Diario de León

Filandón

«La cultura es una herramienta poderosa frente a las injusticias»

La berciana Sara R. Gallardo publica un nuevo poemario, ‘Ex vivo’

León

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—¿Cómo define ‘Ex vivo’?

—Ex vivo es un brote minúsculo después de una violenta extracción de la capacidad de hablar y de sentir. Es la recuperación de una voz que siempre se está construyendo, pero que en este caso se quedó escindida, quebrada y parecía ya condenada a la desaparición.

—‘Epidermia’ destilaba desolación. ¿Sigue instalada ahí? ¿Cómo ha evolucionado su poesía?

—Creo que tanto Epidermia como Berlín no se acaba en un círculo como ahora Ex vivo responden a tópicos literarios que siempre me han interesado y sobre los que sigo trabajando. Además, creo que si alguien lee los tres va a encontrar diálogos entre ellos que demuestran una evolución: yo misma me sorprendo observando desde hoy lo que decía entonces. La desmitificación de la infancia, la culpa, la construcción de la subjetividad, la distancia con el otro, la locura como posicionamiento político y también la soledad siguen siendo temas que trato y sobre los que reflexiono. En ese sentido, puedo decir que sí «sigo instalada en la desolación», si eso significa que sigo huyendo del mensaje Mr. Wonderful que lo inunda todo y que nos exige la felicidad como única forma aceptable de vivir (y de que los demás nos quieran) y que además, difunde el peligroso mensaje de que si no se consigue es por falta de voluntad individual. Ese posicionamiento político lo tengo muy claro y creo que tiene mucho que ver con cómo trabaja la poesía con la realidad: tratando de desnudar, de desmediatizar, de devolverle a la realidad una forma distinta, más transparente, menos contaminada de supuestos mensajes positivos, tratando el lenguaje por fin desde su forma más material, más orgánica, desde la honestidad.

—¿Dónde se quedó el proyecto de una novela?

—Estoy a punto de entregar mi tesis doctoral en narrativa, esa ha sido mi novela en los últimos años. Quizá algún día.

—El Ballet Contemporáneo de Burgos hizo el montaje ‘pielescallar’ a partir de tu poesía. ¿Sigue siendo su musa?

—No, esa colaboración terminó ahí.

—¿La poesía es una búsqueda o un reencuentro?

—Creo que a muchas personas que amamos la poesía, el mundo nos resulta en muchas ocasiones un lugar violento y extraño, y la poesía genera algo parecido a un refugio. Por lo tanto, la poesía puede ser búsqueda si en ella tratamos de encontrar lo que fuera no existe; y también puede ser reencuentro, porque podemos volver a un lenguaje que nos dice quiénes somos y en esa pregunta podemos reconocernos.

—¿Hay un microcosmos poético en el Bierzo?

—Creo que, por alguna razón, el Bierzo es una región que tiende a lo poético, quizá tenga que ver con las condiciones materiales, no solo con el paisaje o la tierra. No estoy segura de que haya un «microcosmos». Sí hay un grupo muy reducido de personas allí haciendo muchos esfuerzos por la cultura, en una zona cada vez más envejecida y sin perspectivas laborales para casi nadie. Si no trabajamos por darles herramientas a las generaciones más jóvenes a través de la cultura, estaremos cercenando ya no solo la poesía, sino el futuro mismo.

—Profesora, traductora, crítica literaria... ¿De la poesía no se vive?

—Bueno, de la poesía no se vive, como nunca se ha vivido, pero ¿de qué se vive ahora? Todas esas categorías laborales son circunstanciales y corresponden a los malabarismos propios de la gente de mi edad. Actualmente tengo un trabajo a media jornada que compagino con la docencia en la universidad y con mi tesis doctoral: soy un ejemplo más de cómo hay que vivir, ya no para poder escribir escribir poesía, sino para poder pagar a duras penas un alquiler.

—¿Un hogar para vivir en soledad necesita viento, espejo, piedra y huella?

—Es interesante, porque ese enunciado con el que la editorial ha decidido describir el libro en realidad tiene mucho que ver con mi propio lenguaje: el viento es un motivo bastante persistente en mi poesía y en general todo lo atmosférico y creo que la piedra tienen una doble vertiente que me interesa también, por una parte es bache, pero también elemento de construcción.

La huella y el espejo pueden funcionar como sinónimos: la huella no es definitiva, es algo con lo que trabajar, ya sea porque se interpreta o porque se materializa; y el espejo tampoco es definitivo, nos da una imagen aproximada, nos ayuda a situarnos, pero a partir de él debemos construir el resto de la identidad. Más que un hogar para vivir en soledad, yo diría que lo que es necesario es tener la capacidad de sobrevivir y que el sistema no te muestre tan despiadadamente que está mejor sin ti.

—Platón propuso que a los poetas, que son «imitadores de simulacros», lo mejor es despedirlos hacia otra ciudad.... ¿Por eso ha vivido en Valladolid, Potsdam, Berlín y Madrid?

—Yo he vivido en tantas ciudades distintas porque he tenido que ir encontrando mi camino. Vivir en Madrid desde hace seis años y pico también es circunstancial y si mi situación laboral cambia, también tendré que irme. Por eso no creo que haya nada de poético en mi caso, que en realidad es la réplica del de tantas otras personas que se encuentran en situaciones parecidas y que son bastante poco dueñas de sus vidas.

—¿El escritor tiene que ser el primer enemigo de su propia obra?

—Bueno, creo que la persona que se dedique a la literatura no debería ser indulgente con su propia obra, creo que debe revisarse constantemente y conocer sus limitaciones, pero si es su enemigo, tampoco va a poder defender su obra.

—¿Qué reivindica?

—De momento, en Ex vivo reivindico un desmantelamiento del lenguaje romántico o estigmatizante con el que se usa el campo semántico de la locura. Es una reivindicación utópica a día de hoy, pero no puedo no posicionarme en el mundo desde ese lugar.

—¿Hay poesía en la vida cotidiana?

—La poesía tiene la sorprendente capacidad de poder utilizar como material cualquier aspecto de la realidad que tengamos a mano. Si es la vida cotidiana, sea.

—¿De qué está desencantada?

—No estoy desencantada, defiendo mi enfado porque significa que sé contra qué tengo que luchar.

—¿Qué enseña en los talleres literarios?

—En 2018 tuve la oportunidad de impartir durante unos meses el taller de poesía de La posada de hojalata, que es una escuela creativa maravillosa que está en Alcalá de Henares. Fue una experiencia totalmente nueva para mí, porque aunque llevo dando clase muchos años, enseñar poesía no se parecía a nada de lo que había hecho hasta entonces. En el taller discutíamos distintos aspectos de la poesía, a nivel teórico y práctico, les daba herramientas para que pudieran practicar con la escritura casi como un ejercicio, sin ninguna pretensión, sin grandilocuencias. Sobre los poemas que ellos hacían buscábamos sinergias y yo trataba de ayudarles a encontrar su voz poética. Aprendí un montón.

—¿Cree en la cultura como rearme?

—Tendemos a pensar en la cultura solo como manifestaciones culturales (arte, literatura, música...), pero la cultura es también la forma de decir ciertas palabras, la forma de preparar una comida, la manera en la que se nos enseña a enfrentarnos al mundo o a llamarnos por el nombre. En ese sentido, creo que la cultura nos ayuda a reconocernos en los demás y también a ser compasivos. Sin embargo, la cultura, entendida como un bien común y no como un lujo elitista, también puede ser un escudo frente a la manipulación y una herramienta muy poderosa frente a las injusticias.

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