. Se mostraron, además, cinco libros del artista en los que se presenta el diálogo entre Chillida y los autores con los que trabajó de forma directa o en los que se inspiró.

Conmemoraciones

temporales

También 2009 ha sido año de celebraciones. Ármaga y Arte Lancia han cumplido años y lo han conmemorado con actos importantes.

Para Arte Lancia han sido cinco lustros mostrando a los leoneses el arte a través del filtro personal de Mari Pepa Rodríguez Junquera, una asturiana que se siente muy leonesa y que recuerda cómo entonces, en sus comienzos, puso nombre a su sala de exposiciones gracias a una conversación con Vela Zanetti, uno de los artistas que se convirtió en auténtico amigo de la galerista». «Durante todo el año -explica- he querido hacer exposiciones emotivas y ligadas de alguna manera a la trayectoria de la galería. Comencé en enero con una dedicada a jóvenes promesas, en la que, entre otras, figuraba la obra fotográfica de mi hijo, Jorge. En febrero expuso otro de los incondicionales de la casa, Ramón Villa, que estuvo presente hace veinticinco años en la muestra colectiva de la inauguración. A continuación vino Felipe del Campo, un gran pintor asturiano, que además es un gran amigo desde los tiempos del colegio. La siguiente correspondió a Félix de Agüero, uno de los más singulares artistas leoneses. Finalizó la temporada, para dejar paso al verano, con Los Amigos de la Cava, una serie de grandes artistas que residen en Madrid y con los que hago increíbles tertulias cuando visito la capital de España. La nueva temporada comenzó con Rafa Anel, otro de los pintores representativos de la galería. Vinieron después cinco de los más grandes artistas que han expuesto en Lancia, la titulé 5 por 5 , cinco pintores por cinco cuadros cada uno, igual a 25. Participaron el recordado Vela Zanetti, Lapayese del Río, Daniel Merino, Juan Díaz y Vega Osorio. La penúltima fue de Karlos Viuda, un colaborador de la casa y gran pintor emergente, que no podía faltar. Y cerrando el año, la gran exposición de Manuel Alcorlo como homenaje a Victoriano Crémer. Ha sido una programación que he hecho más con el corazón que con la cabeza, he pretendido que fuera una serie de grandes amigos y de grandes artistas».

Durante el intenso periplo de la galería de arte Ármaga, ha habido momentos de calma, exposiciones que han puesto una nota de paz, de sosiego. Y ha habido instantes de convulsión, en los que los artistas han removido desde sus paredes los fondos culturales de la ciudad. Ármaga ha sido la arriesgada apuesta de dos mujeres: Asunción Robles y Marga Carnero. Ellas han mantenido durante todo este tiempo un decidido compromiso con la cultura, con el arte. Por los muros de la céntrica galería ha pasado durante este tiempo casi un centenar de artistas. Muchos de ellos, sobre todo los leoneses, han repetido exposición en varias ocasiones, aunque no mensaje. Entre los grandes que han dejado admirar sus obras en Ármaga, figuran firmas clásicas como Picasso, Miró o Viola. Otras asociadas con el mundo del espectáculo, como es el caso de La Chunga. Y, sobre todo, Ármaga ha sabido dar espacio a los artistas leoneses, a los jóvenes creadores que han tenido la oportunidad de velar aquí sus primeras armas, de convertirse en emergentes, esa extraña categoría que nació con la aparición del MUSAC.

Y para celebrar por todo lo alto este aniversario, diez años con el arte leonés, Asunción y Marga hicieron un enorme esfuerzo para conseguir que buena parte de los artistas que han mostrado sus trabajos en la galería a lo largo del tiempo, participen en una extraordinaria exposición colectiva en la que pudo verse una buena muestra de los escultores, pintores y fotógrafos a los que Ármaga ha servido de trampolín. Escultores como Amancio González, José Luis Casas o Yamaguchi. Pintores como Manuel Viola, Llamas Gil, Miguel Escanciano, Teresa Gancedo, Pedro Castrortega, Miguel Ángel Febrero, Manuel Terán, José de León o Manuel Jular. Fotógrafos como Vicente García, Jesús R.R., Marcelino Cuevas o Esther Santás-¦ y así hasta casi medio centenar de creadores han querido poner su acento en esta celebración, presentando cada uno de ellos dos obras de pequeño formato realizadas expresamente para esta ocasión.

Una actividad ejemplar

Luis García es el mejor timonel que podría encontrar el gran trasatlántico, a escala provincial, que es el ILC en su sección de artes plásticas. Durante ya mucho tiempo viene realizando una encomiable labor, que no sabemos si algún día recibirá la merecida recompensa. Pero vaya desde estas páginas nuestra admiración por su trabajo.

Entre el extenso capítulo de actividades de esta casa, destaca su implicación con el arte leonés emergente, en ayuda a los jóvenes creadores, pero tampoco se olvida la tradición. Porque quedan gentes que se niegan a olvidar, que quieren recoger y transmitir los recuerdos. Entre ellos, la afanosa Concha Casado, que ha consagrado buena parte de su existencia a las tierras de La Cabrera. Y de su mano llegaron dos artistas, Pilar Ortega y Severino Carbajo que, cada uno en su personal estilo, se encargan de convertir en imágenes los recuerdos, de trasladar al papel o el lienzo hasta los últimos detalles de los lugares de esta comarca que ellos conocieron y que en muchos casos ya han desaparecido. La obra de Pilar Ortega es meticulosa hasta extremos insospechados. Y, además, conserva toda la sencillez de la tierra que retrata empleando, simplemente, el lápiz sobre el papel. Todo un ejercicio de grises que casan perfectamente con los paisajes urbanos de La Cabrera. Sus dibujos son auténticos documentos, en ellos se reflejan los pequeños detalles, las cerraduras artesanales, cada tabla de los antiguos corredores, los detalles de las ventanas y las puertas, las orondas figuras de los hornos, y los tejados, y las chimeneas-¦ un impagable ejercicio para la memoria cultural de un pueblo. Por su parte Severino Carbajo, con un puntilloso realismo, ha querido rescatar los colores apenas insinuados en estos pueblos grises. Ha sabido encontrar los oscuros verdes de las zarzas que son las grandes señoras de los antiguos muros. Los marrones de las tablas que son como esqueletos de las viejas moradas. Los grises y negros de los desvencijados tejados. Y, aunque pocas calles quedan en estos pueblos orladas de singulares corredores, ha conseguido capturar en ellos esos nostálgicos rayos luminosos que evocan el alma contenida en estas calles ancestrales.

Hablemos ahora de una exposición singular, de una acción espectacular y pletórica de contenidos. El leonés (de Veguellina de Órbigo) Julián Álvarez, totalmente desconocido en la tierra que le vio nacer, se mostró como un extraordinario creador. Su obra es una magnifica y gratificante sorpresa. Entre Cruces/Itinerarios ofreció una larga serie de creaciones videográficas cuya proyección simultánea ocupó la sala Provincia y las galerías del palacete de la Calle de la Independencia. La parte principal de esta exposición, que pretende ser un poco el resumen del trabajo de este genial creador a lo largo de su ya larga vida artística, está dedicada a tres grandes creadores españoles cuyas vidas se cruzaron en algunos de los momentos más importantes de su existencia: Dalí, Lorca y Buñuel.

Los colores, las texturas y las emociones son los únicos elementos de las obras que presentó el joven artista leonés Juanma Robles. Sus cuadros, algunos de enormes formatos, mostraron su visión de un mundo interior interpretado a base de veladuras y acumulaciones cromáticas que impactan con fuerza al espectador. Para el artista leonés la abstracción debe ser llevada a bastidores de gran tamaño para que dé su auténtica medida. «Lo que me interesa -dice- es crear la sensación de que quienes vean los cuadros piensen que están situados ante una pared. Creo que lo ideal sería no tener límites, que los lienzos se extendieran hasta el infinito». A pesar del indudable vanguardismo de las pinturas de Juanma Robles, están elaboradas a partir de las técnicas más clásicas, óleo sobre lienzo, y algunas incorporaciones de acrílico en los fondos. Un trabajo metódico y continuado para conseguir sacar a flote esas texturas inventadas que a, pesar de emerger con fuerza del lienzo, están constreñidas a la superficie plana, ya que el pintor procura no cargar de materia sus trabajos.

María del Carmen Díez y Carlos Cuenllas fueron dos de los artistas invitados al Espacio Emergente, en ellos podemos resumir la actividad de este espacio expositivo complementario del ILC. Las obras de Carmen Díez están basadas en las sugerencias que aportan los reflejos de luz al incidir sobre diferentes superficies. «Son imágenes -dice la artista- basadas en la figura humana y en su reflejo sobre diversas superficies y en distintos escenarios, especialmente en ventanas. Trato en ellas de hacer un montón de sugerencias que el espectador debe interpretar·. Por su parte Carlos Cuenllas, infatigable artista que no deja de presentar un día sí y otro también, nuevas obras, sorprendió al espectador con su Biblioteca. Explica Cuenllas que «esta es una pieza escultórica de gran tamaño pensada para que el espectador interactúe con ella, de tal forma que la obra no se termina hasta que el visitante hace su propia aportación. Es una pieza procesual; aunque es de hierro y muy escultórica, en realidad ofrece una sala interior que se supone que es la biblioteca, y en la que la gente hará referencia a sus libros favoritos».

Arte Lancia, Ármaga, Sharon Art, Bernesga

La última exposición de 2009 en esta galería fue, como ya hemos señalado, la de Alcorlo, un gran pintor y un hombre lleno de imaginación, un artista que es capaz de trasladar a sus cuadros una visión lúdica de la vida, en unos lienzos que respiran tanta ironía como ternura. Alcorlo, en su muestra dedicada a Crémer, leyó emocionado un poema suyo y le dedicó unas maravillosas interpretaciones al violín de temas clásicos de Mozart. Explicaba el pintor que «Las palabras de Crémer han sido para mí una extraordinaria apoyatura para crear visiones plásticas. Quiero que estos cuadros sean un sencillo homenaje a su elocuente y apasionado verbo, por ser éste la expresión de la complejidad del ser humano, una profunda meditación sobre el amor y la muerte, la injusticia, el dolor, el declive de la belleza-¦ nos ha dejado en sus versos un mensaje de dignidad, libertad, melancolía, en el camino hacia la luz y la esperanza, ya que este nos ayuda a ser y hacernos mejores».

Si usted piensa que de Karlos Viuda se lo sabe todo, que sería capaz de conocer cualquiera de sus obras nada más verla, está muy equivocado. Viuda es poliédrico, cada vez que muestra al público su trabajo deja atrás sus ataduras con el pasado y comienza una nueva etapa en la que juega con otros elementos, pero siempre conservando sus esencias de pintor. En su última aparición el artista se escapa unos centímetros más de la pared. De sus cuadros emergen unas formas milagrosas que pueden representar el caos o la gloria, pero que atacan sin misericordia la mirada del visitante. Comenta Karlos: «Tendré que contenerme un poco, porque de seguir así acabaré haciendo esculturas-¦ Y lo mío de verdad, lo que siento, es la pintura». Hubo otras facetas de Viuda en la exposición, por ejemplo su empleo de las texturas del papiro y de las cortezas de los árboles. Son estos dos elementos a los que en los últimos tiempos ha dado muchas vueltas y que han terminado convirtiéndose en auténticas pinturas en relieve que guarda como tesoros en delicadas cajas.

Rafael Anel Martín Granizo es un especialista en el arte cibernético. Es un entusiasta de las nuevas tecnologías, especialmente del vídeo. Pero para sorpresa de todos, presentó en la Galería de Arte Lancia, una muestra en la que vuelve a sus orígenes de pintor, y en la que, por una vez, se olvida de sus veleidades digitales. El pintor presentó una faceta desconocida de su labor artística: el retrato. Anel se ha convertido en nuestro Warhol particular, ofreciendo unos estupendos cuadros en los que resalta su compromiso con la mejor tradición pop. Los colores brillantes y el empleo de manchas que se superponen y suplantan a la línea, son las señas de identidad de estas singulares obras del joven artista leonés. Estos retratos, siempre de personas jóvenes, están resueltos de forma tan sencilla como efectiva, demostrando el pintor su buena escuela. Los personajes, siempre en poses dinámicas, le sirven para crear un mundo atractivo y divertido.

Alguien llamó a Félix de Agüero el pintor del silencio. En sus cuadros los paisajes aparecían siempre un momento después de que sus habitantes los abandonaran. Paisajes de misterio, de soledad-¦ de silencio. El artista volvió a su tierra con el zurrón cargado de premios y encomiendas. Sus pinturas han recorrido el complicado mundo del arte en continuo triunfo, sus paisajes, siempre divididos por la mano invisible del tiempo, regresaron a un espacio que ya le es conocido. Y sus obras nuevas traen un mensaje distinto. No es que se haya reencontrado con los seres humanos, no es que los personajes tengan una presencia tangible, porque siguen manifestándose en las cosas, en los motivos que han dejado abandonados, en los restos del continuado naufragio de la humanidad.

Ramón Villa ha querido mostrarse en este caso tal cual es, con una muestra en la que la temática circula por amplias coordenadas, pero con una sucinta economía material. Pinturas sobre papel llenan de armonía las paredes de la veterana galería, mientras que algunas esculturas ponen la fuerza de lo tridimensional en el empeño. Las manchas, que son la gran marca personal del artista, cobran vida a través de un proyecto que comenta lo circular desde todos los puntos de mira, con una visión enciclopédica del término que Ramón Villa transmuta en vigorosas imágenes. Circular puede asociarse con radial, mensaje, movimiento, difusión, no pararse, no detenerse-¦ y otros quince o veinte significados que el pintor reseña concienzudamente en el pequeño cuaderno que sirvió de catálogo a la exposición. «Son treinta obras con un mismo formato, pequeñas expresiones, pequeños gritos que resumen de alguna manera lo que han sido estos treinta años de plena dedicación al arte, pero llevándolo a la más rabiosa actualidad».

Larga trayectoria la de la galería Ármaga, y siempre en busca de ofrecer una oportunidad a los jóvenes creadores, aunque en este año han sido escasos los nombres leoneses que han pasado por sus paredes.

No sé si quedan palabras para contarles la exposición de la pintora leonesa Cristina Ibáñez. Cristina se ha apropiado de casi todos los diccionarios y, además, en todas las lenguas, para hacer su ofertorio de Oraciones en Blanco . Memorias de la nieve que diría el ilustre Julio Llamazares. Páginas en blanco con todas las texturas conocidas y algunas inventadas. Renglones torcidos para contar verdades auténticas. Alfabetos misteriosos para concitar la magia. Y sobre el mensaje la transparencia de unas veladuras que añaden incertidumbre. Pero hay mucha poesía en las blancas historias que Cristina Ibáñez entrega con enorme generosidad al espectador sobrecogido. Los símbolos han sido una constante en el caminar artístico de Cristina Ibáñez. Sus citas a las grafías primitivas, mostraron una etapa personal e intransferible de la pintora. Y ahora, continuando esa estela, aparecen en su obra esos mensajes subjetivos que son como apretados versos que la artista entrega con cierto rubor, con tímida insistencia, como si no quisiera desvelar del todo sus secretos más profundos.

Sebastián Román se mantiene en sus trece, sigue construyendo ciudades en miniatura que, después, plasma en sus magníficas fotografías. «Son fotografías sin truco alguno. En el patio de mi casa, en el pueblo, planto un caballete, sobre él voy acumulando los diversos elementos electrónicos hasta conseguir la maqueta de una ciudad. Muchos dicen que me he fijado en las grandes urbes americanas, pero en realidad todo forma parte exclusivamente de mis sueños, no tengo modelos». En sus imágenes hay nubes naturales y enormes lagos en los que se reflejan las siluetas de los rascacielos que el artista inventa. En unos casos hay una espléndida luz solar, en otros los tonos cobrizos del ocaso y, en algunos, las luces mágicas de la noche. El espectador no avisado confundirá las imágenes con retratos de ciudades auténticas.

La artista leonesa Teresa Gancedo pinta con el corazón y con una paciencia infinita. Sus cuadros están llenos de cosas, de pequeños objetos, de collages, de papeles robados a otras épocas. Con todos esos elementos Teresa Gancedo envía sus sugerentes mensajes, que en los últimos tiempos están muy influidos por las imágenes de la época barroca. Unos pájaros que habitan más allá de la superficie del cuadro y que parecen entonar su canto entre la niebla que desdibuja la memoria. Distintas visiones de Eva, de la mujer primera que se repite, siempre en pequeñas representaciones cargadas de misterio. Y flores, en los cuadros que Teresa Gancedo presenta a la galería de arte hay muchas flores, e implícitas en ellas, incontables citas a la naturaleza. Teresa Gancedo es veterana en el mundo del arte, pero sus trabajos están pletóricos de juvenil energía. Son como delicados poemas en los que el color a veces destella intensamente desde los pequeños detalles. Un laberinto de historias inconclusas que la pintora invita a descifrar al espectador.

Los dibujos de Olga Llamas parten de la nada o, mejor dicho, parten de un punto o una pequeña línea y, como la complicada tela de una araña, van poblando de grises la superficie del papel de dibujo, sin que la artista intente añadir nada de su consciencia en el acto de dibujar lo que directamente nace en los oscuros recovecos de su subconsciente. «Son -explica- visiones oníricas en las que tengo muy poco que ver, van directamente de mi interior al papel. Tampoco sé muy bien qué significado tienen, son edificios misteriosos, personajes que aún no han nacido, formas de la naturaleza que permanecen escondidas, sin descubrir». Es todo un mundo peculiar y único en el que la joven pintora muestra al desnudo su espíritu, su interior, unos dibujos en los que destaca la enorme fuerza de su construcción. Pero este es sólo uno de los tres apartados de su exposición, el otro capítulo de la muestra es una variada serie de collages en los que, a través de distintos materiales, envía al espectador un interesante discurso de color.

La sala de la calle de Cervantes se ha distinguido por su línea de pintura auténtica, sin mistificaciones, y siempre encadenada a la realidad. Quizá su cota más alta fue la que coincidió con la presencia del gran Eduardo Naranjo, que es para muchos críticos la chispa que incendió el arte sevillano en los años setenta. Toda una generación de la Escuela de Bellas Artes de Sevilla se afanó entonces por consolidar e internacionalizar un estilo peculiar al que llamaron realismo fantástico. Una afortunada mezcla de realidad e imaginación, de belleza plástica y citas a la ensoñación, que aún palpita en la capital de la Giralda. Por primera vez Eduardo Naranjo expuso en León. Para la ocasión eligió una serie de grabados al polímetro en los que su única referencia es la Tauromaquia de Goya.

La galería Bernesga sigue fiel a su línea de siempre, pintores de verdad que hacen pintura sin mistificaciones. Tiene su espacio en el panorama artístico de la ciudad y lo mantiene con buen pulso.

He llegado a la conclusión de que Severino García Trapiello pinta por no molestar. Trapiello, el pintor en una larga familia de artistas, camina por la vida de puntillas y pinta con inusitada aplicación. Ejerce el pintor en los claros páramos de la Sobarriba, desde los que ha bajado a la ciudad para mostrar el resultado de su labor de año y medio. En su exposición nos encontramos desde los pequeños retratos de cosas cotidianas, que son ya una constante en su carrera, hasta unas impresionantes visiones de la ciudad de León, que interpreta con acento crítico. «En ellos -dice- casi siempre aparece de alguna manera la figura de la Catedral, y es porque es una de las pocas cosas importantes que nos quedan. La mayor parte de la ciudad es un cúmulo de despropósitos, pero la belleza de la Catedral acaba redimiendo cualquier desenfreno urbanístico, cualquier miseria arquitectónica de las muchas que hay en las calles de León». Cuando Seve Trapiello pinta sus peculiares paisajes, lo hace recogiendo momentos muy distintos. «En algunos hay nieve, porque durante los últimos dieciocho meses, el tiempo que he tardado en pintar estos cuadros, ha nevado. Y hay sol porque los veranos han sido rigurosos, y hay atardeceres mágicos porque también los ha habido y yo los he visto y no he podido evitar pintarlos».

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