
Más adelante viene a cuento, porque esto va de cuentos, ubicar en el espacio profesional de Germán González Andrés. Pero de manera sencilla se definiría como la historia de alguien que vuelve. Que regresa a sus esencias, incluida León. Y que desde hace tiempo ha encontrado en el relato, tradicional o inventado, toda una manera de transmitir sensaciones. Y en su caso, junto al valor literario, la intención de causar efectos en el lector, intención que desde hace unos meses persigue aunque siempre haya sido así. Cuando oye que le llaman gurú le sale otro cuento. Pero lo que le trae hasta aquí es que ahora se dirige a la gente normal, a los ciudadanos que somos todos, con una mirada especial a los que habitan las zonas rurales. Si durante años se dirigió a profesionales y directivos seguro que ansiosos de poder, ahora en esta etapa vital su ojito derecho son los mayores de los pueblos, a los que durante este verano se ha dirigido desde sus propias localidades para relatarles historias en donde si el oyente las llevaba dentro el éxito de esta propuesta literaria es la de ser sanadora, vitamina, levantadora de ánimo... Y todo con palabras. Buenas palabras. Porque sin duda, hay pruebas, incluso en esas sesiones profesionales con ejecutivos que se querían comer el mundo, la presencia de Germán González siempre ha sido la de ofrecer la cara bondadosa del mundo, no la ingenua, y proponer a ese que escuchaba que buscara el lado bueno para conseguir los objetivos generales. Pero Germán González está ahora en León en otra historia, que es esta, o como en los cuentos, algo parecido a seguir aprendiendo.
«Siempre he disfrutado mejorando la vida de los demás y ahora, también», explica en primer lugar, además de indicar, ahí están sus libros, que la lectura, la literatura, escribir y contar han sido herramientas fundamentales en su trayectoria incluso dentro de un mundo que lee poco.

«En concreto, lo que he realizado este verano y ha sido muy satisfactorio es parecido a una gira por pueblos contando cuentos. Sin pedirles nada. Si te digo la verdad, a mi también me ha ayudado mucho en lo personal», relata. «Yo llegaba y no sabían ni a lo que iba. Les contaba seis cuentos, les hacía alguna broma... El mecanismo inicial era explicarles primero el mensaje del cuento, para huir del peligro de los estereotipos», añade.
De hecho, como el asunto funcionó y los resultados le convencieron, también se ha atrevido a llevar esta iniciativa a León ciudad y más adelante a proseguir.
De todas formas, como tiene una experiencia profesional anterior sí que sugiere Germán González que él tiene que ser como la gente que viene a verle: «Tengo que adaptarme a la gente que tengo delante. Creo que uno de los secretos es igualar la comunicación», desvela.
De cualquier manera, como lo suyo es en directo, se trata de rescatar la literatura hablada, filandonesca, la tradición oral... Pero en su caso no renunciando al tiempo real que se vive y trasladar por ejemplo a esas zonas rurales tan abandonadas toda la fuerza positiva que se encuentra en el presente. Otra cosa es lo que remueva del pasado a esos habitantes rurales que salen emocionados porque mientras escuchan a González se ven y, lo mejor, se reconocen y entienden en sus aventuras del pasado o los acontecimientos de su vida que dieron forma al devenir. Y ahí está la cura. No es un milagro, que, de momento, ni hace ni promete, pero sí es resituar y recolocar muchas cosas y fomentar por otra parte la lectura.
Por extraer una primera conclusión, lo interesante de todo esto es visualizar a Germán González recreando un cuento leonés a un vecino de Villaverde de la Chiquita o como viene haciendo a una futura ejecutiva madrileña. Puede que, aunque ellos no lo sepan, a los dos les transmita los mismos valores. Y puede que a los dos les sirvan.
Técnicamente, González se ha dedicado a dar cursos de resiliencia cuando la palabra ni se usaba. A que, el en este caso alumno, aprenda a pensar, a darle sentido a lo que nos ocurre, a desarrollar hábitos cuando las cosas no van bien, a hablar en público... Aunque, como era de esperar, una de sus facetas que más le implican es la de trabajar con personas en riesgos de exclusión social.
Por eso, sus cuentos van más allá: «Me decían que además de cuentos eran una forma de rehacer las historias», señala. Y puede ser así, pero también es cierto que leer es encontrar nuevas vías de pensamiento, mucho de entretenimiento, pero que deje un poso, una huella en forma de conclusiones o preguntas. Porque si no es así lo otro no es literatura. Aunque eso sería otra historia, esto es, otro cuento. «Los cuentos hacen ver el mundo, entenderlo, que nos entendamos, encontrar ese trozo de verdad que tenemos pero que igual no localizamos», remarca. Y aunque todo parezca muy teórico o declaración de intenciones, lo lleva a la práctica cuando relata su trabajo con mujeres violadas en donde trabaja para que esas mujeres cambien y superen su historia traumática en la que son víctimas e inocentes sin matices.
En Posada de Valdeón llevó también sus relatos. Pero llegan también a Molina de Aragón. Y lo hacen con la misma fuerza. «Ir a pueblos pequeños me emociona tanto... Esas personas mayores que viven ahí se nos van a ir por ley de vida. Y sacarles los sentimientos que tienen desde hace tiempo es un logro que me satisface más que nada», dice Germán González, que también les logra encender el interruptor del humor y la sorna rural a la que a veces solo le hace falta un chasquido para que se ponga en marcha.
Los libros de Germán González, como Los cuentos que nos motivaron a ser lo que somos, 100 píldoras motivacionales, La felicidad viene a cuento, con Ana María Liñares, o El narrador de emociones, o Hazlo por ti. Somos historias que contar, este también con Liñares, tienen todos esos ingredientes, pero la presencia de González, la sonrisa que aporta en cuanto puede, es la mejor garantía de que él en persona mejora sus cuentos, y eso es algo que no todos los autores logran ni, por otra parte, tienen por qué.
Villahibiera, Villalobar y otros pueblos son algunos de los lugares en los que los cuentos de Germán González han quedado sobrevolando en la memoria de sus habitantes como una nube blanca sanadora que de vez en cuando descarga lluvia cargada de gotas de la memoria de lo que fue.
«Yo no voy a vender nada y siento que he recibido más de lo que he llevado», sentencia el autor en lo que respecta a sus mejores sensaciones.
Podría acabarse este artículo diciendo eso de quién le iba a decir a Germán González que... Sería un recurso fácil porque da la sensación de que él mismo intuía que ocurriría.
Germán González está considerado como el gurú español más reconocido en formación y dirección de empresas. Formador empresarial independiente, conferenciante profesional y escritor, nació en Villaverde la Chiquita (León) en 1961 y vive en Madrid desde 1988. Experto Universitario, Posgrado en Liderazgo y Gestión Emocional por la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Uned, ha impartido más de 2.000 conferencias y cursos a 600 empresas en 100 ciudades en los últimos 20 años de dedicación exclusiva a la formación con emoción. Ha sido Director General de diferentes empresas de viajes, de marketing y de formación. Y ponente invitado en el Instituto Cervantes, en las Universidades Villanueva, Francisco de Vitoria y Pontificia Comillas Icai-Icade, y en las Escuelas de Negocios Iese, Esade e Iede. Colabora habitualmente en prensa y radio.