Diario de León

poesía

Estampas de un valle del norte

una paz europea Fruela Fernández Premio Villa de Cox, Pre-Textos, Valencia, 2016. 52 páginas.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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E n el norte —en este caso, Asturias— viene brotando desde hace décadas una rica poesía de la que vamos dando cuenta en Filandón. En esta ocasión se trata de un poemario de Fruela Fernández (Langreo, 1982), Una paz europea, en el que quiero destacar su carácter de estampas de un espacio en el que resuena una polifonía de voces. El espacio es el valle originario del poeta que habitamos ya en el primer poema, con la figura sobresaliente del abuelo, que en buena parte resume la historia familiar y acaso del pueblo o del valle, de las gentes que nunca salieron del mismo, de los que emigraron en busca de mejores medios de vida y de los que en la guerra o después tuvieron que exiliarse. La voz del abuelo resume también una manera de ser: «Sabes tú que nun soy de muchu charrar».

Muchos poemas parecen como si brotaran ante esa presencia familiar o de su labios incluso, o como si el poeta recordara con el abuelo. El valle reaparece en diferentes poemas y con el dibuja el poeta estampas o escenas. En el valle se sitúan otras figuras, gentes que evocan el mercado, la dureza de la mina o los viajes en «el carbonero» entre el valle y Oviedo. Lo que puede haber de evocación placentera no oculta la estrechez de unas vidas que apenas salieron de su entorno, como el de «aquella mujer que sólo fue al mar a los cincuenta: / -Meca, nunca vi un prau tan grande». En cualquier caso el poeta no construye un espacio y unas figuras al completo, sino en esquirlas, acotaciones sueltas que crean la atmósfera a veces de una estampa amarillenta.

El valle, como la propia familia, tiene sus historias trágicas: los duelos de la mina por ejemplo, o la guerra civil, que parece evocada por otra voz, distinta de la del poeta, que cuenta: «Ahí, detrás del puente, / donde esa sábana anuncia una boda, / ahí/ (no lo veréis ahora con tanta mata) / en el verano del 36 / los anarquistas construían blindados». De igual modo, se evoca el exilio de los que, al fin de la guerra, pasaron la frontera hacia Francia: «Cercados en la playa, sin lona ni manta, / escarbando camas en la arena, / un chusco de pan, una lata de sardinas / a veces. / Tratáronlos más mal que dios, dice mi abuelo».

En el poemario hay una polifonía de voces. La del poeta se completa con las de las gentes del valle, con varios registros de lengua que enriquecen esta poesía, que no habla sólo del valle, pero que es el espacio de mayor presencia y al que hemos querido prestar atención.

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